Centenario de La vorágine, de José Eustasio Rivera, la gran novela de Colombia

Se ha dicho que si la gran novela de España es el Quijote, la gran novela de Colombia es La vorágine, de José Eustasio Rivera, relato de los amores de Arturo Cova y Alicia y de la masacre de los indios durante la fiebre del caucho, a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX. La vorágine son 350 páginas sacudidas por la violencia que atraviesa toda la historia de Colombia hasta hoy y vibrantes por la presencia abrumadora del verde caos de la selva y la inmensidad de las llanuras del Orinoco. Son 350 páginas pobladas por llaneros domadores de caballos y coleadores de reses, por caucheros ricos y caucheros miserables, por jueces corruptos, gobernadores contrabandistas y coroneles asesinos, por colonos, cuatreros, ladrones y putas. Son 350 páginas llenas de las más diversas voces, desde el lenguaje prosaico del antropólogo que describe la preparación del cazabe hasta el lenguaje poético y por momentos altisonante del modernista que fue Rivera, pasando por el lenguaje descarnado de la denuncia periodística de los horrores del genocidio de los indios y la explotación de los caucheros.

‘La Vorágine’ cumple cien años en plena vigencia por sus denuncias de explotación

José Eustasio Rivera Salas nació en Neiva, Huila, el 19 de febrero de 1888, y falleció en Nueva York el 1 de diciembre de 1928. Se doctoró en Derecho y Ciencias Políticas en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Colombia. Designado secretario abogado de la Comisión Limítrofe Colombo-Venezolana, en 1922 partió en una expedición a la selva fronteriza con su ciudad natal. En 1923, envió al Ministerio de Relaciones Exteriores sus impresiones de las injusticias y crímenes cometidos impunemente en esa región abandonada por el Estado, y después de volver a Bogotá se dedicó a escribir y publicar incansablemente en la prensa colombiana artículos de denuncia, sin lograr que sus advertencias y peticiones fueran atendidas.

A fines de abril de 1928, Rivera llegó a Nueva York con cierto prestigio ganado como escritor y como diplomático y con el propósito de publicar La Vorágine en inglés y negociar los derechos de su adaptación al cine. El 23 de noviembre de ese mismo año cayó enfermo, y el 27 de noviembre fue internado en el New York Policlinic Hospital en estado casi comatoso, con convulsiones y síntomas de hemiplejia. Falleció el 1 de diciembre a las 12:50. No hay certeza sobre las causas de su muerte, pero lo más probable es que se debiera a una malaria cerebral contraída durante sus días en la selva. Su cuerpo embalsamado fue llevado de Nueva York a Colombia y enterrado el 9 de enero de 1929 en el Cementerio Central de Bogotá luego de un trayecto de 39 días durante los cuales le fueron brindados, en cada puerto y en cada pueblo por los que pasó, los homenajes que nunca recibió en vida.

La voz de ‘La vorágine’ resuena en América Latina un siglo después de su publicación

«Antes que me hubiera apasionado por mujer alguna, jugué mi corazón al azar y me lo ganó la Violencia». Con estas palabras, y con V mayúscula en Violencia, comienza La vorágine, indiscutida opera magna de José Eustasio Rivera que apareció publicada por primera vez en Bogotá el 24 de noviembre de 1924, hace hoy exactamente un siglo.