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Jue. Nov 21st, 2024
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El estadounidense John Francis tomó una decisión que le cambió la vida cuando era un joven hippie: dejar de hablar. Permaneció en silencio durante 17 años antes de darse cuenta de que tenía algo que realmente necesitaba decir.

Todo empezó por un desastre. Una colisión entre dos petroleros en 1971 que contaminó la bahía de San Francisco con más de medio millón de galones de crudo.

“Me enteré y quise verlo, así que conduje a San Francisco desde mi pequeño pueblo en Inverness. Vi gente en la playa en pequeños grupos limpiando. Se metían al agua y salían con las aves marinas -pelícanos, gaviotas y cormoranes- cubiertas de petróleo”.

Ver las aves y la gente que intentaba salvarlas lo impactó tanto que sintió que tenía que hacer algo.

“Pensé: ‘Ya no quiero conducir automóviles’. Esto fue como durante la época de los hippies y yo ciertamente era un poco hippy, y decidí que eso era lo que iba a hacer”.

Ten en cuenta que era en la década de 1970 en California. Todos conducían a todas partes, por lo que renunciar a los vehículos motorizados por completo fue un paso audaz.

John se encontró caminando solo.

“Pensé que todo el mundo caminaría conmigo, porque el derrame de petróleo impactó a la gente tan severamente que decían cosas como ‘voy a dejar de andar en auto’. Así que realmente no era raro que yo lo dijera.

“Sin embargo, cuando cumplí, me dijeron: ‘¿Para qué lo haces? ¡Es una locura! Nada va a cambiar'”.

“Pero, como mi madre me decía, soy testarudo, y seguí caminando”.

“Mientras lo hacía, algo comenzó a suceder. Empecé a disfrutarlo. Empecé a disfrutar de vivir donde vivía y no tomar en mi coche e irme a la ciudad o a comprar gangas en las tiendas… Me volví parte del lugar en el que vivía”.

Encontrones

Paso a paso, John fue notando que en vez de que su mundo se redujera por permanecer tan local, se estaba expandiendo.

“¡No es increíble! Como antes me movía tan rápido, tenía muy poco tiempo para darme cuenta de lo que me rodeaba; salir del automóvil para mí fue una oportunidad para experimentar mi entorno a un ritmo humano”.

Pero su decisión motivó polémica.

“La gente discutía conmigo sobre si una persona podría marcar la diferencia”.

Los conductores lo criticaban por hacerlos sentir mal o por querer que se sintieran mal, y John se defendía… hasta que se cansó del sonido de su propia voz.

Un regalo

En vísperas de su cumpleaños número 27, John estaba leyendo “El Hobbit” J. R. R. Tolkien y tuvo una idea.

Como era un gran conversador, se le ocurrió cuál podría ser su regalo para los demás: “Voy a dejar de hablar ese día”.

“Así que me levanté esa mañana y me quedé en silencio”.

Hay tantos intercambios en un día normal… ¿cómo se resistió a hablar?

“Fue muy interesante, porque la gente tenía mucho que decir y, para su sorpresa y deleite, yo solo escuchaba”.

“Para mí fue revelatorio porque escuché lo que la gente tenía que decir, tal vez por primera vez”.

“Lo que solía hacer hasta ese día cuando me empezaban a hablar, era pensar en lo que iba a responder, en cómo decirles que estaban equivocados y yo tenía razón”.

“Durante ese voto de silencio de 24 horas, me di cuenta de que no había estado escuchando a nadie, y de que ahora que lo estaba haciendo, posiblemente podría aprender algo”.

“Pensé: ‘Me voy a quedar callado otro día’, que se convirtió en otro y luego en una semana”.

“Al principio, mi novia estaba muy feliz, pero después de aproximadamente una semana quería saber cuándo iba a parar. Y mucha gente más pensó que estaba un poco loco… yo mismo me preguntaba si lo estaba”.

Entonces, ¿por qué no habló?

“Porque me sentí bien pues me di cuenta de que estaba aprendiendo. Y cuando caminaba en la naturaleza, sentía que era realmente un lugar que necesitaba explorar. Era algo que necesitaba hacer”.

“Durante las primeras semanas hubo muchas conversaciones en mi mente sobre lo que debía decir y cuándo iba a comenzar a hablar hasta que finalmente llegué a la conclusión de que iba a seguir así durante un año”.

“Y una vez tomé la decisión, todo se relajó y me acomodé en el silencio, y el silencio se instaló en mí”.

Esa es una frase encantadora: “El silencio se instaló en mí”. ¿Cómo se siente?

“¡Oh, es maravilloso! Es casi como si me hubieran elegido para ser esta persona y estaba muy agradecido. Y es como un regalo. Empecé pensando que yo le estaba dando un regalo a mi comunidad y terminó siendo también un regalo para mí”.

Un año hacia el este

John se había dado un año sin hablar y se dispuso a caminar por Estados Unidos.

Tenía su saco de dormir en la espalda y acampaba bajo las estrellas, tomando empleos ocasionales en el camino.

Improvisó un lenguaje de señas y usó mucha mímica para hacerse entender. Más tarde, cuando los periodistas empezaron a escribir sobre él, recortaba los artículos pues le servían como carta de presentación.

Además de caminar, John pintaba y tocaba un banjo que era su compañero constante.

Cuando llegó su siguiente cumpleaños, reevaluó su decisión y permaneció en silencio un año más… y otro, y otro…

Pasaron 17 años, durante los que hizo “mucha exploración, caminando desde California hasta Oregón y hacia áreas silvestres”.

