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Vie. Nov 22nd, 2024
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Asistir al Cuarto Congreso de Lausana en Corea del Sur ha sido una de las experiencias más extraordinarias de mi vida. Estaré contemplando su significado durante semanas y meses. ¿Cómo puedo captar la belleza de reunir a más de cinco mil creyentes —representantes de más de doscientas naciones— en un solo lugar para adorar juntos al Dios vivo y verdadero? Nada de lo que diga aquí podría hacerle justicia. Aun así, me gustaría ofrecer algunas reflexiones sobre el congreso, junto con ideas sobre la Declaración de Seúl y el futuro de la obra misionera evangélica en todo el mundo.

En los últimos cincuenta años, el Movimiento de Lausana ha sido el catalizador de cambios clave en la estrategia misionera evangélica mundial. El Primer Congreso de Lausana, celebrado en 1974, sentó las bases para llevar el evangelio a los grupos no alcanzados y redactó un pacto que ha tenido una gran influencia entre las iglesias y organizaciones evangélicas. La reunión celebrada en Manila en 1989 hizo hincapié en el ministerio transcultural y la contextualización en la plantación de iglesias, al tiempo que llamó la atención sobre la ventana 10/40. En Ciudad del Cabo en 2010, el congreso reforzó la integración del evangelismo (proclamación del evangelio) y la acción social (demostración del evangelio), una perspectiva que se ha convertido en fundamental para muchos esfuerzos evangélicos actuales.

Misión policéntrica

Una de las conclusiones más evidentes del congreso de este año es la misión policéntrica: la actividad misionera es ahora una empresa verdaderamente global, con personas enviadas de todas partes del mundo a todas partes. Este concepto, previsto por los misionólogos en Ciudad del Cabo en 2010, se ha hecho realidad. La era de las misiones dirigidas predominantemente por Norteamérica y Europa ha pasado a la historia; la iglesia mundial ha tomado el relevo, enviando y apoyando la labor misionera en todos los continentes. Por ejemplo, uno de mis compañeros de mesa, de Kenia, me habló de su apoyo a la labor misionera en otras zonas de África. Tuve la oportunidad de conocer a René Breuel, un misionero brasileño que ahora trabaja en Italia (cuyo libro en inglés sobre la paradoja de la felicidad es estupendo). Y, por supuesto, la iglesia coreana es un testimonio del cambio de paradigma, ya que es uno de los mayores enviadores de misioneros fuera de Norteamérica.

Este cambio tiene profundas implicaciones para el enfoque de la misión de la iglesia. Ya no debemos vernos como una iglesia que principalmente envía misiones desde Occidente al resto del mundo. La realidad actual es que las iglesias de todo el mundo —ya sea que estén en Nairobi o en Nueva York, en São Paulo o en Seúl— comprenden cada vez mejor su papel en la expansión del evangelio. Las misiones no son una exportación occidental, sino un llamado compartido de toda la Iglesia a llevar el evangelio a todo el mundo.

En este sentido, el mensaje de Sarah Breuel a los delegados fue para mí un momento destacado. Describió la forma en que Dios actúa en todo el mundo e instó a cada continente a comprometerse de todo corazón en la misión de proclamar y encarnar la gracia de Dios. A Norteamérica le advirtió sobre la pérdida de audacia en las misiones, en parte, debido a la idea de que el movimiento misionero era solo producto del colonialismo. A una Europa desalentada le pidió un cambio de perspectiva, replanteando los retos actuales no solo como «poscristianos», sino como «pre-avivamiento». Recuerdo a Tim Keller reconociendo que todavía tenemos que ver un avivamiento en un contexto poscristiano, al tiempo que enfatizaba la palabra todavía, ya que todo avivamiento es algo sin precedentes… hasta que sucede. Con Dios, lo imposible es posible.

Conversaciones entre contextos

El congreso estuvo marcado por conversaciones enriquecedoras y esclarecedoras con colegas de todo el mundo. Como responsable de un grupo de mesa, tuve el privilegio de reunirme con los miembros de mi grupo varias veces al día. En nuestra mesa había participantes de Hong Kong, Kenia, Corea e India. Este último era un sij convertido que se presentó diciendo: «Un Buscador más grande me encontró». Cuando le pregunté cuándo había sido «encontrado», respondió: «¡Antes de la fundación del mundo!». Este tipo de encuentros fortalecieron mi conexión y aprecio por quienes adoran al mismo Señor que yo.

