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Víctimas de los grupos paramilitares escuchan al exjefe Salvatore Mancuso (pantalla) durante el acto de petición de perdón público, este 26 de agosto de 2022.

Algunos aún guardan la esperanza de encontrarlos con vida. O al menos que les entreguen sus cuerpos.

BARRANQUILLA.- Un profundo dolor por los que nunca regresaron tras el conflicto colombiano fue lo que expresaron cada uno de los familiares de las víctimas que asistieron al acto de petición de perdón, que hicieron tres exjefes de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) en Barranquilla.

Madres a las que nunca les han confirmado si la violencia del conflicto les arrebató la vida a sus hijos y hermanos, que muchos años después guardan la esperanza de recuperar los restos de sus parientes asesinados, fueron algunos de los testimonios durante la jornada.

En las graderías estuvieron más de 400 personas, mucho menos de las 1.750 víctimas que reconoció la sentencia, para escuchar y en muchos casos no aceptar las disculpas presentadas por los excomandantes paramilitares Salvatore Mancuso -quien habló en video conferencia desde una cárcel en Estados Unidos-, Édgar Ignacio Fierro Flórez y José Gregorio Mangones Lugo.

Casos puntuales

En 1997, Atilio Vásquez se desempeñaba como rector de la Escuela Normal Diógenes Arrieta en el municipio San Juan de Nepomuceno, en las estribaciones de los Montes de María, una zona del norte de Colombia que durante muchas décadas ha sido presa de la violencia guerrillera y paramilitar.

“Los paramilitares lo desaparecieron porque querían que él adoctrinara a los estudiantes para que se fueran a las filas a cometer delitos como ellos. En las audiencias de Justicia y Paz me enteré de lo que habían hecho con él, que lo secuestraron, lo torturaron y lo tiraron al río”, cuenta Saturnino Vásquez, hermano de la víctima.

Los responsables ya fueron condenados, pero según Saturnino «ya están libres». A pesar de eso, este 26 de agosto de 2022 acudió al coliseo como parte del «proceso de buscar más información» para encontrarlo.

«Aquí no cabe la palabra olvido y el perdón es un asunto de tipo personal”, agrega.

«Lo que le pido a ellos es que den información de dónde se podrían encontrar algunos familiares porque hay muchas personas que saben dónde están sus desaparecidos», asevera Saturnino.

Perdieron a sus hijos

La violencia en Colombia se ha ensañado con Marciana Ricardo, quien llegó desplazada a Barranquilla desde el Chocó con seis hijos. Los paramilitares se llevaron a uno de ellos, un adolescente de 16 años, y lo reclutaron. Hasta hoy no sabe de su paradero y parece que se le cierran todas las puertas en donde busca una respuesta.

Marciana se quedó en las afueras del Palacio de Combate ‘Sugar Baby Rojas’ porque los organizadores le impidieron la entrada al no estar dentro de las víctimas que reconoció la sentencia que ordenó a los exjefes paramilitares a contar la verdad y pedir perdón. El de su hijo es otro caso que no se sabe cuándo será abordado por la Justicia colombiana.

“Mi hijo, José Omar Mena, fue vendido por 70.000 pesos a Salvatore Mancuso, quien lo tuvo en las filas”, relata la mujer al anotar que luego de que se desmovilizaron las AUC su hijo se regresó a los grupos irregulares y desde entonces no tiene noticias de él.

Llena de frustración y con lágrimas en los ojos, Marciana reclama que no le den la oportunidad de preguntarle a Mancuso dónde está su hijo.

«No estoy buscando plata, lo que quiero es que me digan si mi hijo, que hoy tendría 32 años, todavía vive”, añade.

Perdón

Con problemas de salud que le impiden llevar una vida normal debido al desprendimiento de la retina del ojo derecho y la pérdida del 60% de la audición del oído derecho, Emiro Villadiego está esperanzado en que el Estado le pueda ayudar a recuperar la tranquilidad después de que las AUC asesinaran a su hermano en el municipio de Chalán, en el departamento de Sucre.

Cuenta que su hermano William era el inspector de Policía de un corregimiento llamado La Ceiba, y lo asesinaron los paramilitares en 1997 cuando iba para la finca, pero debido a los graves problemas de orden público no hubo ninguna autoridad que pudiera hacer el levantamiento del cadáver.

“Cuando mataron a mi hermano, me tocó cargarlo con mi papá por 10 kilómetros y hasta el momento esa muerte no ha sido reparada”, anota Emiro, que a pesar de todas las dificultades que lo llevaron incluso a emigrar hacia Venezuela por las amenazas, tiene la esperanza en que el proceso avance y anuncia su perdón a quienes tanto daño causaron a su familia.


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