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Vie. Ene 10th, 2025
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Cuando era adolescente, no sabía nada sobre la doctrina cristiana de la vocación. Pensaba que solo algunas personas realizaban trabajos verdaderamente importantes: mi pastor, que servía a Dios; o misioneros, médicos y grandes líderes, quienes, según creía, estaban cambiando el mundo. Nunca se me ocurrió que el trabajo cotidiano que conocía (agricultura y construcción) pudiera ser un llamado de Dios o que podía marcar una diferencia significativa.

Estaba equivocado.

Tal vez tengas una perspectiva similar. Quieres que tu vida tenga un propósito. Anhelas trascendencia. Pero quizás no tienes claro cómo esos deseos legítimos se conectan con las tareas comunes que realizas a diario. Si eres un creyente comprometido, es posible que te preguntes: ¿Son algunos trabajos más cristianos que otros? ¿Estoy realmente cambiando el mundo mientras cambio neumáticos o pañales? La doctrina bíblica del llamado, o vocación, puede responder esas preguntas y guiarte hacia una comprensión correcta de cómo trabajar para Dios, sin importar cuál sea tu ocupación.

¿Qué es la vocación?

El padre de la iglesia del siglo IV, Eusebio, afirmó que quienes «tienen mentes para la agricultura, el comercio y otros intereses más seculares» poseen «un tipo de piedad de grado secundario». Según esta perspectiva, solo quienes trabajaban en la iglesia demostraban una piedad de primer nivel. Los cristianos medievales posteriores adoptaron este razonamiento, considerando que únicamente los trabajadores de la iglesia tenían una vocación; los demás simplemente trabajaban. Esta falsa distinción fue desafiada por la Reforma protestante, que rescató la devoción del confinamiento monástico y la extendió al resto del mundo de Dios.

En las Escrituras, el término «llamado» casi siempre se refiere a la invitación de Dios a Su pueblo a la fe, a la obra del Espíritu que genera esa fe o a la vida activa de fe. En este sentido, lo que denominamos vocación es solo una parte —aunque significativa— de nuestro llamado general a vivir de manera honorable delante de Dios. Nuestra vocación principal es amar al Señor sobre todas las cosas y a nuestro prójimo como a nosotros mismos.

La fe en Dios y la obediencia a Su Palabra tienen el poder de transformar cualquier labor legítima en un acto de adoración

Pero, al menos en un pasaje, las Escrituras amplían el sentido del llamado cristiano. Pablo exhorta a cada creyente a «andar según el llamamiento que recibió de Dios, conforme a lo que el Señor le asignó» (1 Co 7:17). Pablo da el ejemplo de un siervo que se convierte en cristiano mediante el llamamiento eficaz, el regalo de la regeneración. Incluso en una posición humilde, un cristiano es libre para servir al Señor. Juan Calvino entendió que este pasaje aplica a las vocaciones de sastres y comerciantes, por mencionar dos ejemplos.

Enlistados al servicio de Dios

Después de su conversión, los recaudadores de impuestos y los soldados no dejaron sus trabajos. Continuaron en sus vocaciones, pero ahora con un nuevo Señor y motivos transformados (Lc 3:10-14). Ahora le pertenecían a Dios y trabajaban para Su gloria. La doctrina cristiana de la vocación nos enseña que incluso los siervos —y todos los que tengan un trabajo difícil o poco deseable— pueden trabajar «de corazón, como para el Señor y no para los hombres, sabiendo que del Señor recibirán la recompensa de la herencia». Pablo les recuerda que es «a Cristo el Señor a quien sirven» (Col 3:22-24).

No hay razón para que las personas que realizan un trabajo válido cambien de profesión cuando se convierten al cristianismo; pueden servir a Dios donde están al momento de ser llamados a la fe. El maravilloso punto de Pablo es que el evangelio se adapta igualmente bien a quienes están empleados en cualquier trabajo honorable (1 Co 10:31). La vocación dignifica todo esfuerzo legítimo.

