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“Es un secreto a voces”, coinciden albañiles y mineros, cuando se les pregunta sobre las ofrendas o pagos humanos a la Pachamama en las construcciones o al Tío de la mina. Pueden describir el ritual, pero ninguno indica haber visto o participado en uno.

Las denuncias de estos casos en el país existen y alimentan la creencia que aflora cada agosto. Pero ninguna aporta con pruebas que den certeza del hecho, en la mayoría ni siquiera se logra sentar una denuncia formal.

“Me han enterrado vivo como a un sullu. Me desperté y me di cuenta que no podía moverme más, estaba enterrado”, afirma Víctor Mita, presunta víctima de una de estas ofrendas.

El lunes pasado, Mita llegó hasta las oficinas de la Fuerza Especial de Lucha Contra el Crimen (Felcc) de El Alto para realizar su denuncia. Cubierto de cemento y tierra, de pies a cabeza, afirmó que lo habían emborrachado para ofrendarlo en una construcción. Olía a alcohol y no podía ordenar bien sus palabras, dos rasgos suficientes para que las autoridades no dieran crédito a su travesía.

Su relato es muy similar a uno que cruzó las fronteras en 2007, cuando un hombre fue encontrado gravemente herido en un cerro de Puerto Acosta. Tenía restos de serpentinas y flores y afirmaba que había sido emborrachado para ser entregado en la construcción de un puente, en la sede de Gobierno. Su denuncia nunca fue comprobada.

La willancha, o muerte de una llama en agradecimiento a la Pachamama, es una práctica viva en los pueblos andinos. Las versiones de supuestos sacrificios humanos en esos ritos se quedaban sólo en el ámbito de los mitos hasta que empezaron a surgir estas denuncias.

En el país hay al menos seis casos como éstos, todos denunciados públicamente, pero sólo uno de ellos logró sentar una denuncia formal. Se trata del caso del niño Jhoel Condori, declarado oficialmente como desaparecido el 14 de septiembre de 2018. Sus padres afirmaron que el pequeño había sido entregado como ofrenda en la mina Cosmipata.

“Los comunarios dicen que a mi hijo se lo han llevado los mineros para sacrificarlo, que lo han atendido bien, le han puesto serpentina y le han dado como ofrenda al Tío”, denunció entonces la madre de Jhoel, Sonia Aliaga. “No es el único caso, los lugareños saben que una niña fue entregada por su propia madre”, insistió.

Por el caso, la Policía llegó hasta la mina en dos ocasiones. En la última inspección descartó que el pequeño haya sido víctima de un ritual. “Es la primera denuncia de este tipo”, dijo el entonces comandante de la Felcc, Jhonny Aguilera.

Un mito o una realidad

El amauta y abogado indígena David Ticona reafirma que la cosmovisión, a diferencia de la brujería, no daña la vida, por lo que niega que estos hechos sean parte de los ritos ancestrales de la región. “Pueden decir que es una contradicción hablar de la vida y las willanchas, pero eso es una vez al año y sólo en cierto ritual, no es así nomás”, apunta.

Explica que en la cultura de la vida, todo ser merece respeto, porque todo tiene ajayu (espíritu). Es por ello que se hacen las waxt’as (ofrendas a la Pachamama), para pedir permiso. Sostiene que un sacrificio implica sufrimiento y dolor, mientras que una waxt’a se hace para agradecer o pedir permiso con alimentos, dulces o con sullus (fetos abortados) de llama.

“Si no se pide permiso para el uso de un ser vivo o de la tierra en nuestras actividades, la pacha puede castigarnos. Todos los seres vivos tienen seres tutelares que nos cuidan; si hacemos daño también tenemos una consecuencia”, sentencia. “Un ejemplo es el Ch’upu, cuando dejas herido a un animal o insecto, puede generarte enfermedades extrañas que ni los médicos pueden curar. Por eso siempre hay que pedir permiso, hasta para arrancar una planta para que te cure tus enfermedades. Es por respeto y reciprocidad”, dice.

Hace énfasis en que basados en estos principios la cosmovisión andina no acepta los sacrificios humanos . “Lo de ofrendar humanos como sullus, o enterrar personas vivas en los puentes y construcciones, son prácticas de ‘brujos’ que llegaron con los españoles. Por más de 500 años nuestra religión originaria milenaria se sincretizó y adoptó prácticas que no son parte de nuestra cosmovisión”, asevera.

La antropóloga Jhudith López Uruchi acota que para entender estos ritos se debe ver la historia. Señala que estas practicas eran realizadas por los humanos para aplacar a sus deidades, a los embates de la naturaleza y los misterios de la vida.