También retornó a la educación, para obtener un título, en silencio.

“Recuerdo que fui a la oficina del registrador (de la Universidad del Sur de Oregón en Ashland) y traté de que entendiera que no hablaba y que quería estudiar”.

“Me senté frente a él y bajé la cabeza como “El pensador” de Rodin y luego junté mis palmas y las abrí como si fuera un libro e hice como si lo estuviera leyendo”.

John repitió la secuencia hasta que el registrador dijo: “¿Entonces quieres ir a la escuela aquí y aprender a pensar?”

“Asentí”.

Cerrando el círculo

Obtuvo una licenciatura, y luego se contactó con la Universidad de Montana para solicitar cabida en su programa de Maestría en Estudios Ambientales.

“Puedo llegar en dos años”, escribió, y comenzó a caminar.

Cuando llegó no tenía dinero.

“El director del programa dijo: ‘John, ¿estás listo para estudiar? Y me vacié los bolsillos y me dijo: ‘¡Ah, no tienes dinero!’ Sacudí la cabeza y me dijo: ‘Vuelve mañana'”.

Al día siguiente, “me dio US$ 150 y me dijo: ‘regístrate para un crédito’, lo cual hice. Y dijo: “Todos los profesores dijeron que te dejarían tomar sus clases gratis”.

Obtuvo su maestría con la tesis “Peregrinación y cambio: guerra, paz y medio ambiente” (1986).

“Esas cosas se convirtieron en la quintaesencia de mi pensamiento mientras terminaba mi caminata por Estados Unidos”.

De camino, hizo un doctorado en recursos de la tierra, en la Universidad de Wisconsin en Madison.

Su disertación fue sobre aquello que había precipitado su silenciosa caminata: los derrames de petróleo.

El mensaje

Las puertas comenzaron a abrirse.

Le solicitaron que asesorara al gobierno estadounidense sobre los derrames de petróleo y escribió regulaciones para ellos. Naciones Unidas lo quería como embajador ambiental… ¡nada mal para un hippy que un día decidió renunciar a los vehículos motorizados y luego dejó de hablar!

“Es muy sorprendente”.

Tres títulos y casi dos décadas después, John sintió que tenía algo que decir y puso una fecha en el diario para comenzar a hablar de nuevo: el 2 de enero de 1990.

“Elegí el Día de la Tierra, porque quería hablar del medio ambiente, algo que para mí había pasado de ser sobre lo que tradicionalmente pensamos -el cambio climático, los derrames de petróleo, la contaminación y cosas por el estilo- a incluir cómo nos tratamos unos a otros.

“Eso es algo que no escuché en mis estudios, pero eso es lo que aprendí caminando y estando con gente de todo el país”.

¿Cuál fue esa conexión entre el cuidado del medio ambiente y el cuidado mutuo que descubrió?

“La conexión fue que, dado que somos parte del medio ambiente, la forma en que nos tratamos los unos a los otros es nuestra primera oportunidad de tratar el medio ambiente de una manera sostenible o incluso descubrir o entender lo que entendemos por sostenibilidad.

“El entorno para mí se convirtió en derechos humanos, derechos civiles, igualdad de género y todas las formas en que nos relacionamos entre nosotros porque eso se manifiesta en el entorno físico que nos rodea.

“Piensa por ejemplo en como contaminamos el agua sin pensar en las personas río abajo que tienen que limpiarla”.

En otras palabras, si nos explotamos unos a otros, es más probable que explotemos el medio ambiente, y si explotamos el medio ambiente, es más probable que nos explotemos unos a otros.

Ese era el mensaje que John quería transmitir tanto que estaba dispuesto a romper sus 17 años de silencio.

Su voz

¿Cómo fue la experiencia de volver a hablar por primera vez en tanto tiempo y frente a una audiencia que incluía amigos y familiares con los que no ha hablado en tantos años?

“Lo hice en Washington DC, en un hotel que se ofreció a organizar un pequeño evento para mí, e invité a algunos de mis amigos y familiares. También vinieron algunos de los medios de comunicación -National Geographic, Los Angeles Times-.

“Toqué un poco el banjo y luego dije: ‘Gracias por estar aquí’. Y mi madre saltó de su silla y exclamó: “¡Aleluya, Johnny está hablando! Y pensé: ‘Qué cosa tan increíble, ver a mi mamá tan feliz'”.

“Pero como yo no había escuchado mi voz en tanto tiempo, no entendía bien de dónde venía. Miraba detrás de mí para ver quién estaba diciendo lo que yo estaba pensando.

“Me sorprendió tanto que comencé a reírme y vi a mi papá mirarme pensando: ‘Sí, efectivamente está loco'”.

Así volvieron las palabras pronunciadas a su vida… ¿y los autos?

“Yo caminaba a todas partes sin importar nada, y me di cuenta de que me había convertido en un prisionero y de que tenía las llaves de esta prisión, y podía liberarme en cualquier momento.

“Ahora conduzco un híbrido”.

¿Extraña la época en la que no hablaba y simplemente caminaba?

“Bueno, todavía camino. De hecho, desde agosto estaré caminando en África. Y también a veces no hablo por un día. En todo caso, esos 17 años de silencio y 22 años de caminar sencillamente no desaparecen”.

¿Aconsejaría a otros hacerlo?

“Aconsejaría escucharnos unos a otros”.

BBC


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