El canto de los pájaros, el susurro de las hojas cuando el jaguar se mueve entre la selva, la comunicación entre los peces pirarucú en el río. En lo profundo de la selva amazónica, los sonidos se entrelazan para formar una orquesta natural. Incluso quienes no tienen experiencia pueden percibir esta sinfonía. Sin embargo, si alguno de sus instrumentos desafina o la música se detiene, la disonancia es igualmente evidente.
La analogía entre música y biodiversidad en la Amazonia la propone el biólogo Emiliano Ramalho, de 46 años, quien ha vivido en la selva durante más de dos décadas. Es la mejor manera que ha encontrado para explicar cómo el monitoreo constante de los animales permite evaluar la dinámica del ecosistema y detectar señales de alarma.
Ramalho es el director técnico y científico del Instituto de Desarrollo Sostenible Mamirauá, en Tefé, estado de Amazonas, una entidad vinculada al Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de Brasil. Desde 2016, lidera el Proyecto Providencia, que emplea sistemas automatizados de sonido e imagen para estudiar las especies amazónicas. Más de 40 sensores están distribuidos por la selva, operando las 24 horas del día, los 7 días de la semana.
“A través de la tecnología, podemos observar especies y comportamientos que no seríamos capaces de monitorear con métodos tradicionales. Esto cambia por completo nuestra manera de entender la fauna. La tecnología no reemplaza el trabajo de campo, pero actúa como una especie de séptimo sentido”, explica.
Ramalho comenzó su carrera registrando las poblaciones de pirarucú y más tarde se convirtió en uno de los principales expertos en jaguares, especialmente en entornos inundables. En un paisaje que se inunda entre tres y cuatro meses al año, el felino se adapta a vivir en las copas de los árboles. Ramalho fue el primero en documentar este comportamiento.
“El jaguar juega un papel fundamental en la conservación de la selva, y la selva es esencial para la supervivencia del jaguar”, afirma. Gracias a las herramientas tecnológicas, el trabajo de conservación ha permitido a Ramalho confiar en que aún es posible un futuro mejor.
“Para trabajar en la Amazonía hay que tener esperanza. Soy optimista porque tanto nuestra generación como la siguiente todavía tendrán la oportunidad de cambiar esta crisis. Sin embargo, hoy la situación es crítica. Ya no contamos con una zona de amortiguamiento. Si no renovamos el paradigma del desarrollo forestal, perderemos la Amazonía”, concluye.
Ecología digital
Una forma alternativa de entender la dinámica climática de la Amazonia es analizar la vegetación. Este ha sido el enfoque adoptado por el científico paulista Thiago Sanna Freire Silva, un ecólogo digital, como él mismo se define. Silva es profesor de Informática Medioambiental en la Universidad de Stirling, en Escocia, y coordina proyectos orientados a monitorear los bosques inundados.
El cientista se enfoca en comprender cómo los cambios en el nivel del agua, durante períodos de sequía e inundación, impactan el ecosistema, especialmente en situaciones extremas. Para obtener una visión más detallada, utiliza tecnología LiDAR, un sensor que emite rayos láser, cartografía y genera paisajes en 3D.
“Al principio pensamos que si las sequías se vuelven más intensas, podría ser algo positivo para los árboles, ya que cuando se inundan, suelen dejar de crecer. Sin embargo, las temperaturas más altas y la menor cantidad de lluvia también podrían afectarles durante la estación seca. Los árboles estarían sometidos a estrés y serían aún más vulnerables que aquellos en tierra firme”, explicó.
La evaluación, continuó, ayuda a los científicos a identificar patrones a gran escala y a comprender el funcionamiento del bosque. Los resultados se optimizan gracias a la conexión con investigaciones a nivel micro y local. Para hacer frente al ritmo acelerado de los impactos y daños en el ecosistema, es esencial plantear primero posibles adaptaciones antes de prever una regeneración efectiva.
“Uno de los problemas de estas grandes crisis climáticas es que no podemos detenerlas, dada su velocidad y magnitud. Lo único que podemos hacer es adaptarnos, intentar comprender mejor lo que está ocurriendo y predecir cómo estos cambios se acumularán a lo largo de las décadas. Así podremos idear mejores estrategias para preservar estos bosques y ayudar a las personas que dependen de ellos”, explicó.