“Es una práctica que se realizó en varias culturas antiguas y en diferentes partes del mundo; en África, Asia, Egipto, Sudamérica y hasta podemos encontrar menciones en el Antiguo Testamento de la biblia. Es posible que estas prácticas permanezcan vivas en otras tantas culturas que no conocemos bien o que no son muy visibles”, dice.

Para ella no son mitos, sino realidades que con la modernidad van cambiando o quedando atrás, pero sólo para quienes no la han visto o no la vivieron.

Como ejemplo explica que hasta hoy los mineros mantienen viva esta creencia. Así lo comprobó en varios testimonios recolectados, aunque la principal referencia es la willancha.

“En las minas persiste la creencia de que si no se hace una willancha con una llama grande, el Tío se cobra otra vida”, relata.

Quienes han trabajado en las minas o en los campamentos señalan que se usa una llama grande porque es un animal sagrado y es como una persona. Pero cuando ésta no es suficiente se busca una ofrenda humana.

“La tradición dice que hay que buscar a una mujer o a un hombre joven y sano, no puede ser un indigente o alguien con vicio. Se lo debe vestir con ropa nueva y joyas, hay que ofrecerle alimento y bebida hasta que muera. Pero yo nunca he visto en persona”, relata un trabajador.

En las construcciones

La artista audiovisual e investigadora de la filosofía amáutica Yomar Ferino Lanza realizó hace unos años un corto llamado el Bulevar. En él denuncia el sacrificio de indigentes como ofrenda para las construcciones. No hay pruebas de estos casos pero para la realizadora “es un secreto a voces”.

“Para ese audiovisual hice muchas entrevistas en las que los mismos albañiles dicen que maestros y empresas acuerdan hacer estos pagos”, dice. Señala que para esos ritos se usan “especialistas”, que no son yatiris ni amautas ni ajayamautas.

“Esos tienen relación con el Manqhapacha (la tierra o mundo de adentro o de abajo) y dicen que como al construir se está profanando el espacio donde viven los uywiris, hay que darles sangre”, explica Ferino.

Víctor Mita sostiene que fue víctima de uno de estos pagos a la tierra. Repite que despertó en una construcción en Achacachi, pero su versión no pudo ser comprobada.

Aunque el director de la Felcc de El Alto, Limbert Coca, indicó que se haría una investigación, el caso fue desestimado. Desde la Fiscalía se indicó que pese a los requerimientos la presunta víctima no se presentó a declarar y que la dirección que brindó no existe.

Casos mediáticos

1. En 2007, Isidro Quispe, poblador de Puerto Acosta, fue encontrado gravemente herido en uno de los cerros. Dijo que lo emborracharon y golpearon para darlo como ofrenda en la construcción de un puente en La Paz, pero que logró escapar. Su caso se publicó en varios periódicos de los países vecinos.

2. El 2011, el cadáver de un hombre (F.L.) fue encontrado en la autopista que une La Paz con El Alto, en el sector denominado la Curva del diablo. Las autoridades presumieron que se trataba de un rito satánico y se procedió a remover el altar que la gente levantó en el lugar. Los fieles del lugar aseguran que ése es un sitio sagrado y que ellos no practican este tipo de rituales.

3. En agosto de 2018, el cuerpo de un bebé, cubierto de coca y alcohol, fue encontrado a los pies del cerro Tata Sabaya. Aunque se dijo que era parte de un sacrificio de los contrabandistas, el examen forense evidenció que era un prematuro que murió antes de nacer. Se descartó algún ritual.

4. En septiembre de ese mismo año, un niño desapareció en el cantón Pusillani de Aucapata en La Paz. Los padres aseguraron que el pequeño fue captado por mineros para entregarlo como pago al Tío de la mina. Aunque los rastrillajes policiales descartaron el hecho, la madre insiste en que no es el primer caso en la comunidad.

5. Shirley Ramos desapareció el 20 octubre de 2021. Fue vista por última vez en la avenida Panorámica de El Alto con una pareja de yatiris. Una hipótesis es que fue entregada como ofrenda en la mina El Choro. La Policía supone que fue víctima de explotación sexual.

6. La semana pasada, Víctor Mita llegó hasta la Felcc de El Alto cubierto de tierra y cemento para denunciar que había sido enterrado en una construcción como si fuera un sullu. El joven de 30 años se encontraba en estado de ebriedad por lo que la Policía no quiso tomar su denuncia ni dio crédito a su relato. Tras varios días de conjeturas y algunas contradicciones en las declaraciones de la presunta víctima, la Fiscalía desestimó el caso.

Página Siete.


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