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Vie. Nov 22nd, 2024
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Foto de Stefan Vladimirov / Unsplash

Te contamos los problemas de salud que te puede causar cenar tarde, pero también cinco consejos sencillos para comenzar a cambiar tus hábitos de manera paulatina.

El dicho popular “Desayuna como un Rey, almuerza como un Príncipe y cena como un Mendigo” es bien conocido, pero también se está haciendo cada vez más conocido los perjuicios que puede causar a nuestra salud una cena tardía.

De acuerdo a una investigación realizada por un grupo de científicos de la Escuela Perelman de Medicina de la Universidad de Pennsylvania, las comidas ingeridas durante la noche elevan nuestros niveles de insulina y colesterol en un grado mayor que las comidas diurnas.

Además, cenar tarde promueve un perfil energético negativo, ayudando a un incremento de peso acelerado. Los marcadores hormonales implicados en las enfermedades cardíacas y la diabetes también se ven perjudicados al llevar a cabo una rutina en la que la cena habitualmente sucede tarde en la noche y esto está directamente relacionado a afecciones negativas al metabolismo natural de la grasa.

Otro aspecto no menor es que nuestro cociente respiratorio (la proporción de dióxido de carbono producido por el cuerpo al consumir oxígeno) al ser medido en dichas condiciones, indica que los macronutrientes consumidos están siendo metabolizados inadecuadamente.

Comida procesada

La comida procesada y congelada hoy en día es una solución muy extendida para la preparación de una cena rápida luego de un largo día de trabajo. Si bien no está mal comer de vez en cuando recurrir a alguno de estos productos, se ha demostrado que debido a su alto contenido de grasas, sodio, azúcares añadidos, conservantes, entre otros, contribuye enormemente a aumentar los niveles de insulina, la hormona principal que regula el metabolismo.

Combinado con una cena tardía y de alto contenido calórico, nuestro organismo interpreta que debe almacenar más grasas. Además nos hace más propensos de sufrir hipertensión, retención de líquidos, entre otros.

Otro culpable es la sal – uno de los alimentos más populares en la cocina mundial que casi que por tradición y costumbre la incluimos en casi todas las elaboraciones culinarias para resaltar el sabor de nuestras comidas. Sin embargo su consumo en exceso es perjudicial para la salud y puede derivar en distintos problemas de salud como hipertensión, retención de líquidos, etc.

Foto de Anna Pelzer / Unsplash
Foto de Anna Pelzer / Unsplash

Qué alternativas hay

Preparar la cena previamente: Cocinar extra al momento del almuerzo, o el día anterior, es un gran aliado para ayudarnos a reducir el estrés de preparar la cena cada día. Hay familias que tienen como costumbre realizar las recetas multiplicando por dos y guardando en la heladera (por ejemplo guisos, milanesas, arroz, acompañamientos) – otros han optimizado el arte de cocinar por adelantado teniendo menúes completos almacenados.

Cambios de hábitos paulatinos: De un día al otro es imposible realizar este cambio. Empieza cambiando la hora de la cena una hora más temprano, y recordando dejar algo listo para esa ocasión mientras cocinas, ya sea al almuerzo o la noche anterior, el fin de semana, etc.

Suma legumbres: los porotos (o frijoles) y las lentejas tienden a ser ricos en nutrientes como hierro, zinc, potasio, magnesio y ácido fólico – recuerda consumir alimentos ricos en hierro con jugo de naranja o limón para potenciar su absorción. Suma acompañamientos ricos en legumbres o elabora milanesas/hamburguesas vegetarianas.

Incrementar el consumo de frutos secos durante el día: Ingerir aproximadamente cinco raciones por semana ayuda a reducir el riesgo de incidencia de enfermedad cardiovascular total. Son altamente recomendados en diabéticos tipo dos pero se insta a la población en general a consumirlos ya que mejoran el control del azúcar en la sangre y la presión arterial, además de apoyar el metabolismo de las grasas, inflamación y la función de la pared de los vasos sanguíneos.

Aprende a comer con menos sal: incluir en nuestra dieta el uso de nuevos saborizantes como el limón (que además aporta vitaminas y es bactericida), el ajo (antifúngico, antibiótico natural, antibacterial) y las hierbas como perejil, romero, albahaca, pimienta y orégano (su consumo regular favorece la digestión)

lr21.com.uy


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