Hombres versus mujeres: ¿quién se lleva la delantera?

   Por tanto, es un referente en el estudio de la inteligencia humana, y recientemente ha publicado en nuestro país ‘Inteligencia’ (Shackleton). Le entrevistamos en Europa Press Salud Infosalus para profundizar en su trabajo y nos comparte una reflexión que probablemente todos nos hacemos: «Con los avances actuales en inteligencia artificial, nunca ha habido un mejor momento para entender y aprovechar lo que sabemos sobre la inteligencia humana«.

Colom explica que podemos concebir la inteligencia como «una capacidad mental general que permite razonar, planificar, resolver problemas, pensar de manera abstracta, comprender ideas complejas y aprender rápidamente a partir de la experiencia».

«Es nuestra capacidad para organizar y orquestar otras habilidades mentales. Por ejemplo, usamos el lenguaje para comunicarnos, y no todos los seres humanos lo utilizamos con la misma efectividad; lo que diferencia su uso es ese intelecto o inteligencia», agrega el profesor Colom.

DE QUÉ DEPENDE LA INTELIGENCIA DE UNA PERSONA

Al preguntarle a este especialista qué factores influyen en la inteligencia de una persona, destaca que «nada es absolutamente determinante», aunque sí señala que se ha descubierto, tras décadas de investigación, que existe una contribución genética de hasta el 40% en la infancia y adolescencia a la inteligencia de un individuo; en la edad adulta, este porcentaje puede llegar hasta el 80%. «El resto se debe a influencias externas, ya que la inteligencia, aunque heredable, también es moldeable».

Resalta que, en las familias convencionales, el parecido intelectual entre padres e hijos incrementa progresivamente a medida que los niños crecen, alcanzando niveles cercanos al parentesco (50%). «Sabemos que la influencia genética en la inteligencia aumenta con la edad. La acumulación de experiencias compartidas en muchos casos es lo que hace que los padres y sus hijos sean cada vez más similares mentalmente», añade.

«Los datos acumulados en la investigación psicológica muestran que no hay diferencias significativas en promedio entre mujeres y hombres en términos de capacidad intelectual. Es incorrecto pensar que las mujeres son más inteligentes que los hombres, y viceversa», enfatiza Colom.

UNA INTELIGENCIA MOLDEABLE

Este experto subraya que la inteligencia humana es «moldeable» y destaca la importancia de concentrar esfuerzos en las primeras etapas del desarrollo, hasta alcanzar la madurez intelectual, que se sitúa en promedio entre los 16 y 18 años, donde se alcanza el pico del desarrollo intelectual. «A partir de ese momento, la inteligencia se estabiliza y comienza a declinar lentamente«, explica este catedrático de Psicología diferencial.

«Es crucial prestar atención y ofrecer el apoyo necesario para que niños y adolescentes alcancen su máximo potencial», acentúa Colom, destacando que esto es fundamental para asegurar que, en la etapa final de la vida, no enfrentemos una pérdida significativa de funcionalidad en la vida cotidiana y que nuestras capacidades no declinen de manera visible.

SE DEBE ENTRENAR LA INTELIGENCIA, O LA PERDEMOS

¿Cómo se puede lograr? Colom advierte que la inteligencia humana necesita ser entrenada, igual que cualquier otra habilidad física; si no ejercitamos el cuerpo, se deteriora, así que si voy al gimnasio regularmente o practico deporte, mejoraré mi condición física, pero si dejo de hacerlo, mi estado se verá afectado drásticamente.

«Si tienes capacidad intelectual y no la pones a prueba, esa capacidad se reducirá», sostiene, y propone, entre otras estrategias de mejora, la práctica regular de ejercicio físico, una adecuada alimentación y cuidados sanitarios.

Asimismo, recomienda exponerse a actividades que desafíen nuestra capacidad intelectual. «Existen actividades más exigentes que otras. Debemos identificar aquellas que nos resultan más estimulantes intelectualmente. No tiene sentido ofrecer consejos generales, ya que lo que puede ser estimulante para mí, como leer un ensayo complejo, puede no serlo para otra persona, quien podría encontrar más interesante aprender sobre las características de una obra de teatro. Deberían ser actividades que nos exijan intelectual y retarnos a nivel mental«, insiste Roberto Colom.

NO SER ABSOLUTISTA CON LAS PANTALLAS

En cuanto al uso de pantallas, Colom opina que se les está demonizando de manera excesiva, considerándolas herramientas tecnológicas que deben utilizarse correctamente. «Ser absolutista no tiene demasiado sentido en este contexto. Deberíamos analizar cada situación, definir qué entendemos por no usar pantallas, o establecer cómo garantizar que, si un menor está expuesto a ellas, lo haga siempre bajo la supervisión de un adulto», sostiene.

«¿Por qué se ha establecido que solo a partir de los 18 años una persona puede conducir, consumir alcohol o tabaco? Porque entendemos que no están suficientemente maduros mentalmente para hacer un uso racional de esos elementos; un razonamiento similar podría aplicarse, sin muchas reservas, al uso de un ‘smartphone’», reflexiona Colom.

Por lo tanto, al considerar el uso de pantallas por parte de menores, aboga primero por analizar el nivel de madurez intelectual del niño, y en base a eso, determinar si es capaz o no de hacer un uso responsable del dispositivo.

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