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Dom. Nov 24th, 2024
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En 1966, el film francés “Un hombre y una mujer” ganó la Palma de Oro en el Festival de Cannes y el Oscar a la mejor película extranjera.  En esa película, Anouk Aimee y Jean Louis Trintignant, protagonizaron un drama amoroso de ficción con final feliz que conmovió a la crítica cinematográfica mundial por su belleza.

Ahora en 2024, otro drama francés pero esta vez un suceso de la vida real, aparece en las pantallas: más de 50 hombres han violado a una mujer cuyo marido promovía las violaciones. Dominique Pelicot, el perverso marido, y Gisele Pelicot, la mujer que lo ha denunciado, son los protagonistas de este drama poco amoroso que ha enardecido a la opinión pública mundial.

Actualmente, en Aviñón, se lleva a cabo el  juicio contra el marido y los otros 50 violadores de Gisele, una mujer de 70 y tantos años como su marido, pero más allá del asunto legal,  estamos siendo testigos de graves problemas productos de la socialización sexista que se da en todas las sociedades, en la que el hombre se cree dueño de la mujer.

El voyerista cazado

Dominique Pelicot, el capo de estos delitos, no solo disfrutaba presenciando y grabando las violaciones sexuales que otros hombres perpetraron a su esposa sino que su voyerismo lo llevaba a fotografiar en forma ofensiva y sin su consentimiento a mujeres en centros comerciales cercanos a su anodino pueblo francés, Mazan.  En eso lo pilló la policía y al revisarle la galería de fotos en su teléfono y el disco duro de su computadora, empezó a descubrirse el tenebroso caso que hace más de un mes es noticia en el mundo.

El modus operandi de Dominique para promover las violaciones sexuales a su esposa era contactar a otros hombres a través de una app -que ya la policía cerró- y los invitaba a tener relaciones con su esposa, pero no haciendo un “trío”, ni una práctica de “swinging”, o intercambio de parejas, no.

–  Vente para acá que ella estará dormida y puedes hacerle lo que quieras mientras yo lo veo y lo grabo, parece que les decía.

–   Allá voy, dame la dirección.  Y Dominique se las daba con hora y fecha para la violación de su esposa en su propia casa.

Antes de llegar el invitado, Dominique, dopaba a su esposa con inductores de sueño y cuando estaba bien dormida, autorizaba al visitante a penetrarla mientras él, en su afán de videasta, grababa el acto y lo archivaba.  En los reportes periodísticos no queda claro si el marido hacía negocios con los productos de estos servicios, pero sí que a quienes les gustaba copular con una mujer “dormida” delante de su marido, podían volver, previa cita.

Dominique es un vecino más de su pueblo, trabajador, casado con Gisele hace más de 50 años y padre de una hija y dos hijos ya adultos.  Un ciudadano “normal”, digamos. Como cualquiera de nosotros, o un familiar o un amigo nuestro.  Hoy está preso y ha confesado que en su fechoría participaron más de 80 hombres de los cuales sólo 50 han sido identificados y acusados de violación sexual a una mujer bajo estado de sedación.

La valiente mujer despertó

La policía informó a Gisele lo encontrado en los archivos de su marido y ella, al saberse  abusada en su intimidad y usada sexualmente sin su consentimiento, denunció al violador mayor – lo que debe hacer toda mujer que ha sido violada o abusada físicamente- y solicitó que el juicio a su marido y a sus otros violadores fuese público. Valiente, atrevida decisión.  La hija y los hijos de Gisele apoyan lo decidido por su madre.  Gisele quiere que su tragedia sirva para evidenciar la vulnerabilidad de las mujeres y el abuso y violencia de los hombres machistas, en cualquier parte del mundo.

La denuncia de Gisele ha sido otro martirio. En el tribunal, a pesar de los aplausos que recibe en la calle, se ha visto expuesta a humillaciones y malos tratos por parte de la defensa de los acusados que tratan, de cualquier forma, de convertirla en acusada. «De alguna forma usted fue cómplice de los actos que denuncia», quieren hacer creer.  Algo que con frecuencia hace la “justicia machista”, de cualquier parte del mundo, con las mujeres víctimas de abusos y violaciones sexuales.

Dominique y sus 50 cómplices

Al tribunal de Aviñón acuden un moderno Ali Babá y los 50 violadores de Gisele. Son también hombres comunes, entre 20 y 75 años, trabajadores y, en su mayoría, padres de familia. Ellos acudieron voluntariamente a hacer uso sexual de una mujer cuyo esposo los autorizó. Se les ha pasado por alto que nadie es inocente si comete un delito solo porque otro les invitó. Ellos, como hombres, se adjudicaron el derecho de usar el cuerpo de Gisele sin el consentimiento de ella, sólo del marido. Muchos hombres machistas piensan que “sus” mujeres son de su propiedad y que, por ser hombres, pueden abusar de cualquier mujer.

La cultura de la violación

El juicio a los violadores de Gisele Pelicot abofetea a la sociedad al mostrar la vulnerabilidad de las mujeres ante el dominio de los hombres machistas, aunque ellos lloren y pidan clemencia del tribunal.  Más de 50 hombres hicieron uso sexual de una mujer sin que ella diera su consentimiento. Eso se tipifica como violación, un delito, aunque la violación sea parte del goce machista como dominio de la mujer, más si ella está “dormida” y su marido lo consiente.

La cultura de la violación sexual forma parte del imaginario machista. Toda mujer desea y puede ser violada… ellas dicen que no, pero lo que quieren es que se lo hagamos, piensan y proceden los machistas.

Muchas familias, comunidades, parte de la sociedad, la justicia corrupta y un gran sector de hombres (y de mujeres) justifican la violencia machista, la ejecutan o se hacen cómplices de ella al ver y no decir, al hacer y luego negar.  «Ella se lo buscó» es una máxima machista ante un acto violento, incluida la violación, de una mujer.

En el juicio de Aviñón los protagonistas tienen que ser los hombres acusados.  Aunque algunos no quieran dar la cara, hay que buscarla, mostrarla al mundo. De Gisele solo hay que mostrar su dedo acusador ante los criminales y hacer oír su voz que deja saber su valentía, su dignidad, al enfrentarse a ellos y a una sociedad machista.

El drama de Gisele no puede tener un final feliz como en “Un hombre y una mujer” pero si digno, ejemplar, cuando el tribunal sentencie con todo el peso de la ley, si acaso lo hace, a los 50 violadores, al capo mayor, y Gisele trascienda como un ejemplo de mujer con coraje.

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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

Del mismo autor: El insulto y la descalificación como armas

 

Leoncio Barrios | @Leonciobarrios
Fuente de esta noticia: https://efectococuyo.com/opinion/50-hombres-y-una-mujer/

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