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Sáb. Nov 23rd, 2024
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La distribución del voto según la religión fue analizada en una encuesta de Datafolha divulgada en septiembre, según la cual Lula lidera entre los católicos (53% a 28%) mientras que entre los evangélicos la imagen es casi la opuesta. Télam habló con especialistas para comprender el fenómeno.

A dos semanas del balotaje en Brasil, las campañas del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva y el actual mandatario, Jair Bolsonaro, intensifican una agenda en torno a “valores”, con acusaciones de satanismo y canibalismo, mientras analistas advierten acerca de los prejuicios en torno a los votantes religiosos, que serán clave para la definición de la elección en un país en el que más de la mitad de la población cree que política y credos no son asuntos separados.

Durante la primera etapa de la campaña electoral, el líder del Partido de los Trabajadores (PT) se focalizó en propuestas en clave económica y Bolsonaro dispuso la continuidad del subsidio Auxilio Brasil -excepcional por la pandemia- y la reducción del precio de los combustibles.

Si bien esos temas no desaparecieron luego de la primera vuelta del 2 de octubre, los posicionamientos y las acusaciones cruzadas en torno a “valores”, cuestiones morales y religiosas se intensificaron de cara al balotaje del día 30.

“No se habla de economía ni de planes de gobierno, se habla de una agenda moral. Son temas importantes porque en los últimos 50 años Brasil está atravesando una revolución silenciosa, que es el cambio de una religión a otra. Sigue siendo el país católico más grande del mundo, pero en diez años, según proyecciones estadísticas, se convertirá en protestante”, explicó el etnógrafo brasileño Juliano Spyer, autor del libro Povo de Deus.

En diálogo con Télam, el investigador dijo que “es algo que viene de abajo de la sociedad” porque el mundo evangélico, principalmente pentecostal, tiene rostro “negro, pobre, periférico y mayoritariamente femenino, y son personas que se preocupan por el tema de la moralidad”.

Para el politólogo Ariel Goldstein, autor del libro Poder Evangélico, “Bolsonaro ya había puesto de moda estas discusiones en 2018 y este año el slogan de la campaña es ‘Dios, Patria, familia y libertad’“.

Además, “ahora el PT pareciera que quiere atacar en ese mismo frente; le interesa acercarse a ese electorado, cada vez más influyente”, señaló a Télam.

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El académico apuntó que “las cúpulas de las principales iglesias (evangélicas) están más cerca de Bolsonaro”, algo que no se traduce necesariamente en una indicación a los fieles por quien votar, pero “sí hay una visión del mundo compartida; sobre la familia, la cuestión de género, el aborto”, que deriva en “una afinidad mayor entre Bolsonaro y estos pastores”.

La periodista brasileña Anna Virginia Balloussier, especializada en temas de religión y política, coincidió en que “todos los grandes pastores evangélicos están con Bolsonaro” pero llamó la atención acerca de su capacidad para adaptarse, porque están “donde está el poder”.

“Siempre encontraron la manera de justificar su alianza con el gobernante de turno”, explicó la periodista, que tuvo a su cargo el blog Religiosamente, del diario Folha.

El ejemplo más simbólico es el del obispo Edir Macedo, de la Iglesia Universal, “que desde 1989, la primera elección posterior a la dictadura, apoyó a todos los gobiernos”.

Goldstein utilizó el concepto de “gobernistas” para aludir a esos alineamientos, aunque destacó que “el tipo de alianza que les propone Bolsonaro es más seductor porque incorpora (a la agenda de gobierno) cuestiones económicas como exenciones impositivas para las iglesias”.

Además, “atiende temas que importan a la banca evangélica en el Congreso” -más de 200 congresistas- como los referidos a las “costumbres y la familia conservadora; impuestos; y las licencias de radiodifusión. Es un win-win y eso Lula no se lo puede dar de la misma manera”, agregó.

