

El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios (Juan 3:18, NVI).
El Crucificado será el Juez de los pecadores. ¡Esta sí que es una Buena Noticia!
El juicio de Dios no debe ser solo una acusación por los pecados cometidos. De hecho, el verdadero problema no es principalmente la cuestión del pecado, sino la cuestión del Hijo. Jesús dijo que todo el que cree en él no es condenado.
¿Qué derecho tiene el Creador de un universo moral a actuar así? La respuesta está en la esencia misma del evangelio. ¡El juicio de Dios sobre el pecado, su ira contra él, ya se ha cumplido! Cristo, «quien no conoció pecado», se hizo pecado mismo por nosotros «para que fuéramos hechos justicia de Dios en él» (2 Corintios 5:21). «Uno murió por todos; por consiguiente, todos murieron» (2 Corintios 5:14).
La ley de Dios, al ser una descripción de su propio carácter, no podía ser violada ni revocada. Su castigo debía pagarse. Pero ¿quién habría pensado que Dios mismo lo pagaría? Por eso, ahora, el verdadero problema no es principalmente la cuestión del pecado, sino la cuestión del Hijo (Juan 5:4).
La cualidad que define a Dios es el amor. Y por eso está escrito:
En esto se ha perfeccionado el amor, para que [los pecadores culpables] tengamos confianza en el día del juicio (1 Juan 4:17, RVR). – Des Ford
Reflexión: Cuando piensas en el juicio, ¿cómo lo ves? ¿Con alegría y paz, o con incertidumbre y temor? Tu respuesta a esta pregunta revelará si has comprendido el Evangelio o no.
