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Álvaro Leyva Durán hace honor a la fama de agitador que ha cultivado durante décadas en la vida pública colombiana. Con 82 años, el veterano político conservador, quien inició el gobierno de Gustavo Petro como el artífice diplomático de la “paz total” y uno de los ministros más leales del gabinete, ha completado una transformación dramática: ha pasado de ser el escudero incondicional del presidente a convertirse en uno de sus críticos más agresivos y personales. La ruptura, que comenzó con silencios incómodos y mensajes crípticos en redes sociales, ha estallado con una carta que ya hace historia en los archivos del escándalo nacional. En ella, Leyva acusa al jefe de Estado de tener problemas de drogadicción que, según afirma, afectan su capacidad para gobernar.
“Fue en París donde pude confirmar que usted tenía el problema de la drogadicción”, escribió en uno de los párrafos más explosivos de la misiva, aludiendo a una visita oficial en junio de 2023 durante la cual, asegura, el presidente desapareció durante dos días. “Guardo en mi interior la pena de no haber intentado extenderle la mano. Lo cierto es que nunca se repuso usted”, lamenta. La respuesta del presidente no tardó. “La única manera para que la prensa publique cartas, es insultándome. No solo habla mal del escritor, sino de la prensa”, escribió en X, evitando mencionar directamente a Leyva. “¿Es que acaso no tengo hijas y nietas en París, muchísimo más interesantes que el escritor?”, remató con tono irónico. Horas más tarde, en un acto público, volvió al tema con su habitual estilo combativo: “Somos adictos al amor a propósito… ¿por qué se pierde dos días, compañero? No hay que pensar mucho (…) lo que pasa es que el escritor ya no puede hacer eso”.
Las réplicas no tardaron. Figuras de la oposición pidieron la creación de un tribunal médico que evalúe la capacidad del presidente para seguir gobernando, e incluso se han solicitado pruebas toxicológicas. Desde el oficialismo, sin embargo, acusan a Leyva de actuar con bajeza al atacar la vida personal del mandatario. “Que el único recurso sea minar su vida privada es de canallas”, sentenció la senadora María José Pizarro. El centro político también reaccionó. Sergio Fajardo, excandidato presidencial, escribió: “No lo dice la oposición. Lo dice el excanciller de Petro, uno de sus hombres más cercanos: hay caos, crisis y contradicciones en la cabeza del presidente”. Y añadió: “Parece chiste, pero es la dura realidad”.
La carta de Leyva ha sido interpretada de muchas maneras. Para algunos, es el grito de alarma de un político con trayectoria, alarmado por la deriva del gobierno. Para otros, es el gesto amargo de un hombre que siente que fue dejado de lado. La herida que fracturó la relación entre Leyva y Petro comenzó a abrirse en 2023 con el escándalo de los pasaportes, cuando el entonces canciller declaró desierta una licitación para renovar el contrato de emisión de estos documentos. La Procuraduría lo acusó de actuar de forma arbitraria, y a comienzos de 2024 lo
con destitución e inhabilidad por diez años para ejercer cargos públicos. Aunque la sanción fue decidida por un órgano independiente, Leyva nunca encontró una defensa sólida desde la Casa de Nariño. El silencio del presidente, para alguien como él, sonó como traición.
A partir de ese momento, el excanciller comenzó a lanzar indirectas cada vez más claras, señalando decisiones erráticas del gobierno, cuestionando a personajes cercanos al círculo presidencial como Laura Sarabia y Armando Benedetti, y sugiriendo que ciertos nombramientos respondían más a presiones o chantajes que a méritos reales. La tensión creció en redes sociales, en conversaciones privadas, y terminó por estallar en esta carta abierta que ya se considera una bomba política de alto poder.
La paradoja es que Leyva fue uno de los arquitectos principales de la política de paz total, pieza clave en el restablecimiento de relaciones con Venezuela y Cuba, y un veterano mediador con grupos armados. Su figura, aunque polémica, tenía un peso simbólico y diplomático crucial. Hoy, en cambio, se ha convertido en la voz más dura contra el mismo gobierno que ayudó a formar. Su carta no solo acusa, también retrata a un presidente aislado, rodeado de un círculo reducido y sometido a lealtades frágiles. Le aconseja “desvincularse de quienes han abusado de usted y le han hecho terrible daño”, como si no supiera que esa carta misma puede ser vista como el más feroz de esos daños.
El país, mientras tanto, observa cómo los puentes se queman sin posibilidad de reconstrucción. La tormenta apenas comienza.
carlos castaneda@prensamercosur.org
