Almudena Grandes, Tolkien, Liliana Bodoc y Stieg Larsson son algunos de los autores cuyas obras inéditas o inacabadas aparecieron después de fallecidos. ¿Es suficiente el furor de los lectores para justificar su publicación?
Las obras póstumas constituyen una manera de acceder a nuevos materiales de autores cuya producción literaria ha quedado suspendida por la muerte: en algunos casos, como el lanzamiento reciente de Tiempo de dragones de Liliana Bodoc o la inminente Todo va a mejorar -la novela de la española Almudena Grandes que llegará a las librerías en noviembre-, la operación de dar a conocer estos materiales no es motivo de controversia, aunque en otros la decisión de publicar textos inéditos -algunos incluso reescritos parcialmente- no está exenta de polémica y genera tensiones que impactan en herederos, editores y lectores.
¿Qué sucede cuando la muerte trunca el proceso de escritura de una obra que un autor tenía intenciones de publicar? ¿Cuándo la publicación post mortem de textos residuales, inconclusos o en proceso de edición puede volverse una instancia problemática? En ocasiones, la decisión de continuar libros de forma póstuma genera tensiones que a veces derivan en polémica: las voces críticas sostienen que exhumar textos que un escritor dejó inconclusos o que acaso decidió no publicar en vida son una forma de “matar al autor”.
Lo mismo ocurre cuando los herederos otorgan permiso para que un personaje o una saga sean prolongados en nuevos textos por otro autor: así ocurrió por ejemplo con el detective Pepe Carvalho, la célebre creación del español Manuel Vázquez Montalbán que fue continuada por su compatriota Carlos Zanón. O con Millennium, la trilogía del sueco Stieg Larsson que tuvo otros tres episodios más escritos por David Lagercrantz.
Algunas publicaciones generan ruido porque suponen la continuación de un manuscrito que la muerte interrumpió de forma imprevista. Tal es el caso de la continuación de la trilogía Tiempo de dragones de Liliana Bodoc escrita por sus hijos, Galileo y Romina tras la muerte de la escritora. Un caso similar es el de Christopher Tolkien, nombrado albacea por su padre J.R.R. Tolkien, que instala el interrogante acerca de en qué medida la cercanía familiar con los autores originales logra diluir las tensiones que surgen por continuar el legado familiar.
En la agenda de lanzamientos, estas obras póstumas se distribuyen a veces con sobriedad y otras con bombos y platillos. Y en casi todos los casos, se trata de satisfacer una demanda: calmar la sensación de orfandad de los lectores ante la desaparición de un escritor que les ha provocado fascinación.
“Me ha tocado publicar obras póstumas, como la que se va a editar ahora de Almudena Grandes. En general se trata de un autor con el catálogo que uno ya viene trabajando y en muchísimos casos, el libro está prácticamente terminado. Cuando eso no ocurre, podría haber algunos cuestionamientos -señala Paola Lucantis, editora de Tusquets-. Sin embargo, creo que a veces hay más cuestionamientos sobre los derechos que sobre la decisión editorial de continuar con la obra de un autor que falleció”, agrega.
El sello al que pertenece la editora publicará en noviembre Todo va a mejorar, obra póstuma de Almudena Grandes, fallecida a fines del año pasado. La escritora había dejado listo el manuscrito de esta novela de anticipación política situada en España, donde denunciar las mentiras y abusos de los poderosos puede costarle la vida a los personajes.
El caso de Aurora Venturini
Las amigas, la novela inédita de Aurora Venturini, fue editada por Tusquets en noviembre de 2020, cinco años después del fallecimiento de la autora. La publicación de este libro revive la historia del personaje Yuna, la joven pintora que ya irrumpía en Las primas, publicado previamente.
Lucantis trabajó con los escritos de Venturini junto a Liliana Viola, la albacea de la autora. “No hicimos más que ajustes, correcciones de erratas, no tocamos nada de contenido -cuenta la editora a Télam-. Un libro que alguien podría decir que no estaba del todo terminado era un riesgo pero, en este caso, ajustamos lo mínimo e indispensable para que se pudiera publicar”.
“También aparecen tensiones después de que un autor fallece y aparecen obras inéditas que los herederos deciden publicar. ¿Cuál sería el problema ahí? ¿Que no hay un trabajo entre el autor y el editor? Sin embargo, hay un heredero o un albacea y en general esas obras no se tocan demasiado”, plantea Lucantis.
