Los hijos de personas con adicción al alcohol tienden a ser más inseguros y presentan problemas de conducta

   «Menos del 10% de las personas con adicción al alcohol se ajustan a esta descripción. Muchas personas que padecen esta adicción no beben a diario, sino que consumen después del trabajo o solo durante los fines de semana; **beben porque sienten que les falta algo**. Llego a casa del trabajo y me dirijo a la nevera a abrir una cerveza porque lo necesito», destaca en una entrevista con Infosalus Gabriel Rubio, doctor en Psiquiatría con años de experiencia en tratamiento de personas con alcoholismo desde los años 80.

Nos concede una entrevista a Europa Press Infosalus tras la publicación de ‘El laberinto de Cristal’ (Plataforma Actual), un libro dirigido fundamentalmente a aquellos que viven con una persona afectada por el alcoholismo, «focalizado en las personas que sufren el alcoholismo familiar», como él mismo explica, estimando que entre 3 y 5 millones de personas, tanto adictos como familiares, podrían beneficiarse de esta información.

El doctor, jefe del servicio de Psiquiatría del Hospital 12 de Octubre y investigador del Instituto i+12, subraya que dentro de las personas diagnosticadas con esta condición existen perfiles diversos, y que la idea de que un dependiente de alcohol siempre beba todos los días debe eliminarse.

CÓMO IDENTIFICAR UNA ADICCIÓN

«Una persona se considera dependiente del alcohol cuando pierde su libertad en relación a esta sustancia, afectando múltiples momentos de su semana. La distinción entre un hábito y una adicción reside en que, cuando una persona contempla pasar una tarde sin consumir alcohol, se siente mal, e incluso puede enfadarse cuando su pareja no ha comprado bebidas y no hay alcohol en casa», añade el doctor Rubio.

Los comportamientos del adicto incluyen elegir lugares donde se consume alcohol,** en lugar de aquellos que no lo hacen: «Esta adicción puede cambiar nuestro carácter. Las tardes en que solíamos beber y ahora ya no lo hacemos, nos irritamos más fácilmente, sufrimos olvidos; si el médico nos advierte sobre niveles elevados de transaminasas debido al daño hepático causado por el alcohol y nos aconseja reducir o eliminar el consumo, suele ser difícil, ya que a menudo existe un inicio de la adicción», explica el especialista.

De este modo, el doctor resalta que **empezamos a consumir alcohol de jóvenes porque se considera parte de las interacciones sociales**, provoca desinhibición y felicidad, y calma ciertas ansiedades e inseguridades. «Esta es la línea roja que delimita el camino hacia la adicción: cuando utilizamos el alcohol para manejar nuestras emociones. Eventualmente, el consumo se convierte en la mejor solución para enfrentar un estado de ánimo, **a pesar de las consecuencias negativas en nuestro comportamiento**», puntualiza el experto del Hospital 12 de Octubre.

UN PROBLEMA FRECUENTE EN NUESTRA SOCIEDAD

El doctor reconoce que los jóvenes suelen consumir en exceso, ya que biológicamente tienden a asumir **conductas de riesgo**, y esta es la etapa donde comenzamos a actuar de manera imprudente, incluyendo el uso de sustancias como el alcohol y relaciones sexuales sin protección.

Incluso en tratamiento, quienes conviven con una persona con alcoholismo desarrollan **conductas de codependencia** que los aíslan y les hacen perder de vista sus objetivos personales, enfocándose en que su pareja o hijo deje de beber, «a veces, hasta el punto de que esta obsesión por el control lleva a descuidar emocionalmente a los propios hijos».

HIJOS MÁS INSEGUROS Y CON PROBLEMAS DE CONDUCTA

Algunos menores enfrentan el alcoholismo familiar volviéndose más rebeldes, mientras que otros adoptan una actitud excesivamente responsable, intentando ocultar el problema de sus padres. Estos comportamientos en la niñez y adolescencia, si persisten, **también se repiten en la adultez**. La mayoría de los hijos de personas adictas al alcohol manifiestan **características de conducta** como inseguridad y perfeccionismo, que frecuentemente conducen a problemas de conducta», señala el jefe de Psiquiatría del 12 de Octubre.

El especialista observa que es común que mujeres que son parejas de adictos al alcohol, al ser interrogadas sobre antecedentes familiares, reconozcan que, frecuentemente, alguno de sus progenitores también tenía problemas de adicción. «Existen tendencias predominantes a emparejarse con otras personas con problemas de alcohol o drogas en estos casos«, añade.

Asimismo, el doctor sostiene que las parejas de personas con adicción al alcohol, desarrollan un patrón de **codependencia que les lleva a sufrir trastornos de ansiedad**, problemas psicosomáticos, digestivos, y aumentos de la presión arterial.

NEGLIGENCIA EMOCIONAL EN FAMILIAS CON ADICTOS ALCOHÓLICOS

Entre los hijos de personas con dependencia al alcohol se pueden presentar casos de maltratos, físicos, sexuales o humillaciones; si bien el doctor Rubio aclara que frecuentemente lo que se observa es **maltrato emocional o negligencia emocional**. «No comunican a sus padres que tienen problemas porque, por ejemplo, no les prestan atención, lo cual les genera dificultades en sus relaciones interpersonales y, en la edad adulta, contribuye a una profunda sensación de inseguridad», detalla.

De hecho, **el psiquiatra añade que muchas veces, para contrarrestar esa inseguridad, estos jóvenes se sienten forzados a trabajar más que los demás**, cuidando constantemente de todos durante varias etapas de sus vidas, y frecuentemente actuando como ‘padres’ ante sus hermanos, un patrón que tienden a mantener en la adultez.

«Los hijos de personas que han convivido con adictos al alcohol presentan hasta cuatro veces más problemas de depresión, dificultades escolares, TDAH, y tienden a involucrarse con otros que también presentan **adicciones**», resume este especialista.

Entre ellos, **la prevalencia de trastornos psicológicos y mentales es considerablemente más alta** que en la población general, y deberían ser considerados como un grupo vulnerable que necesita atención, pero frecuentemente se ignora.

El sentimiento de culpa, tanto en personas con adicción como en sus familiares, crea una barrera que les impide buscar ayuda o evaluación, y mientras persista el estigma social en torno al alcoholismo, se perpetuarán las dificultades que enfrentan los familiares y amigos para compartir sus experiencias y solicitar apoyo.

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