

En un movimiento estratégico y cargado de simbolismo, el presidente Gustavo Petro ha vuelto a la calle para medir fuerzas con la oposición y consolidar el camino de su proyecto progresista. Con la mirada puesta en el futuro político del país, Petro ha desplegado su maquinaria en una ofensiva nacional, movilizando a sus bases y marcando el inicio de una intensa batalla política en el epílogo de su mandato.
El epicentro de esta nueva cruzada no fue elegido al azar. La Sierra Nevada de Santa Marta, donde en 2022 cerró la campaña que lo llevó a la Casa de Nariño, se convirtió nuevamente en el escenario desde el cual el mandatario lanzó la llamada “gran campaña por el sí”, una estrategia con la que busca dar impulso a su consulta popular y cimentar el respaldo ciudadano de cara a la reelección de su proyecto político.
Este nuevo capítulo de su gobierno tiene un doble propósito: medir el pulso de su influencia territorial y mantener viva la narrativa de transformación que lo llevó al poder. Petro no solo ha hecho un llamado a la movilización social, sino que ha convertido las plazas y calles en su principal tribuna, apostándole a la presión popular como una herramienta para consolidar su agenda. Con un discurso que reivindica los cambios estructurales y la inclusión social, el presidente ha intensificado su contacto con las comunidades, en especial con aquellas que históricamente han sido marginadas del poder político y económico.
Desde diferentes regiones del país, se han visto concentraciones masivas en respaldo a la propuesta del jefe de Estado, quien insiste en que la consulta popular será el mecanismo para profundizar las reformas que su administración ha impulsado. El mensaje es claro: sin el apoyo ciudadano, los cambios estructurales corren el riesgo de quedar estancados en el Congreso, donde las mayorías fluctuantes han sido un obstáculo recurrente para el oficialismo.
Mientras el oficialismo se moviliza con vigor, la oposición ajusta sus estrategias para frenarlo, denunciando lo que consideran una campaña anticipada y un intento de manipulación de la opinión pública con recursos del Estado. Al mismo tiempo, los sectores de centro intentan encontrar un discurso que les permita insertarse en el debate y no quedar relegados en la contienda electoral que se avecina.
Este movimiento también tiene repercusiones en el panorama político de los próximos meses. La estrategia de Petro no solo pone a prueba su capacidad de convocatoria, sino que obliga a sus adversarios a redefinir su narrativa y su conexión con la ciudadanía. Las calles, que han sido un termómetro clave en su carrera política, vuelven a convertirse en su principal bastión y en el escenario donde pretende validar su liderazgo.
El regreso de Petro a las calles es más que una acción política: es una demostración de que su mandato no se apaga con el calendario, sino que se reinventa con cada paso. La disputa por el futuro de Colombia ya comenzó, y el presidente, lejos de ser un espectador, se ha puesto nuevamente al frente de la batalla. Con un país polarizado y una sociedad expectante, el desenlace de esta confrontación definirá el rumbo de la política nacional en los años venideros.
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