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“No toques al ungido del Señor”: Entendiendo un texto sacado de contexto

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Si hay una frase en la Biblia que, en tiempos recientes, ha sido torturada hasta confesar una mentira, es esta: «No toques al ungido del Señor». La escucho con frecuencia en las conversaciones cristianas actuales. Por lo general, se utiliza para advertir a quienes critican las enseñanzas cuestionables o el estilo de vida de un predicador famoso o líder de iglesia. Se asume que esa es una zona intocable.

La interpretación popular de esta frase sostiene que, si dices algo negativo sobre «un siervo ungido de Dios», algo terrible te sucederá. Incluso podrías morir de una manera horrible. Esto no es más que la religión tradicional africana infiltrándose en la iglesia por la puerta trasera. En África, no se dice nada negativo contra una persona mayor, un líder tribal o un brujo. Si lo haces, algo desagradable podría ocurrirte. ¡Incluso te podría salir una barba en la nuca!

¿Dónde se encuentra esta enseñanza?

Salmos: Refiriéndose a Israel

«No toquen a Mis ungidos» se encuentra en primera persona en el Salmo 105:15. La declaración completa dice:

Cuando [los israelitas] eran pocos en número,
Muy pocos, y extranjeros en el país,
Cuando vagaban de nación en nación,
Y de un reino a otro pueblo,
Él no permitió que nadie los oprimiera,
Y por amor a ellos reprendió a reyes, diciéndoles:
«No toquen a Mis ungidos,
Ni hagan mal a Mis profetas» (Sal 105:12-15).

Aquí, la frase se refiere a Israel como nación; y, más específicamente, a los profetas que el Señor había enviado a ministrar entre Su pueblo.

1 y 2 Samuel: Refiriéndose a Saúl

Esto es ilustrado varias veces en la vida de David, quien ya había sido ungido como el próximo rey de Israel. El rey Saúl, al no querer que David tomara su lugar, intentó por todos los medios matarlo. Sin embargo, en un giro de las circunstancias, fue David quien tuvo varias oportunidades de acabar con la vida de Saúl. A pesar de ello, David se abstuvo y dijo: «El SEÑOR me guarde de hacer tal cosa contra mi rey, el ungido del SEÑOR, de extender contra él mi mano, porque es el ungido del SEÑOR» (1 S 24:6; ver también 1 S 24:10; 26:9-11).

Lo que hace esto aún más significativo es que, para ese momento, Saúl ya había sido rechazado por Dios debido a su desobediencia. Aun así, David se abstuvo de destronarlo. Es como si David hubiera dejado en manos de Dios tratar con Saúl en Su tiempo, algo que ocurrió unos años después en una batalla.

La lección queda claramente establecida cuando el hombre que acabó con el herido Saúl en batalla es ejecutado por orden de David (2 S 1:14-16). Este individuo pensó que David lo elogiaría por deshacerse de su enemigo pero, en lugar de eso, David ordenó a sus guardias que lo mataran porque había dado muerte al ungido del Señor.

¿Cómo podemos aplicar esta frase hoy?

El contexto del Antiguo Testamento 

Cuando esto se lleva a los predicadores de hoy, ¿cuál es la aplicación correcta? ¿Enseña lo que Dios enseñó en el Salmo 105:15 y lo que David hizo en 1 y 2 Samuel que no debemos expresar ninguna opinión negativa sobre los pastores y que si lo hacemos nos puede pasar algo malo?

La primera prueba que refuta esta perspectiva se encuentra en el mismo 1 Samuel. ¿Acaso Saúl fue criticado cuando hizo algo claramente incorrecto? Sí, lo fue. El propio Samuel criticó a Saúl en varias ocasiones, hasta que Dios le dijo que había rechazado el reinado de Saúl. Aunque continuó sirviendo como rey, Dios ya lo había abandonado. Si criticar al «ungido del Señor» fuera algo indebido, entonces Samuel habría estado equivocado al reprender a Saúl, y Natán habría estado equivocado al reprender a David en 2 Samuel 13.

«No toques al ungido del Señor» se refiere a causar daño, especialmente daño físico. No tiene que ver con no expresar una crítica legítima. Los maestros públicos deben ser irreprensibles. Ese es uno de sus requisitos. Si incurren en enseñanzas heréticas o una vida inmoral, se descalifican a sí mismos. Por tanto, aquellos de nosotros que somos conscientes de sus tratos deshonestos o de sus peligrosas enseñanzas debemos dar la voz de alarma públicamente. Debemos advertir a los incautos para que no caigan en sus redes. Los pecados públicos deben ser reprendidos públicamente.

