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Jue. Nov 21st, 2024
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Desde las bombas de Hiroshima y Nagasaki unas 2.500 más se han probado, desprendido una energía total de más de 540 megatones sobre la Tierra.

En este día, diversas organizaciones e instituciones buscan alertar y concienciar sobre el impacto nocivo al medio ambiente como consecuencia de los ensayos nucleares.

Cada 29 de agosto se celebra el Día Internacional contra los ensayos nucleares, luego de que, ante la creciente amenaza ocasionada por este tipo de armas, el 2 de diciembre de 2009, la Asamblea General aprobó por unanimidad su resolución 64/35 declarando esa fecha como tal.

La propuesta realizada por la República de Kazajstán, y apoyada por otros países, perseguía entonces celebrar la clausura del polígono de ensayos nucleares de Semipalátinsk, la cual ocurrió ese mismo día de agosto en 1991.

Pero aún los desafíos persisten, ya que el Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares (Tpcen) de 1996, instrumento internacional destinado a impedirlas, desafortunadamente aún no ha entrado en vigor.

Por tales razones les compartimos cómo ha influido en la atmósfera y cuan perjudicial resultan para la vida y el ser humano, los ensayos nucleares.

Desde que el 16 de julio de 1945 detonara en el desierto de Jornada del Muerto, a 56 kilómetros de la ciudad de Alamogordo en el estado de Nuevo México, la primera bomba nuclear, denominada Trinity; y luego 20 días después, arrojara otras dos sobre la población civil japonesa en las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, se han probado casi 2.500 bombas nucleares.

Como consecuencia de su detonación en las últimas décadas se ha desprendido una energía total de más de 540 megatones sobre la Tierra. Las bombas lanzadas a la atmósfera por sí solas representaron 428 megatones, el equivalente a más de 29.000 bombas del tamaño de la de Hiroshima, causante de 166.000 muertes al finalizar el año 1945.

Por la necesidad de medir diferentes parámetros de seguridad, eficacia y potencia, dichas pruebas se realizaron en diversos tipos de ambientes, en lugares remotos del mundo y alejados de la civilización; pues debido a su alcance las personas podían sufrir desde lesiones cutáneas o envenenamiento, hasta diversos tipos de cánceres a largo plazo, debido a los efectos nocivos de la radiación.

Además de las afectaciones directas al medio ambiente expresadas en lluvia radiactiva –deposición de una mezcla de partículas desde la atmósfera a partir de una explosión–, contaminación antropogénica, y otros fenómenos.

Por ejemplo, La detonación en 1954 de la bomba Castle Bravo, en el atolón Bikini, Islas Marshall en el océano Pacífico alcanzó la potencia mayor registrada en EE.UU. de unos 15 megatones; y la nube de humo, una seta atómica derivada, alcanzó en un minuto los 14 kilómetros de altitud y siete kilómetros de diámetro. A los 10 minutos, la nube sobrepasó los 40 km de altitud y los 100 km de diámetro, expandiéndose a más de 100 metros por segundo.

Su alcance provocó una lluvia radiactiva con coral pulverizado que se extendió al resto de islas del archipiélago y cayó, de forma más pesada en forma de ceniza blanca, sobre residentes y militares.

En tanto, una más particulada y gaseosa llegó al resto del mundo hasta Australia, India y Japón, incluso EE UU y parte de Europa, totalizando afectaciones directas en un área de unos 18.000 kilómetros cuadrados del océano Pacífico.

Como consecuencia y según una investigación realizada por los Centros de Control y Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés), aún hoy la lluvia radiactiva está presente en pequeñas cantidades en todo el mundo.

A lo que añaden que cualquier persona nacida a partir de 1951 en territorio estadounidense ha recibido algún tipo de exposición a la radiación asociada al fenómeno de pruebas con armas nucleares.

Investigadores han profundizado sobre cómo la carga eléctrica –liberada por la ionización del aire debido a la radiactividad– afecta a la lluvia; y provocando efectos en las nubes a miles de kilómetros de la detonación de un artefacto nuclear.

Un grupo de físicos británicos del departamento de Meteorología de la Universidad de Reading, en Reino Unido, compararon los días con baja y alta carga radiactiva entre 1962 y 1964 en Escocia, tras lo cual constataron que las nubes eran visiblemente más densas y gruesas, y había un 24 por ciento más de lluvia de media en los días con más radiactividad.

telesurtv.net


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