El Covid-19, la viruela del mono, el dengue… Los titulares de hoy no dejan lugar a dudas de que seguirán apareciendo nuevas enfermedades virales que amenacen nuestra salud.
Las enfermedades infecciosas están surgiendo a un ritmo nunca antes visto, como resultado de los cambios globales del último siglo que favorecen la transmisión, junto con el desarrollo de mejores tecnologías para diagnosticar y detectar las afecciones. Los cambios socioecológicos mundiales incluyen, por su parte, la deforestación desenfrenada en regiones tropicales de gran biodiversidad, el calentamiento de las temperaturas y la mayor frecuencia de fenómenos climáticos extremos, así como el rápido movimiento global de personas y virus.
Este escenario es ideal para la aparición de enfermedades, ya que el creciente contacto entre las personas, los animales y los virus aumenta la probabilidad de que nuevos y viejos virus se transmitan de los animales a la gente y viceversa.
De este modo, el cambio climático y la deforestación (cambio del uso del suelo) están modificando la distribución geográfica de individuos, animales, virus y vectores de enfermedades, como los mosquitos. Ahora estamos asistiendo a brotes de dengue en lugares que antes eran demasiado fríos para la transmisión de enfermedades transmitidas por mosquitos, como las zonas de altitud media de los Andes tropicales o las ciudades del Cono Sur de Sudamérica, de clima templado, como Córdoba (Argentina). A medida que las especies migran y se trasladan a nuevas ubicaciones geográficas, entran en contacto con muchas más especies.
Un estudio reciente estableció que estos desplazamientos geográficos darían lugar a más de 300.000 “primeros encuentros” entre especies de mamíferos, lo que duplicaría la tasa actual de encuentros. A medida que nuevos mamíferos entran en contacto, es más probable que los virus puedan saltar entre especies, incluidas las personas. Así, los autores determinaron que es más probable que estos nuevos encuentros se den en regiones tropicales montañosas con gran biodiversidad y alta densidad de población humana. También descubrieron que los murciélagos son una de las especies de mamíferos más críticas para la propagación de nuevas enfermedades virales, debido a su capacidad única de volar largas distancias.
En particular, la carga actual y futura de las enfermedades víricas endémicas y emergentes no se reparte por igual entre los países ricos y los menos ricos. El llamado sur global es el más afectado por los brotes de enfermedades y carece de un acceso equitativo a las vacunas y a otras soluciones de salud pública, tal como quedó dolorosamente demostrado durante la pandemia del Covid-19. Los legados coloniales han dejado una pobreza profundamente arraigada, desigualdades sociales y una débil gobernanza, lo que ha aumentado la población de personas sumamente vulnerables. Sin embargo, las prioridades de investigación y financiación en materia de salud mundial siguen siendo impulsadas por el norte global.
La próxima pandemia
Ahora los médicos, las enfermeras y los profesionales de la salud pública de primera línea se enfrentan a la respuesta a esta situación de salud pública que es cada vez más compleja. El modelo biomédico tradicional (es decir, revisar al paciente, identificar los síntomas físicos y recomendar un tratamiento médico) ya no es suficiente. La Organización Mundial de la Salud (OMS) y otros entes de la salud mundial han propuesto enfoques integrados como el de “Una sola salud”, que reúne la salud humana, la salud animal y la salud ambiental, y el de “Salud planetaria”, que se centra en “abordar los impactos de las alteraciones humanas en los sistemas naturales de la Tierra sobre la salud humana y toda la vida en la Tierra”. Estos enfoques conciben la salud como el resultado de sistemas sociales y ecológicos interconectados entre sí. Sin embargo, la mayoría de las facultades de Medicina y los programas de salud pública no preparan a su personal para dar este salto de paradigma.
Las soluciones clínicas y de salud pública a las enfermedades infecciosas emergentes deben abordarse en el contexto de sistemas sociales y ecológicos interconectados que cambian rápidamente. Un primer paso esencial es desarrollar la capacidad del sector sanitario para entender y responder a estos cambios. A fin de responder a esta necesidad, el Consorcio Mundial de Educación sobre el Clima y la Salud (GCCHE, por sus siglas en inglés) ha establecido una red mundial de rápido crecimiento de escuelas de profesiones, sociedades y organizaciones regionales de salud con el objetivo de “crear un sector de la salud mundial preparado para el clima, preparado para movilizar y liderar la promoción, y la respuesta de la salud en la era del cambio climático, al tiempo que restaura la salud del planeta”.
En abril de 2022, el Instituto Interamericano para la Investigación del Cambio Global (IAI), la Organización Panamericana de la Salud y el GCCHE se asociaron con fin de hacer un curso virtual titulado Respondedores del clima y la salud para América Latina. La respuesta fue abrumadoramente positiva. A lo largo de cinco semanas, más de 1.500 personas de todo el continente americano y de otros continentes participaron en sesiones en directo con expertos de Latinoamérica. Se realizaron cursos similares en Norteamérica y el Caribe, y con esto llegaron a miles de profesionales de las Américas.
Este curso puso de manifiesto la gran demanda de formación en materia de clima y salud por parte de diferentes sectores, como los ministerios, el mundo académico y la sociedad civil. Algunos ministerios de Salud informaron que este curso les permitió abordar sus necesidades de formación como parte de su compromiso con el acuerdo internacional sobre el cambio climático de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC). Para seguir apoyando este esfuerzo, en septiembre de 2022 se pondrá en marcha una comunidad de práctica regional (América). Una plataforma virtual reunirá a profesionales de la política, investigadores y a la sociedad civil para compartir conocimientos y mejores prácticas con el objetivo de combatir las enfermedades infecciosas emergentes y otros problemas de salud afectados por el clima y el medioambiente.
Asociaciones transdisciplinarias equitativas
Fundamentalmente, el enfoque de “Una Salud” o “Salud Planetaria” requiere un cambio en la forma en la que los científicos, los profesionales de la salud y la sociedad civil trabajan juntos. Así, son esenciales las colaboraciones equitativas y las asociaciones de confianza construidas por socios comprometidos con un proceso de participación a largo plazo. Los profesionales de la salud, la sociedad civil y las partes interesadas de otros sectores clave deben identificar las prioridades y soluciones de sus comunidades. Los profesionales y científicos de diversas disciplinas pueden trabajar con estos socios para codiseñar soluciones basadas en evidencias para sus comunidades. Este enfoque transdisciplinario es una buena práctica para desarrollar herramientas e información que puedan ser utilizadas por el sector sanitario con el objetivo de tomar decisiones (con base en la información) sobre cómo, cuándo y dónde intervenir para prevenir una epidemia.
Las soluciones incluyen la mejora de los sistemas de vigilancia para detectar amenazas de enfermedades emergentes, nuevas vacunas y terapias, innovaciones para controlar las enfermedades transmitidas por mosquitos y sistemas de alerta temprana para predecir los brotes de enfermedades. Esto requiere un compromiso de financiación a largo plazo por parte de los financiadores más importantes de la salud mundial, como Wellcome Trust y la Fundación Gates, a fin de apoyar a los equipos de Una Salud o Salud Planetario dirigidos por investigadores del sur global.
También es necesario formar a los investigadores y profesionales que empiezan su carrera en habilidades de liderazgo colaborativo como la escucha, la facilitación, la diplomacia, la comunicación y la reflexión personal. Abordar las enfermedades infecciosas emergentes requiere una transformación radical de las opresiones sistémicas (colonialismo, racismo, sexismo, clasismo) que siguen condicionando nuestra forma de trabajar juntos y la salud de nuestras generaciones actuales y futuras.
Anna M. Stewart-Ibarra
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