

Expresidente de Colombia , Álvaro Uribe Vélez
El proceso judicial contra el expresidente Álvaro Uribe Vélez ha dado un nuevo giro con la sorpresiva decisión del magistrado Ramiro Riaño, de la Sala Penal del Tribunal Superior de Bogotá, quien se declaró impedido para continuar conociendo la acción de tutela interpuesta por la defensa de Uribe. Esta determinación ha generado incertidumbre y serios cuestionamientos sobre su impacto en el desarrollo del caso y en la garantía de imparcialidad y debido proceso.
Riaño argumentó su impedimento alegando una relación profesional pasada con Luis Eduardo Montealegre Lynett, quien actúa como víctima en el proceso y fue Fiscal General de la Nación mientras él se desempeñaba como Fiscal Local. En un escrito fechado el 14 de febrero, el magistrado señaló que este vínculo podría interpretarse como una posible afectación a su imparcialidad y, en consecuencia, optó por apartarse del caso.
Sin embargo, esta decisión ha despertado serias dudas en torno a la coherencia y oportunidad del impedimento. La pregunta que surge es inevitable: ¿por qué el magistrado no se declaró impedido antes de tomar decisiones de fondo en el proceso, como la medida provisional que suspendió el juicio contra Uribe? Para la defensa del expresidente y diversos analistas jurídicos, esta situación plantea interrogantes sobre la verdadera independencia y transparencia en el manejo del caso, ya que primero adoptó decisiones que afectan a Uribe y solo después manifestó su impedimento.
La acción de tutela, presentada por la defensa de Uribe el 11 de febrero, busca impugnar la decisión de la juez 44 Penal del Circuito de Bogotá, quien el 5 de febrero rechazó una recusación en su contra presentada por la defensa, que argumentaba falta de imparcialidad. Mediante la tutela, se busca garantizar los derechos fundamentales de Uribe, proteger el debido proceso y corregir decisiones que podrían afectar su derecho a un juicio justo y equitativo.
El Tribunal Superior de Bogotá tiene ahora un plazo de 10 días para resolver la solicitud. Si la tutela es aceptada, podría revisarse la recusación contra la juez y evaluarse la necesidad de un cambio en el manejo del proceso, lo que implicaría un ajuste sustancial en la conducción del caso. En caso contrario, el juicio seguirá con la jueza originalmente designada, lo que para algunos sectores podría interpretarse como una negativa a revisar posibles irregularidades que afectan el derecho a la defensa del expresidente.
Este episodio vuelve a poner en el centro del debate la necesidad de que la justicia actúe con total independencia, imparcialidad y sin presiones externas. La defensa de Uribe insiste en que se respeten todas las garantías procesales, recordando que el debido proceso es un pilar fundamental del Estado de derecho. Más allá de las controversias políticas, lo que está en juego es la confianza en la justicia y la credibilidad de sus decisiones en un caso de alta trascendencia nacional.
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