

Tailandia, Vietnam, Ucrania, Japón, Indonesia, Filipinas, Myanmar y Rusia son los principales destinos de los lobos marinos vendidos con la complicidad del Estado uruguayo.
Cada año, desde el 1 de abril hasta el 31 de octubre, el Estado uruguayo autoriza la captura y venta de lobos marinos vivos para su exportación. Estas criaturas se pueden observar tomando el sol en Cabo Polonio o en el puerto de Punta del Este, donde a menudo piden comida a turistas y pescadores. Este comercio representa un modelo económico donde los animales son considerados recursos.
Estos mamíferos costeros son vendidos con el objetivo de ser utilizados como “atracciones” en parques acuáticos, reservas y zoológicos, principalmente en países de Asia. Generalmente, los animales capturados son crías de menos de un año, justo después de ser destetados, lo que les facilita la adaptación al entorno cautivo y su adiestramiento posterior.
Captura y adaptación de los lobos
El proceso de captura implica una reeducación del animal, que debe aprender a alimentarse de pescados preparados artificialmente, en lugar de pescar en su hábitat natural. Además, deben familiarizarse con humanos, dado que dependerán de ellos para su cuidado y alimentación. Este enfoque asegura que los animales se ajusten a la vida en cautiverio.
Los lobos marinos son transportados en avión hacia sus destinos, lo que ha suscitado preocupaciones entre expertos en bienestar animal. Históricamente, los animales trasladados provenían del cierre de zoológicos en lugar de ser extraídos de su hábitat natural, un cambio significativo en la ética de captura.
Procedimientos y controles
Según la Dirección Nacional de Recursos Acuáticos (Dinara), se siguen procesos estrictos para garantizar la salud y el bienestar de los lobos marinos, tanto durante el transporte como en su nuevo hogar. El control del proceso es supervisado por veterinarios privados y técnicos de la Dinara, quienes aseguran que los animales cumplan con los estándares necesarios.
Sin embargo, Lourdes Casas, fundadora de la ONG Socobioma, critica la falta de transparencia en los procedimientos de exportación. “Se supone que van a oceanarios, pero esa información no te la brindan cuando haces un pedido de informes. No hay una real trazabilidad de seguimiento de a dónde van”, afirma Casas en una entrevista concedida al diario El País, publicada este domingo.
La transformación del comercio
Desde la llegada de los europeos, los lobos y leones marinos fueron considerados una fuente valiosa de carne, piel y grasa. La prohibición de la matanza en 1991 condujo a una transformación del negocio, dando pie a la venta de ejemplares vivos como una nueva forma de aprovechar esta especie. Hoy, la captura de leones marinos está prohibida debido a la baja población de la especie.
Las cifras de exportación de lobos marinos han mostrado fluctuaciones, marcando un descenso en los últimos años. Las autoridades han atribuido esta caída a un cambio cultural que ha disminuido el interés en mantener estos animales en cautiverio, así como a los efectos de la pandemia y la gripe aviar.

Datos sobre las capturas
Entre 2012 y 2019, la actividad de captura fue significativa, alcanzando picos en el número de ejemplares vendidos. En 2012, se registraron ventas de 67 lobos marinos, cifra que aumentó a 166 en 2016, de los cuales 128 fueron enviados a China, el país que más animales ha importado durante este periodo.
Otros mercados destacados incluyen Tailandia, Vietnam y Japón, entre otros. Sin embargo, la pandemia de COVID-19 interrumpió la actividad, resultando en una suspensión de las capturas en 2020. Pese a los esfuerzos, las ventas se redujeron drásticamente en 2021 y 2023 debido a restricciones sanitarias.
La economía detrás de la exportación
Las ganancias de la venta de los lobos marinos se destinan, según afirmaciones oficiales, a las rentas generales del Estado, generando inquietud sobre su uso en programas específicos de conservación de fauna marina. “Es un negocio en el que el privado se queda con toda la ganancia, mientras que el Estado apenas recibe algo a cambio”, apunta Casas, enfatizando un aspecto crítico del proceso.
Dinara cobra una tarifa de 87.000 pesos por cada macho y 118.000 pesos por cada hembra. Estas cifras pueden ser superadas por la posterior reventa de los animales entrenados para espectáculos. Los precios de reventa pueden alcanzar 25.000 dólares, especialmente si los ejemplares son hembras, dado que tienen menor posibilidad de reproducción en cautiverio.
Presentación engañosa en acuarios
En algunos acuarios, los lobos marinos son presentados como focas, aprovechando su parecido físico y su capacidad para imitar comportamientos humanos. Esta confusión puede dificultar la distinción entre ambos en entornos no especializados, llevando a una comprensión errónea de las especies que se exhiben.
La existencia de este negocio en torno a los lobos marinos plantea importantes preguntas sobre los controles y regulaciones establecidos para su protección. Surgen interrogantes sobre el bienestar de los animales y los beneficios reales que el país obtiene al comercializar esta fauna nativa.

Explotación histórica de los lobos marinos
La historia de la explotación de lobos marinos en la región se remonta a 1515, cuando tras la muerte del navegante Juan Díaz de Solís, partes de su tripulación sacrificaron ejemplares en la actual Isla de Lobos. Durante el periodo colonial, la actividad estuvo controlada por la Corona española a través de la Real Compañía Marítima.
Entre 1873 y 1900, la caza indiscriminada resultó en la muerte de 454.000 lobos marinos. A inicios del siglo XX, el Estado uruguayo fue introduciendo regulaciones sobre la actividad, aunque sin protección efectiva para la especie. En 1911, se creó el Instituto de Pesca, y en 1922 se legislaron controles sobre la explotación.
Evolución de las regulaciones
Con el tiempo, se establecieron nuevas regulaciones para la caza de lobos marinos, especialmente cuando las poblaciones comenzaron a disminuir. La creación del Servicio Oceanográfico y de Pesca (SOYP) marcó un cambio significativo en la gestión del recurso, con prácticas más estrictas para proteger la población, incluido el enfoque en la caza sostenible propuesto por el zoólogo uruguayo Raúl Vaz Ferreira en la década de 1950.
Basándose en modelos de sostenibilidad observados en islas de Alaska, Vaz Ferreira promovió la protección de las hembras y los lactantes, permitiendo que las poblaciones de lobos marinos en el país comenzaran a recuperarse gradualmente. Esta nueva visión en la explotación del recurso marcó un cambio importante en la política nacional hacia la conservación.
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