¿Son todos los aerosoles malos para el medio ambiente?

¿Sabes qué tienen en común las puestas de sol más vibrantes, los cielos cubiertos de nubes y los días que provocan tos? Se deben a los aerosoles, es decir, a pequeñas partículas que flotan en el aire. Los aerosoles pueden ser gotitas diminutas, partículas de polvo, trocitos de carbón negro fino y otros elementos que, al flotar por la atmósfera, cambian todo el equilibrio energético del planeta.

Los aerosoles tienen un efecto enorme en el clima del planeta. Algunos de ellos, como el carbono negro y marrón, calientan la atmósfera terrestre, mientras que otros, como las gotas de sulfato, la enfrían. La comunidad científica cree que, en conjunto, todos los aerosoles acaban enfriando ligeramente el planeta. Pero aún no está del todo claro cuánto y cómo puede variar ese efecto a lo largo de días, años o siglos.

¿Qué son los aerosoles?

El término aerosol engloba muchos tipos de pequeñas partículas que quedan suspendidas en la atmósfera, desde la superficie del planeta hasta los confines del espacio. Pueden ser sólidos o líquidos, infinitesimales o lo bastante grandes como para verlos a simple vista.

Los aerosoles “primarios”, como el polvo, el hollín o la sal marina, proceden directamente de la superficie del planeta. Los vientos racheados los elevan a la atmósfera, los volcanes los lanzan a gran altura al explotar, y también son arrastrados por las chimeneas y las llamas. Los aerosoles “secundarios” se forman cuando diferentes elementos que flotan en la atmósfera (compuestos orgánicos liberados por las plantas, gotas de ácido líquido u otros materiales) chocan entre sí, culminando en una reacción química o física. Los aerosoles secundarios, por ejemplo, forman la neblina que da nombre a las Grandes Montañas Humeantes de Estados Unidos.

Los aerosoles proceden de fuentes naturales y humanas, y a veces de ambas a la vez. El polvo, por ejemplo, se arrastra desde los desiertos, las orillas secas de los ríos, los lechos secos de los lagos y otros lugares. Sus concentraciones en la atmósfera aumentan y disminuyen con el clima; en periodos fríos y secos de la historia del planeta, como la última glaciación, la atmósfera se llenó más de polvo que durante periodos más cálidos de la historia de la Tierra. Pero los humanos han alterado ese ciclo natural, haciendo que algunos lugares sean más polvorientos de lo que serían en otras circunstancias y manteniendo húmedas otras zonas.

Las sales marinas son otra fuente natural de aerosoles. El viento y el rocío marino las sacan del océano y tienden a llenar las partes bajas de la atmósfera. En cambio, algunos tipos de erupciones volcánicas muy explosivas pueden disparar partículas y gotitas a las capas altas de la atmósfera, donde pueden flotar durante meses o incluso años, suspendidas a kilómetros de altura sobre la superficie terrestre.

La actividad humana produce muchos tipos diferentes de aerosoles. La quema de combustibles fósiles produce partículas, así como los conocidos gases de efecto invernadero como el dióxido de carbono (CO₂), por lo que los coches, los aviones, las centrales eléctricas y los procesos industriales producen partículas que pueden acumularse en la atmósfera. La agricultura produce polvo, así como otros productos como el nitrógeno aerosolizado, que afectan a la calidad del aire de cerca y de lejos.

En general, los seres humanos han aumentado la cantidad total de partículas que flotan en la atmósfera, que ahora es aproximadamente el doble de polvorienta que en el siglo XIX. La cantidad de material muy fino (generalmente denominado “PM2,5”, es decir, partículas de menos de 2,5 micras) ha aumentado aproximadamente un 60% desde antes de la Revolución Industrial. La presencia de otros aerosoles, como el ozono, también ha aumentado, con graves consecuencias para la salud en todo el mundo.

La contaminación atmosférica se ha relacionado con un mayor riesgo de cardiopatías, accidentes cerebrovasculares, enfermedades pulmonares y asma, entre otras. Según algunas estimaciones recientes, las partículas finas en el aire contribuyen al años a más de 6,7 millones de muertes prematuras en todo el mundo, siendo los niños y los ancianos los más afectados. Los riesgos para la salud derivados de la exposición a partículas finas son mayores en China y la India, sobre todo en las zonas urbanas. Algunos informes de 2024, apuntan a que en 2021 contaminación atmosférica causó 8,1 millones de muertes en todo el mundo.

¿Cómo influyen los aerosoles en el clima?

Los aerosoles influyen en el clima principalmente de dos formas: modificando la cantidad de calor que entra o sale de la atmósfera o afectando a la forma en que se forman las nubes.

Algunos aerosoles, como muchos tipos de polvo de rocas molidas, son de color claro e incluso un poco reflectantes. Cuando los rayos del sol inciden sobre ellos, los devuelven a la atmósfera, impidiendo que el calor llegue a la superficie terrestre. El efecto puede ser dramático: la erupción volcánica del Monte Pinatubo en 1991, en Filipinas, arrojó el equivalente a 3,1 kilómetros cuadrados de diminutas partículas de roca reflectante en la estratosfera, enfriando el planeta durante dos años. Del mismo modo, la erupción del Tambora de 1815 provocó un épico “Año sin Verano” que abarcó todo el planeta, tan frío y sombrío que inspiró la oscura novela de terror de Mary Shelley, Frankenstein.

Pero otros aerosoles, como las pequeñas motas de carbono negro procedentes del carbón o la madera quemados, hacen lo contrario: absorben el calor del sol cuando este cae, lo que acaba calentando la atmósfera, aunque enfriando la superficie de la Tierra al impedir que el calor escape. En conjunto, ese efecto es probablemente menor que el enfriamiento que inducen la mayoría de los aerosoles, pero dista mucho de ser inexistente, y cuanto más material a base de carbono se acumule en la atmósfera, más se calentará esta.

Los aerosoles también influyen en la formación y el crecimiento de las nubes. Las gotas de agua se unen fácilmente alrededor de las partículas, por lo que una atmósfera rica en partículas favorece la formación de nubes. Las nubes blancas reflejan el sol entrante, impidiendo que llegue a la superficie y caliente la tierra o el agua, pero también absorben el calor que el planeta emite constantemente hacia el exterior, atrapándolo en la baja atmósfera. Según el tipo de nube y su ubicación, pueden calentar o enfriar su entorno.

Los aerosoles tienen una complicada serie de efectos sobre el planeta, pero el ser humano ha influido directamente en su presencia, abundancia y distribución. Y aunque los efectos sobre el clima son complejos, los impactos sobre la salud son claros: cuanto más material fino haya en el aire, más perjudicada se verá nuestra salud.