Como era de esperar en cualquier gran reunión que abarque tantos temas complejos, algunas presentaciones resonaron bien entre los participantes, mientras que otras provocaron consternación. Hubo los esperados llamados a alcanzar a la siguiente generación, desafíos para un mayor enfoque en el discipulado, integridad en el liderazgo y la conexión del evangelio con sus implicaciones. Un par de presentaciones sobre cuestiones relacionadas con la justicia habrían sido más sólidas si hubieran sido más y no menos holísticas, yendo más allá de causas que (al menos en contextos occidentales) se codifican como de «izquierda» en lugar de «derecha». Si es cierto que el cristianismo rompe con las categorías creadas por el ser humano, aferrándose firmemente a principios que las coaliciones políticas solo aplican de forma selectiva, entonces es un fallo que un ponente que se centra en una letanía de atrocidades injustas en el mundo no considere el aborto como una injusticia significativa a la que hay que poner nombre.

Uno de los momentos más destacados de la semana fue la participación en una sesión de colaboración con decenas de creyentes de todo el mundo sobre el tema del género y la sexualidad, concretamente sobre cómo esta cuestión presenta una «brecha» que repercute en nuestros esfuerzos de evangelización y discipulado. En mi mesa había participantes de Inglaterra, Canadá, Países Bajos, Ghana, Malawi y Grecia. El segundo día se produjo un debate interesante, porque, mientras la mayoría vio inmediatamente «género y sexualidad» y supuso que nos centraríamos en los retos relacionados con las personas LGBT, un grupo de personas, principalmente de África y Asia, eligió el tema porque querían explorar las relaciones entre hombres y mujeres, y cuestiones más amplias relacionadas con el matrimonio y la familia. Debatimos la posibilidad de reagruparnos en distintos grupos en función de esas cuestiones más amplias, pero al final decidimos mantener a cada uno donde estaba. Esta diversidad hizo que la conversación fuera más allá de los temas culturales candentes y propició un examen más profundo de la teología cristiana del cuerpo, lo que significa ser varón y mujer a imagen de Dios. Este diálogo subraya la necesidad de un marco bíblico más profundo que pueda abordar estos retos en todos los contextos.

La Declaración de Seúl y una teología del cuerpo

No es de extrañar que la Declaración de Seúl haya generado un debate considerable, incluyendo elogios por su presentación de la historia del evangelio y su orientación en la interpretación bíblica (ver mis puntos destacados). Su énfasis en la antropología humana y en una visión bíblica de la sexualidad también ha tocado una fibra sensible, resaltando la urgente necesidad de una sólida teología del cuerpo en medio de los actuales debates sobre género y sexualidad. Aunque algunos criticaron la declaración por hacer demasiado énfasis en este tema, creo que los redactores hicieron bien en dirigir su atención hacia aquí. Las preguntas ¿Qué significa ser humano? y ¿Cuál es el significado de nuestros cuerpos? son esenciales. El hecho de que la declaración se centre en estos temas no es una mera respuesta a las controversias culturales occidentales. De mis conversaciones con creyentes de África, Asia y América Latina se desprende que estas cuestiones se debaten en todo el mundo.

Sin embargo, el lanzamiento de la Declaración de Seúl no estuvo exento de dificultades. En un breve espacio de tiempo, se revisó un párrafo sobre los fallos de la iglesia hacia los creyentes que experimentan atracción hacia personas del mismo sexo, eliminando la noción de que dichos fallos podían atribuirse a la «ignorancia» (una idea que probablemente recibió el rechazo de las iglesias africanas) o a la mera «discriminación» (un término criticado, con razón en mi opinión, por los líderes de la Iglesia coreana que reconocen su cambio de una perspectiva centrada en el discipulado a otras con connotaciones legales). La incorporación de ediciones planteó la cuestión de nuevas enmiendas y el proceso de revisión. Recomendé que se añadiera una sola frase que reiterara el compromiso histórico de Lausana con la evangelización como «preocupación principal» (Manila, 1989), especialmente cuando en las partes del mundo marcadas principalmente por el relativismo y el pluralismo, la presencia y la práctica cristianas son bienvenidas, mientras que la proclamación no lo es.

Muchos seguirán aportando sus comentarios, pero, francamente, espero que la declaración no cambie mucho más a partir de ahora. Me solidarizo con los líderes del Grupo de Trabajo sobre Teología, Ivor Poobalan y Victor Nakah, por tener que lidiar con tantas perspectivas. He formado parte de comités responsables de resoluciones o encargados de redactar ciertos documentos, y conozco los dolores de cabeza que supone intentar ser exhaustivo y conciso, por no hablar de la lucidez en medio de la crítica.