Al seguir de cerca la salud de los humedales durante años, los especialistas pueden identificar las áreas que deben protegerse antes de que el daño sea irreversible. Mientras haya investigación, hay esperanza.
“Cualquier científico que trabaje en ecología y cambio climático experimenta una montaña rusa emocional. A veces, uno se vuelve completamente pesimista. Otras, surge un momento de optimismo. Lo que importa es que hemos tratado de involucrar a las comunidades locales, quienes tienen el mayor potencial para proteger y marcar la diferencia. Y a veces ni siquiera son conscientes del poder que tienen”, añadió el investigador.
Bosque estresado
En el trabajo de la química Luciana Gatti, los signos de la deforestación y la crisis se detectan en el aire. Ella coordina el Laboratorio de Gases de Efecto Invernadero (LaGEE) del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de Brasil. Desde 2003, se dedica al estudio del cambio climático, con un enfoque particular en el papel de la Amazonia en la emisión y absorción de carbono.
La medición de las emisiones comenzó en 2004, en la Selva Nacional de Tapajós, en Pará. Desde 2010, los esfuerzos se han extendido a otras zonas de la Amazonia. Pequeñas avionetas sobrevuelan puntos específicos de la selva, donde se recogen muestras de aire que luego se almacenan en viales para su análisis.
Este proceso permite calcular si el bosque actúa como fuente o sumidero de carbono, es decir, si mantiene su capacidad de absorber más gases de efecto invernadero de los que emite.
“La primera observación fue que una sección de la Amazonia es muy diferente de otra. La mayoría de los científicos utilizan un índice único para todo el bioma, pero nosotros descubrimos que, a medida que la selva se talaba, disminuían las precipitaciones y aumentaba la temperatura de la región en 40 años. Esto ocurría principalmente durante la estación seca, entre agosto y octubre. La deforestación no solo implica la pérdida de carbono y las emisiones de gases de efecto invernadero, sino que también altera las condiciones climáticas en las áreas del bosque que aún no han sido deforestadas”, explicó Gatti.
En otras palabras, el bosque, rodeado por la deforestación invasora, ha estado sometido a estrés.
“Estamos matando el bosque directa e indirectamente. El árbol no puede realizar la fotosíntesis. Está tan seco bajo tierra que se ve obligado a cerrar los poros, por decirlo de alguna manera, para no perder agua y seguir vivo. Por eso, los árboles de las regiones más deforestadas emiten siete veces más carbono que los de las zonas menos deforestadas”, añadió.
Lo ideal sería que el balance de carbono del bosque fuera neutro, es decir, que las emisiones y la absorción se anularan mutuamente. Sin embargo, con la deforestación, la propia selva se convierte en una fuente de carbono y pierde su capacidad de regular el clima. No hay otra solución, advirtió la científica, que detener la destrucción y priorizar los proyectos de restauración forestal.
“Necesitamos un plan de supervivencia para restaurar las zonas perdidas de la Amazonia. Tengo una sugerencia: pongámonos como objetivo reducir la cabaña ganadera brasileña en un 44%, ya que es de donde provienen la mayoría de las emisiones de gases de efecto invernadero, y puesto que la mayoría de las zonas deforestadas se convierten en pastizales”, afirmó. “Nuestro plan de supervivencia es plantar árboles. Reducen la temperatura y nos protegen de las olas de calor y los fenómenos extremos. Quien diga que destruir la selva trae progreso no sabe lo que dice. Salvar al pueblo brasileño exige salvar la Amazonia. Todos deberíamos ser activistas”, concluyó la investigadora.
*El equipo de reporteros viajó invitado por CCR, la mayor empresa de infraestructuras de movilidad de Brasil, patrocinadora de TEDxAmazônia 2024.
Fuente de esta noticia: https://agenciabrasil.ebc.com.br/es/meio-ambiente/noticia/2025-01/tecnologias-avanzadas-monitorean-aire-y-biodiversidad-en-la-amazonia
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