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4 principios para interactuar con la ciencia sin minar la autoridad de la Biblia

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En el siglo XV estalló la controversia sobre si la Tierra era o no el centro del universo. Galileo Galilei en 1632 publicó su Diálogos sobre los dos máximos sistemas del mundo y defendió la idea de que realmente era la tierra la que giraba alrededor del sol. Esto le costó la censura y posterior condena de parte de la Iglesia católica romana, quien respondió argumentando que declarar que el sol era el centro del universo comprometía la revelación de las Escrituras.

A pesar de esto, la popularidad del modelo heliocéntrico fue creciendo y fue finalmente demostrado por la comunidad científica de ese entonces. Sin embargo, el resultado no fue solo la aceptación de esta teoría, sino también una progresiva pérdida de confianza en la verdad revelada en la Palabra de Dios respecto a la creación.

La reflexión de este episodio histórico nos devuelve al centro de un problema que sigue vigente: ¿Cómo los creyentes deben relacionarse con los descubrimientos científicos sin comprometer la autoridad de la Escritura?

Para esto, el Dr. Hans Madueme, en su libro Defending Sin: A Response to the Challenge of Evolution and the Natural Sciences [En defensa de la doctrina del pecado: Una respuesta a los desafíos de la evolución y las ciencias naturales], propone cuatro principios fundamentales que pueden guiar esta interacción de manera bíblica.

1. Debemos reconocer que el naturalismo no es la única explicación

Gran parte del conocimiento científico parte de la suposición de que el universo y sus causas deben ser explicados en términos puramente materiales, lo que tradicionalmente es llamado naturalismo. Esto implica que cualquier causa sobrenatural (como Dios y Su providencia) son simplemente descartadas a priori como explicaciones posibles de lo que observamos en el universo.

¿Cuál es el problema con esto? El gran problema es que el naturalismo es una posición filosófica que ni siquiera puede ser probada científicamente. Sin embargo, como afirma Madueme, la comunidad científica, al cerrarse a las explicaciones sobrenaturales, se acerca a la ciencia como si el naturalismo fuera verdadero. Esto lleva a una imagen incompleta de la realidad y afecta, lógicamente, cómo interpretamos la evidencia científica.

El conocimiento bíblico sobre la creación funciona como juez y autoridad máxima de todas las demás fuentes de autoridad y verdad

Por ejemplo, al ver la capacidad humana de cantar (considerando todas las complejidades del aparato fonatorio y su delicado ensamblaje para producir armonías), ¿cuál sería la explicación más razonable de su existencia? El naturalismo diría: «El aparato fonatorio fue desarrollado por un proceso evolutivo durante millones de años por medio de la selección natural, sin una guía o diseño particular». En otras palabras, la capacidad de producir música es simplemente un accidente de la naturaleza, sus mutaciones aleatorias y las presiones ambientales.

¿Esta es una explicación satisfactoria? ¡Por supuesto que no! Cualquiera que se haya emocionado al escuchar a alguien cantar sabe dentro de sí que no puede ser un accidente. Es mucho más razonable pensar que la coordinación afinada de los músculos, las cuerdas vocales, la resonancia en las cavidades y el control de la respiración son componentes que fueron diseñados inteligentemente por Dios con el propósito de alabar Su nombre y producir belleza en Su creación (ver Sal 95:1-2; 104:24; 139:14).

Por esto, la ciencia, en lugar de adherirse únicamente al naturalismo metodológico (que restringe las explicaciones científicas a causas puramente naturales), debería estar abierta a las explicaciones sobrenaturales: por ejemplo, la creación, los milagros, la resurrección de Cristo, etc. En relación a esto, Madueme afirma que la Palabra de Dios es esencial «para guiarnos mientras exploramos el mundo que Dios ha hecho; la ciencia debería someterse a la Escritura y no competir con ella» (p. 65).

2. Debemos conocer bien la doctrina de la autoridad e inerrancia de la Escritura

En el ámbito científico, hay una tendencia a considerar el conocimiento producido por la ciencia como más seguro y confiable que las Sagradas Escrituras. De hecho, no solo hoy, sino que a lo largo de la historia, muchos pasajes de la Biblia han sido reinterpretados a la luz de los descubrimientos científicos.