La aplicación del Nuevo Testamento

Pablo mencionó a maestros heréticos y exhortó a la iglesia a mantenerse a una distancia segura de ellos. Escribió a Timoteo:

Evita las palabrerías vacías y profanas, porque los dados a ellas conducirán más y más a la impiedad, y su palabra se extenderá como gangrena. Entre ellos están Himeneo y Fileto, que se han desviado de la verdad diciendo que la resurrección ya tuvo lugar, trastornando así la fe de algunos (2 Ti 2:16-18).

¿Acaso estaba «tocando» al ungido del Señor? No, pero ciertamente estaba señalando públicamente a aquellos que enseñaban herejías.

De manera similar, Juan señaló a un líder de la iglesia que se había descalificado por la forma en que ejercía su liderazgo. Escribió:

Escribí algo a la iglesia, pero Diótrefes, a quien le gusta ser el primero entre ellos, no acepta lo que decimos. Por esta razón, si voy, llamaré la atención a las obras que hace, acusándonos injustamente con palabras maliciosas. No satisfecho con esto, él mismo no recibe a los hermanos, se lo prohíbe a los que quieren hacerlo y los expulsa de la iglesia (3 Jn 9-10).

¿Acaso Juan estaba «tocando» al ungido del Señor? Nuevamente, no, pero sí estaba nombrando públicamente a quien con su estilo de vida estaba poniendo en peligro a la iglesia.

Algunas palabras finales

No estoy justificando la difamación ni la calumnia. Sin embargo, ese no es el tema aquí. La frase «No toques al ungido del Señor» no se está utilizando para combatir la difamación de carácter, sino para silenciar a quienes intentan testificar contra predicadores inmorales y heréticos. La corrupción en la iglesia se multiplica mientras la mayoría silenciosa no se atreve a hablar por temor a tocar al ungido del Señor. ¡Es una epidemia! Pastores carismáticos extremos están vaciando los cofres de las iglesias para llenar sus propios bolsillos y embarazando a jóvenes en las congregaciones. Sin embargo, aquellos que poseen evidencia no se atreven a hablar por temor a tocar al ungido del Señor y a sufrir alguna consecuencia negativa. Ese es el verdadero problema. Claramente, esa interpretación del Salmo 105:15 y 1 Samuel es incorrecta.

El amor exige que rescate del peligro a quienes amo. Por lo tanto, si un predicador que ha caído en una vida inmoral o en enseñanzas heréticas es alguien con quien tengo una relación personal, el amor debería impulsarme a hablar con él en privado, con el propósito de restaurarlo al orden bíblico. Sin embargo, si su arrepentimiento no es tan evidente como su pecado, si no tengo una relación personal con él o si sus enseñanzas heréticas o su vida inmoral se han extendido demasiado y están arruinando la fe de muchos, ese mismo amor debería motivarme a oponerme públicamente a él, con el fin de restaurar la fe de muchos. Por lo tanto, el amor debe llevar a cualquier verdadero predicador de la palabra a no guardar silencio cuando la fe de muchos está siendo destruida, como ocurre hoy.

El precedente del apóstol Pablo

Pablo reprendió públicamente a Pedro cuando actuó de manera desordenada y su comportamiento estaba a punto de socavar el evangelio. Esto ni siquiera era herejía, pero sí tenía efectos peligrosos a largo plazo. Pablo escribe:

Pero cuando Pedro vino a Antioquía, me opuse a él cara a cara, porque él era digno de ser censurado. Porque antes de venir algunos de parte de Jacobo, él comía con los gentiles, pero cuando aquellos vinieron, Pedro empezó a retraerse y apartarse, porque temía a los de la circuncisión. Y el resto de los judíos se le unió en su hipocresía, de tal manera que aun Bernabé fue arrastrado por la hipocresía de ellos. Pero cuando vi que no andaban con rectitud en cuanto a la verdad del evangelio, dije a Pedro delante de todos: «Si tú, siendo judío, vives como los gentiles y no como los judíos, ¿por qué obligas a los gentiles a vivir como judíos?» (Gá 2:11-14).

Evidentemente, Pablo no consideró que reprender públicamente a Pedro fuera «tocar al ungido del Señor».

Conrad Mbewe
Fuente de esta noticia: https://www.coalicionporelevangelio.org/articulo/tocar-ungido-senor-contexto/

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