A pesar de las preocupaciones expresadas cuando fue lanzada, estoy agradecido por la Declaración de Seúl y oro para que se convierta en un recurso vital para la iglesia. Esta fundamenta su antropología en la historia bíblica de la creación, la caída, la redención y la restauración, y nos recuerda que la visión cristiana no es reaccionaria, sino una proclamación positiva del buen diseño de Dios para la humanidad.

La unión del evangelismo y la acción social

Uno de los retos constantes para Lausana, y para el evangelicalismo mundial, es mantener el énfasis adecuado tanto en la evangelización como en la acción social. La historia del movimiento misionero moderno muestra una tendencia a restar importancia a la evangelización y la conversión en favor de la acción social. Si no se hace sonar el tambor de la evangelización y el discipulado, con el tiempo se pierde.

John Stott y Billy Graham no estaban de acuerdo en cuál debía ser el enfoque de Lausana. Si observamos Lausana en la actualidad, está claro que Stott ganó ese debate. Pero tal vez Lausana se beneficiaría más de la renuencia de Graham a extender el enfoque de la organización a todo lo bueno en lo que la iglesia pudiera estar involucrada. Aunque, en lo que respecta a la misión holística, soy más partidario de Stott, sentí la carga de Graham en este congreso. En el futuro, Lausana haría bien en limitar sus áreas de interés a las cuestiones más estrechamente relacionadas con la misión mundial, el discipulado y el evangelismo de los grupos de personas no alcanzadas, para que este aspecto central no se pierda en la confusión de tantas prioridades que compiten entre sí.

Una forma de que Lausana siga por el buen camino sería reiterar la enseñanza apostólica sobre la venida de Cristo para juzgar a vivos y muertos —la noción de lo que está en juego eternamente al aceptar o rechazar a Cristo— como una de las motivaciones centrales de la urgencia del evangelismo. Aunque el Compromiso de Ciudad del Cabo tiene razón al basar nuestro fervor evangelizador en el amor y no en la amenaza del juicio eterno, este último aspecto no debe faltar en nuestra proclamación, no sea que dejemos de sonar como Jesús, cuyas enseñanzas incluían esta nota de advertencia con mucha más frecuencia que este Congreso de Lausana.

Una visión para el futuro

A pesar de los desafíos, lo que más destacó del Cuarto Congreso de Lausana fue el glorioso encuentro de personas de todo el mundo. El debate y la discusión son una de las grandes enseñanzas de Lausana a lo largo de los años. La colaboración no se produce sin cierto grado de conflicto. El relato de Doug Birdsall sobre la historia de Lausana muestra que todo el movimiento comenzó con conflictos y los ha soportado desde el principio. Lo importante es evitar las controversias que no abordan las cuestiones de fondo que están bajo la superficie.

La iglesia mundial es un fenómeno multicultural y polifacético. Lloré durante muchos de los servicios de adoración (dirigidos principalmente por una conocida banda coreana llamada Isaiah 6tyOne y los Gettys), codo con codo con tantos creyentes de tantas partes del mundo, con nuestras manos alzadas en adoración a nuestro Dios Trino. No sé si volveré a recitar la misma frase del Credo de los Apóstoles sobre «la comunión de los santos» de la misma manera. Caminando por los pasillos, especialmente el día en que muchos vestían los trajes tradicionales de sus países de origen, me sentí profundamente conmovido por la rica variedad de culturas expuestas, algo que me hizo añorar un hogar que todavía no he conocido: los cielos nuevos y la tierra nueva, donde cada tribu y nación traerá sus tributos culturales a los pies del Rey Jesús.

Otro momento destacado fue el encuentro con lectores de Etiopía, Kenia, India y Corea, que compartieron cómo mi trabajo había afectado sus vidas y ministerios. Estas conversaciones me dieron una nueva perspectiva de mis escritos y me llenaron de determinación para mirar más allá del horizonte norteamericano y atender las necesidades de la iglesia mundial.

El Cuarto Congreso de Lausana me recordó que, por muy loco que parezca el mundo en estos momentos, la iglesia va a estar bien. El pueblo de Dios está vivo, prospera y avanza de todas partes a todas partes con la buena nueva de Jesucristo. Incluso en medio de los desacuerdos y las controversias, el Espíritu de Dios está obrando, atrayendo a la gente hacia Sí y uniendo a Su pueblo para la tarea que tiene por delante.

¡Que la iglesia unida proclame y exhiba a Cristo!


Trevin Wax
Fuente de esta noticia: https://www.coalicionporelevangelio.org/articulo/reflexiones-congreso-lausana-2024/

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