Por su parte, Balloussier trazó una singularidad actual: “Las iglesias evangélicas están atacando al expresidente Lula de una manera tan virulenta, tan fuerte. Y eso la hace preguntarse si esa capacidad de adaptarse al poder de turno “continuará si gana Lula” o es una “ruptura inevitable y por primera vez van a ser opositores”.

Desde la campaña de Bolsonaro acusaron a Lula de haber hecho un pacto con el diablo, mientras que el mandatario de ultraderecha tuvo que despegarse de la masonería y el canibalismo por un video en el que se lo veía en una ceremonia de la logia y otro de 2016 en el que afirmó que comería “carne de indio”.

Para los analistas, el debate de los “valores” es una suerte de clivaje que reorganiza el campo político y social, ya que no traza una oposición entre dos clases sociales, sino más bien un corte transversal a ellas.

“Bolsonaro se propuso refundar la polarización de Brasil. En los gobiernos de Lula estaba más basada en la cuestión del Estado y de ricos contra pobres. Bolsonaro busca refundar ese clivaje en otros términos: los que defienden la identidad de un Brasil conservador y los izquierdistas que la amenazan”, dijo Goldstein.

La distribución del voto según la religión fue analizada en una encuesta de Datafolha divulgada en septiembre, según la cual Lula lidera entre los católicos (53% frente al 28% de Bolsonaro) mientras que entre los evangélicos la imagen es casi la opuesta. El mismo instituto publicó que para el 56% de los votantes, religión y política tienen que ir de la mano, y para el 60% es más importante que un candidato defienda los valores familiares antes que propuestas económicas.

Los especialistas alertaron sobre el desconocimiento acerca del rol de las iglesias, la subestimación de parte de ciertos espacios progresistas de la población creyente y las consecuencias de trazar distancias con estos sectores, que tienden a ser mayoritarios.

Estos sectores no “entienden bien el papel de la iglesia evangélica en el tejido social del país”, dijo Balloussier y agregó: “Estas ocupan varios lugares que el Estado no (ocupa). Ya sea en la recuperación de las adicciones, en hogares de ancianos, en educación. Por supuesto, a veces es una influencia perniciosa, pero son una importante fuente de asistencia”.

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Spyer, por su parte, destacó que las iglesias evangélicas forman “un grupo muy bien organizado” ya que en esas zonas, “donde no hay hospitales, comisaría, correo, hay decenas” de ellas.

“Es un centro cívico donde la gente habla de todo. Buscan trabajo, encuentran clientes, dan apoyo emocional, hacen de todo, incluso orar”, dijo, provocador.

Spyer mencionó por ejemplo la influencia “directa” de estas iglesias sobre la disminución de la violencia de género a partir de abordar el consumo de alcohol o la promoción de la lectura, y agregó, de todos modos: “No quiere decir que las iglesias no traigan una serie de problemas al país o tengan violencia y machismo”.

Por su parte, Balloussier estimó que “hay un claro prejuicio en la izquierda sobre el votante evangélico. Se le ve de una manera condescendiente, víctima de pastores sin escrúpulos. Ese prejuicio impide que la izquierda se acerque a ellos”.

Goldstein indicó que muchos pastores pasan a ser “influencers en las redes y tienen millones de seguidores. Son líderes de opinión y modelos a seguir. El éxito económico fue incorporado como una demostración de ser elegido por Dios. Para la Iglesia católica y el Papa Francisco es todo lo contrario, hay que buscar a los pobres”.

De todos modos, advirtió que si bien “hay ciertas tendencias” entre los grupos evangélicos, estos no son “homogéneos”.

Para Spyer, existe una distancia cada vez mayor entre los brasileños de clase media y alta, que “incluso tienen valores republicanos e intereses sociales”, de los sectores populares de Brasil que “desconocen y, en cierto modo, devalúan y menosprecian”.

Los sectores progresistas y de izquierda deben tener en cuenta que “si hoy uno de cada tres es evangélico, en 20 años van a ser la mitad”, estimó, y eso dificultará más “disputar una elección mayoritaria sin dialogar con la religión” porque “un tercio de electores que se comunica con ese idioma”.

telam.com.ar


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