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La Asamblea Nacional francesa ha adoptado recientemente dos resoluciones en rechazo al acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea (UE) y el Mercosur, que incluye a Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay. Estas resoluciones, impulsadas por sectores de izquierda, fueron aprobadas de manera unánime y representan las primeras votaciones en este sentido desde que la Comisión Europea (CE) firmara el acuerdo en diciembre de 2024.
Las propuestas fueron presentadas por La Francia Insumisa (LFI), principal fuerza política de izquierda, y por el Partido Socialista (PS). Mientras que el LFI manifiesta su oposición al acuerdo por principios, independientemente de la inclusión de cláusulas espejo, el PS argumenta a favor de incorporar dichas cláusulas. Estas disposiciones exigirían a los exportadores hacia la UE cumplir con las normativas sociales y fitosanitarias del bloque europeo.
El rechazo al pacto refleja las preocupaciones de los agricultores franceses, quienes temen una competencia desleal, especialmente en los sectores de carnes, frutas y verduras. Este descontento ha generado un inusual consenso político y social en Francia, abarcando desde la extrema izquierda hasta la ultraderecha, así como a corrientes políticas intermedias, incluyendo al presidente Emmanuel Macron.
Sin embargo, existe el temor de que el acuerdo pueda entrar en vigor si la Comisión Europea decide dividirlo en dos partes: una enfocada en inversiones y otra en comercio. Esta estrategia podría dificultar los intentos de Francia por vetarlo, ya que requeriría la colaboración de otros países para bloquearlo.
En respuesta a estas preocupaciones, el ministro francés de Exteriores, Jean-Noël Barrot, ha planteado la posibilidad de enmendar el acuerdo con cláusulas de salvaguarda y mecanismos de «frenos de urgencia» para proteger sectores económicos vulnerables. Este enfoque ya se ha aplicado previamente para limitar la entrada de ciertos productos agropecuarios provenientes de Ucrania tras la suspensión de aranceles a ese país.
El acuerdo UE-Mercosur también ha puesto en evidencia tensiones entre Francia y Alemania. Mientras París se opone al pacto por los riesgos para su sector agrícola, Berlín lo respalda debido a las oportunidades que representa para las exportaciones de automóviles y maquinaria industrial. España, por su parte, apoya el acuerdo argumentando su valor estratégico para la Unión Europea.
Este debate subraya las complejidades inherentes a los acuerdos comerciales internacionales y las tensiones entre intereses económicos nacionales y compromisos multilaterales.
