

Carlos Conde fue una figura destacada y profundamente admirada en el ámbito académico y humano. Su reciente fallecimiento, ocurrido en la simbólica fecha de Navidad, deja un vacío difícil de llenar. Era un hombre de vasta cultura, con una formación que iba más allá de su especialidad como matemático e ingeniero. Su carácter afable y su disposición para el aprendizaje constante lo convertían en un interlocutor excepcional, capaz de abordar temas diversos con humildad y curiosidad.
En su faceta como profesor, Carlos Conde se caracterizaba por su rigor y exigencia, buscando siempre la excelencia en sus alumnos. Su enfoque no solo se limitaba al dominio técnico, sino que también abarcaba aspectos como la corrección lingüística, reflejo de su visión integral de la formación profesional. Este compromiso con la calidad educativa lo convirtió en un referente dentro de la Escuela de Ingenieros de Minas, donde dejó una huella imborrable.
Además, su amor por la historia y su profundo sentido patriótico lo definían como un hombre comprometido con su país y su legado cultural. Su interés por ofrecer una perspectiva amplia y equilibrada de los hechos históricos evidencia su rigor intelectual y su pasión por la verdad.
La partida de Carlos Conde representa la pérdida de una figura irrepetible, cuya influencia trascendió las aulas y marcó a quienes tuvieron el privilegio de conocerlo. Su recuerdo perdurará como un ejemplo de integridad, erudición y humanidad.
POR Javier Pertierra