Sin embargo, como creyentes que desean aproximarse al campo de la ciencia, debemos asumir que la Escritura ocupa una posición preponderante. La Escritura es, como afirmaban los reformadores, la norma normans non normata (norma que norma y que no es normada).

En palabras de Madueme, la Biblia tiene «una prioridad epistemológica» sobre la ciencia y la creación (p. 66). Esto quiere decir que el conocimiento proporcionado por la Biblia sobre la creación funciona como juez y autoridad máxima de todas las demás fuentes de autoridad y verdad (ya sea la tradición, la razón o la ciencia).

Reconocer la inspiración y autoridad que Dios le ha dado a Su Palabra (2 Ti 3:15-17; Sal 19:7-8; 119:160; Jn 17:17; 1 P 1:24-25) nos debe llevar a tener confianza en que las doctrinas fundamentales de la fe cristiana no están sujetas a revisiones científicas, ya que su fundamento se encuentra en la revelación infalible de Dios para Su pueblo.

3. Debemos recordar que el conocimiento científico es falible

La ciencia y sus explicaciones se actualizan a una velocidad que no tiene comparación. Hay teorías que la comunidad científica creía hace algunos años que hoy están completamente descartadas. Por ejemplo, hace menos de 150 años se creía que el átomo era la unidad más pequeña o, en la década de 1990, se pensaba que el cerebro adulto no tenía la capacidad de generar nuevas neuronas. Sin embargo, ambas teorías han sido descartadas por los nuevos descubrimientos de la física nuclear y la neurociencia.

La ciencia puede iluminar aspectos de la creación, pero las Escrituras deben seguir siendo la norma suprema

Esto nos debe recordar, como afirma Madueme, que «la ciencia, como tal, es falible y está condicionada por la finitud y la caída humana. Las evaluaciones científicas del pasado primordial son especialmente propensas a nuestras limitaciones epistémicas y necesitan el testimonio correctivo de la revelación divina» (p. 59).

Reconocer que la ciencia es falible es relevante para los cristianos, porque nos permite estar abiertos a revisar o rechazar cualquier teoría científica que viole alguna doctrina bíblica central de la Biblia (p. 60). En contraste, son las teorías científicas las que deben ser recibidas provisionalmente y evaluadas a la luz de nuevas evidencias o argumentos, en lugar de asumir que las teorías científicas actuales son definitivas o infalibles.

4. Debemos evitar el intento de reconciliar todos los “conflictos” entre ciencia y fe

Finalmente, Madueme advierte contra la tendencia de algunos cristianos de intentar reconciliar automática e ingenuamente cualquier conflicto entre la ciencia y las Escrituras. En cambio, propone un enfoque flexible en el que las teorías científicas pueden evaluarse caso por caso. Algunas teorías pueden aceptarse provisionalmente, mientras que otras deben ser rechazadas si contradicen claramente la revelación de la Biblia (por ejemplo, desde mi perspectiva, la teoría de la evolución).

Este enfoque reconoce que la ciencia y la teología tienen sus propios dominios de competencia y que ambas pueden dialogar sin necesidad de forzar una concordancia total. La ciencia puede iluminar aspectos de la creación, pero las Escrituras deben seguir siendo la norma suprema. Así, en caso de conflicto, las enseñanzas bíblicas tienen la última palabra.

Volviendo al fundamento

Al reconocer estos cuatro principios básicos podemos poner en un lugar apropiado el trabajo realizado por humanos en el descubrimiento del mundo natural, lo cual es algo hermoso que el Señor nos ha permitido hacer.

Sin embargo, debemos sostener por la confianza y la autoridad de la Palabra de Dios que no hay descubrimiento humano que pueda negar la realidad de que Dios se ha encarnado para salvar a la humanidad de sus pecados por medio de Su muerte en la cruz. La autoridad de esa verdad descansa en el Dios que lo ha declarado en Su Palabra.

 

Roberto Martínez
Fuente de esta noticia: https://www.coalicionporelevangelio.org/articulo/interaccion-ciencia-biblia/

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