Los tres ingredientes de la vocación

Al menos tres cosas son necesarias para disfrutar de un verdadero llamado de Dios.

1. La perspectiva correcta

Dorothy Sayers dijo que el resultado de nuestro trabajo «será determinado por nuestra visión religiosa: como somos, así hacemos». Existe una clara diferencia en cómo los creyentes y los no creyentes abordan sus diversas responsabilidades. Sin confiar en Dios, algunos podrían usar el trabajo para buscar riqueza, hacerse un nombre (Gn 11:4) o intentar encontrar satisfacción fuera de Cristo. Otros podrían caer en la tentación de evadir sus responsabilidades porque nadie los observa, o sentirse descontentos porque su trabajo parece insignificante. Sin embargo, la fe en Dios y la obediencia a Su Palabra tienen el poder de transformar cualquier labor legítima en un acto de adoración.

Un trabajo es digno de nuestro esfuerzo si está en armonía con el mandato original de Dios de que los seres humanos administren la tierra en sumisión a Él

No todo trabajo es intrínsecamente gratificante. Todo trabajo tiene desafíos (Ec 1:13). Sin embargo, una perspectiva vocacional puede ayudarte a trascender las dificultades de trabajar en un mundo caído. Las diferentes áreas de nuestra vida —trabajo, iglesia, familia y recreación— deben ser guiadas por la confianza en Dios y el deseo de glorificarlo.

2. Emprendimiento válido

Puedes glorificar a Dios en cualquier labor que emprendas, siempre y cuando sea un trabajo noble. Dios reconoce como vocaciones únicamente aquellas labores que Él aprueba y que pueden realizarse conforme a Su ley. No puedes glorificar al Señor simplemente adoptando una actitud piadosa en un trabajo corrupto o inmoral. Los constructores de la Torre de Babel trabajaron diligentemente, pero carecían de un llamado válido porque su proyecto desagradó al Señor.

Un trabajo es digno de nuestro esfuerzo si está en armonía con el mandato original de Dios de que los seres humanos administren la tierra en sumisión a Él (Gn 1:28). Un trabajo legítimo debe glorificar a Dios al servir a las personas. Por lo tanto, algunas ocupaciones no pueden considerarse un llamado de ninguna manera: no puedes, por ejemplo, ser un prestamista usurero, pornógrafo o ladrón.

Cualquier cosa que hagas será agradable a Dios si es un trabajo noble, realizado para Su gloria, con fe genuina y con tu mejor esfuerzo

Esto no significa que todo trabajo legítimo se sentirá como un llamado. Sin embargo, aunque un empleo ordinario no sea tu carrera ideal, puede ser el lugar donde vivas tu fe, ya sea por un tiempo o incluso durante toda tu vida.

3. Trabajo fiel

La vocación no solo define el porqué y el dónde del trabajo, sino también el cómo. El pueblo de Dios, creado a Su imagen, debe realizar algo que valga la pena, con la perspectiva correcta.

Trabajar en el reino de Dios significa realizar un trabajo de calidad que honre el segundo gran mandamiento (Mt 22:39). Esto implica producir un producto de excelencia o brindar un servicio excelente mientras usas tu vocación para amar a tu prójimo. Para los cristianos, el trabajo no es un medio para avanzar pisoteando a otros, sino una forma de valorar los intereses de los demás (Fil 2:4).

La vocación es la doctrina que necesitas para dignificar el trabajo y colocarlo en el lugar que le corresponde según el diseño de Dios. En un mundo caído, no puedes hacer lo que quieras, sin importar lo que dicte tu corazón. Pero cualquier cosa que hagas será agradable a Dios si es un trabajo noble, realizado para Su gloria, con fe genuina y con tu mejor esfuerzo.

William Boekestein
Fuente de esta noticia: https://www.coalicionporelevangelio.org/articulo/trabajo-cristiano-vocacion/

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