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Vie. Nov 22nd, 2024
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Una vacuna “pancoronavirus” es una de las soluciones más buscadas para frenar esta enfermedad, el COVID-19, que nos acompaña desde hace ya más de dos años. Que se alcance una inmunización de este estilo significa que se podría acabar con todos los coronavirus. ¿Es posible desarrollar una solución así?

Investigadores del Instituto Francis Crick, en Reino Unido, demostraron que una zona específica de la proteína de la espícula del SARS-CoV-2 es un objetivo prometedor para una vacuna contra el pancoronavirus que podría ofrecer cierta protección contra las nuevas variantes del virus, los resfriados comunes y ayudar a prepararse para futuras pandemias.

Desarrollar una vacuna que ofrezca protección contra varios coronavirus diferentes es un reto porque esta familia de virus tiene muchas diferencias clave, muta con frecuencia y generalmente induce una protección incompleta contra la reinfección. Por ello, las personas pueden sufrir repetidamente resfriados comunes y es posible infectarse varias veces con diferentes variantes del SARS-CoV-2.

De esta manera, una vacuna contra el pancoronavirus tendría que desencadenar anticuerpos que reconocieran y neutralizaran una serie de coronavirus, impidiendo que el virus entre en las células del huésped y se replique. En su estudio, publicado en la revista Science Translational Medicine, los investigadores estudiaron si los anticuerpos dirigidos a la “subunidad S2″ de la proteína de pico del SARS-CoV-2 también neutralizan otros coronavirus. Esta zona específica de la proteína espiga la une a la membrana del virus y le permite fusionarse con la membrana de una célula huésped.

Los investigadores descubrieron que, tras vacunar a ratones con SARS-CoV-2 S2, éstos crearon anticuerpos capaces de neutralizar una serie de otros coronavirus animales y humanos. Entre ellos figuraban el coronavirus del resfriado común HCoV-OC43, la cepa original de SARS-CoV-2, el mutante D614G que dominó en la primera oleada, Alfa, Beta, Delta, la Ómicron original y dos coronavirus de murciélagos.

“La zona S2 de la proteína de la espiga es un objetivo prometedor para una potencial vacuna contra el pancoronavirus porque esta zona es mucho más similar entre los diferentes coronavirus que la zona S1″, dijo uno de los autores principales del estudio, Kevin Ng, del Instituto Francis Crick. “Está menos sujeta a mutaciones, por lo que una vacuna dirigida a esta zona debería ser más robusta”.

Hasta ahora, la zona S2 de la proteína de la espiga se había pasado por alto como base potencial para la vacunación, según los investigadores. George Kassiotis, autor correspondiente y principal jefe de grupo en el Instituto Francis Crick, aseveró: “Lo que se espera de una vacuna dirigida a la zona S2 es que pueda ofrecer cierta protección contra todos los coronavirus actuales y futuros”.

Y agregó: “Esto difiere de las vacunas que se dirigen al área S1, más variable, que, aunque son eficaces contra la variante contra la que están diseñadas, son menos capaces de dirigirse a otras variantes o a una amplia gama de coronavirus. Queda mucho por investigar mientras seguimos probando los anticuerpos S2 contra diferentes coronavirus y buscamos la vía más adecuada para diseñar y probar una posible vacuna”.

Los investigadores continuarán su trabajo estudiando el potencial de un pancoronavirus dirigido al área S2 de la proteína de la espiga y cómo podría integrarse con las vacunas actualmente autorizadas. Nikhil Faulkner, uno de los primeros autores, también del Instituto Francis Crick, sostuvo: “Aunque una posible vacuna S2 no impediría que las personas se infectaran, la idea es que prepare su sistema inmunitario para responder a una futura infección por coronavirus”. Y concluyó: “Es de esperar que esto proporcione suficiente protección para sobrevivir a una infección inicial durante la cual podrían desarrollar una inmunidad adicional específica para ese virus en particular”.

Vacunas nasales: por qué los expertos aseguran que podrán vencer al COVID-19

A dos años y cuatro meses de declarada la pandemia por COVID-19, y luego de que las vacunas de primera generación lograran prevenir las formas severas de la infección por SARS-CoV-2 y disminuir la mortalidad, el virus encontró la manera de evadir la respuesta inmune.

En un artículo publicado en la revista Science, el prestigioso científico Eric Topol, fundador y director del Scripps Research Translational Institute, profesor de medicina molecular y vicepresidente ejecutivo de Scripps Research de Estados Unidos, aseguró que “durante el primer año de la pandemia, la evolución significativa del virus fue lenta, sin consecuencias funcionales; pero desde entonces se vio una sucesión de importantes variantes preocupantes, con transmisibilidad creciente y evasión inmune, que culminan en los linajes Ómicron”.

Con eso, para él, “ha habido una caída dramática en la capacidad de las vacunas y las inyecciones de refuerzo para bloquear las infecciones y la transmisión”. “Sólo diez meses después de la secuenciación inicial del genoma del virus SARS-CoV-2, se demostró que dos vacunas de ARNm brindan una eficacia del 95% contra infecciones sintomáticas a través de ensayos aleatorios controlados con placebo de más de 74.000 participantes”, describió Topol lo que fue el desarrollo en tiempo récord de las primeras vacunas que intentaron contener la pandemia.

“Ese éxito sin precedentes fue, en parte, impulsado por la inversión gubernamental de $10 mil millones en Operation Warp Speed (OWS) en marzo de 2020 para acelerar el desarrollo, la fabricación y la distribución de vacunas COVID-19-19. Necesitamos urgentemente una iniciativa tan acelerada ahora para las vacunas nasales”, agregó.

Según el científico, “ha surgido una importante necesidad clínica insatisfecha para bloquear la cadena de transmisión, prevenir las infecciones recurrentes frecuentes y lograr altos niveles de protección duradera contra enfermedades graves, así como prevenir las secuelas post-agudas de la infección por SARS-CoV-2″. “Eso -continuó- ha puesto de relieve la posibilidad de vacunas nasales, con su atractivo para lograr la inmunidad de las mucosas, complementando y probablemente reforzando la inmunidad circulante lograda a través de inyecciones intramusculares”.

Infobae


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