La historia de Naamán en 2 Reyes 5 comienza como muchos otros pasajes de la Biblia. Un hombre enfermo recibe un milagro inmerecido. Después, llega a la convicción de que el Dios de Israel es el único Dios verdadero y declara que adorará al Señor a partir de ese momento. La gracia y el poder de Dios se manifiestan en este final feliz.
Pero lo que Naamán pide después transforma una historia conocida en una intrigante. Como parte de su trabajo como mano derecha del rey de Siria, Naamán debe asistir al culto sirio. Por eso, le pregunta a Eliseo si el Señor podría perdonarlo por inclinarse ante el dios falso junto a su jefe.
¿Estaba Naamán ya buscando excusas para pecar? ¿Acaso no conocía las advertencias previas sobre los celos y la santidad de Dios? Paso a la siguiente página en la Biblia, preparado para que Eliseo traiga consigo un juicio contundente del Antiguo Testamento. En cambio, me sorprende cuando responde: «Vete en paz» (2 R 5:19).
¿Paz? A simple vista, parece que Eliseo está aprobando la adoración falsa, pero la historia tiene más profundidad. Reflexionemos sobre lo que significa la respuesta de Eliseo y lo que podemos aprender de ella al leer los libros de los Reyes hoy.
La respuesta de Eliseo muestra la compasión de Dios
Si entendemos que la audiencia original era el pueblo de Dios viviendo años después en la cautividad babilónica, este extraño giro empieza a tener más sentido. Así como Naamán quería adorar a Dios en tierra extranjera, el pueblo de Dios deseaba adorarle a pesar de su traslado a Babilonia. Solo puedo imaginar lo alentador que habría sido escuchar esta historia y sentirse comprendidos, al darse cuenta de que Dios sabía cuán incómodos y atrapados se sentían entre el mundo que añoraban (donde podían adorarle libre y obedientemente) y el mundo en el que vivían (rodeados de una cultura pagana y sin culto en el templo).
Dios conocía su situación. La historia de Naamán les mostró que el Señor entendía que estaban atrapados entre su fe y sus responsabilidades laborales. Los exiliados seguramente lucharon por saber cómo responder cuando sus jefes gentiles usaban blasfemias babilónicas, servían cerdo en las fiestas del trabajo y decoraban sus tiendas para festividades paganas. El comentarista Peter Leithart escribe: «La respuesta de Eliseo es notable y muestra algo de la gentileza de Dios al tratar con los creyentes en circunstancias morales y políticas complicadas».
Vivir en la sociedad actual puede parecerse mucho a la experiencia de los israelitas en el exilio. Nos enfrentamos a diversas preguntas: ¿Debería enseñar un plan de estudios escolar que contradice mis creencias? ¿Debería renunciar a un trabajo que exhibe pegatinas LGBT+ en la ventana de su tienda? ¿Entenderá mi jefe si solicito libre el Día del Señor? En esta historia del mundo antiguo, percibimos la compasión de Dios hacia nosotros mientras buscamos cómo estar en el mundo moderno, pero no ser parte de él (Jn 17:14-15).
El pecado de Giezi resalta la verdadera adoración de Naamán
La adoración de Naamán —una adoración de corazón al Dios verdadero— es lo que Dios desea más que una adoración meramente externa y de rodillas. David lo explicó en el Salmo 51:17: «Los sacrificios de Dios son el espíritu contrito; / Al corazón contrito y humillado, oh Dios, no despreciarás».
Para resaltar esta verdad, la historia da un giro cuando Naamán se marcha y el siervo de Eliseo, Giezi, lo persigue. Aquí se presenta un marcado contraste entre Naamán, mano derecha del rey de Siria, y Giezi, mano derecha de Eliseo. Aunque Eliseo se negó a aceptar regalos de Naamán, Giezi recibió de su parte en secreto bienes costosos y luego mintió a Eliseo sobre ello.
Giezi dobló su rodilla ante Dios mientras inclinaba su corazón hacia las hermosas vestiduras y la plata. Eliseo —quien acababa de pronunciar paz sobre Naamán— maldijo la desobediencia de Giezi. Como consecuencia, la lepra se aferró a él y a sus descendientes, excluyéndolos para siempre del culto a Dios. Este contraste es digno de atención: tanto Naamán como Giezi afirmaban adorar a Dios, pero Dios vio más allá de sus rodillas y examinó sus corazones (1 S 16:7). Debemos preguntarnos qué ve Dios en el nuestro.
Muchos Giezis se sientan en los bancos de nuestras iglesias, doblando la rodilla ante Dios mientras sus corazones persiguen a los dioses financieros y de moda de hoy: agendas sociales llenas, casas costosas, poder político o notoriedad en Instagram. O, como los fariseos de los tiempos de Jesús, los asistentes a la iglesia pueden disfrazar su obediencia con reglas tribales que, según ellos, parecen bíblicas.
Estos cristianos son menos comprensivos que Eliseo al criticar a sus hermanos y hermanas que, al igual que Naamán, luchan con la tensión de obedecer a Dios mientras intentan ser buenos compañeros de trabajo o amigos amorosos en su comunidad. Si estás viviendo en la tensión de amar a Dios mientras trabajas y vives donde Él te ha puesto, deja que la historia de Naamán te anime al recordarte que Dios tiene compasión de nosotros mientras navegamos estas situaciones.
No descartes la obediencia audaz
Sin embargo, el final pacífico de Naamán es la excepción bíblica cuando se compara con la multitud de hombres y mujeres que obedecieron al Señor y fueron perseguidos por ello: Daniel se encontró con leones hambrientos. Ester se enfrentó a un «¡que le corten la cabeza!» por romper las normas del palacio. El cuerpo de Pablo mostraba cicatrices de azotes antes de morir por su obediencia. Juan el Bautista predicó contra el adulterio del rey Herodes y fue decapitado.
También hoy, muchos creyentes son llamados a renunciar a posesiones, estatus y salud en nombre de doblar la rodilla y el corazón ante Dios. Entonces, ¿cómo sabemos si podemos «ir en paz» o si debemos correr el riesgo de una obediencia audaz?
Naamán señala el camino.
Pregunta a un amigo piadoso. Cuando me enfrento a una gran decisión, mi mente puede desorientarse. Necesito que alguien ajeno a la situación me ayude a procesarla. Un amigo piadoso puede hacer buenas preguntas, ayudar a descifrar lo que está pasando en mi corazón y en mi mente y ofrecerme sabiduría bíblica. Así como Naamán le pidió ayuda a Eliseo, nosotros podemos buscar el consejo de Dios.
Pregunta a Dios. Acude a Su Palabra. Como profeta, Eliseo era la fuente de la Palabra de Dios para Naamán; la Biblia es la nuestra. Sumérgete en ella. Pídele al Espíritu Santo sabiduría en las grandes preguntas teológicas y en sus aplicaciones cotidianas (Stg 1:5). Pero asegúrate de llevar tu corazón, no solo tus rodillas, a Dios. Como hemos visto en la historia de Naamán, ese es el tipo de preguntas que Él se complace en responder.
Susan Tyner
Fuente de esta noticia: https://www.coalicionporelevangelio.org/articulo/naaman-inclinar-idolo/
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