Para la editora, los lectores suelen recibir bien los libros que se lanzan póstumamente. “Son parte de la obra de un autor que vienen siguiendo -expresa-. Los escritores tienen como 85 libros guardados en sus cajones que decidieron no mostrar, que no convencieron al editor, o que en determinado momento del mercado literario no tuvieron aceptación y no se publicaron. Pero eso muchas veces cambia con el tiempo, entonces si hay un heredero de los derechos, se le puede encontrar una salida. Ahí la publicación es súper lícita y viable”, señala.
“Las tensiones en general aparecen cuando los herederos son muchos, cuando no se ponen de acuerdo, o cuando no concuerdan en quién tiene que aprobar la parte del trabajo editorial. Tienen que ver más con quién administra los derechos de esas obras que con una cuestión de los editores o los lectores”, explica Lucantis.
Personajes que perduran
La trilogía que integra el thriller Millennium, creada por el escritor sueco Stieg Larsson, y la serie del detective Pepe Carvalho, del español Manuel Vázquez Montalbán tienen en común ser fenómenos literarios cuyos personajes trascendieron la muerte de sus creadores: en el caso de Larsson fue David Lagercrantz quien perpetuó la vida de los protagonistas de la saga y el escritor Carlos Zanón aceptó proseguir la historia del investigador privado que retrató la cambiante sociedad española de la última mitad del siglo XX.
Larsson murió de un ataque cardíaco en 2004 después de haber entregado los tres primeros manuscritos. Por lo tanto, nunca supo que la serie vendió más de 100 millones de ejemplares en medio centenar de países. Sus herederos eligieron para continuar la saga al escritor y periodista David Lagercrantz, quien se animó a enfrentar la controversia de ser quien tomara el relevo. El escritor debutó en el universo de Larsson con Lo que no te mata te hace más fuerte en 2015, al que siguieron El hombre que perseguía su sombra en 2017 y La chica que vivió dos veces en 2019.
“Hay personajes que se merecen seguir viviendo aunque ya no esté el autor. Es el caso de Lisbeth Salander, la protagonista de Millennium -sostuvo Lagercrantz en diálogo con Télam vía Zoom-. Hoy en día es más aceptable esto de tomar un personaje que ya existía y agregarle algo. Se me ocurre, por ejemplo, en el caso de los superhéroes donde alguien nuevo viene, toma un superhéroe, agrega algo y lo desarrolla”.
Cuando se lanzó el primer libro, Lagercrantz estaba sorprendido. “Sucedió como una especie de pánico moral y no estuve seguro si iba a poder sobrevivir-recuerda el escritor sueco de thriller-. La gente estaba muy enojada. Sentí que tenían sed de sangre -ironiza-. Fue recién después de un mes de lanzado el libro cuando me di cuenta de que en realidad iba a lograr sobrevivir”.
Con la muerte del escritor Vázquez Montalbán en 2003 y tras la salida del capítulo póstumo de la serie, no solo quedó huérfano uno de los personajes más célebres de la novela negra sino también uno de sus lectores más devotos, Carlos Zanón. Nacido en Barcelona en 1966 fue elegido para escribir Carvalho. Problemas de identidad, novela publicada por la editorial Planeta que retoma al legendario detective.
El legado familiar
Dos casos que provienen del género fantástico y que dialogan entre sí son el de Liliana Bodoc, escritora reconocida por La saga de los confines y el de J.R.R Tolkien, autor de El señor de los anillos, cuyos hijos emprendieron la tarea de continuar el legado familiar.
El autor de El señor de los anillos falleció en 1973 dejando una vasta obra en manos de su hijo, Christopher Tolkien, quien ha guardado y catalogado diferentes documentos de su padre, en muchos casos retomando y prolongando algunos de esos textos.
En 2017, Tolkien hijo publicó Beren y Luthien, el segundo de lo que su padre consideró los “tres grandes cuentos” de los orígenes de la Tierra Media. En el prólogo, el heredero confesó que aquel era el último trabajo que editaría, y posiblemente el último trabajo oficial sobre la obra de su padre. Sin embargo, al año siguiente, los lectores y lectoras J.R.R Tolkien, se sorprendieron al ver publicado el libro La caída de Gondolin.
Actualmente, el hijo del autor lleva editados 24 libros con los escritos de Tolkien. Entre ellos se incluye El Silmarillion, una novela breve sobre Elfos, una serie de doce volúmenes de la Tierra Media y libros de escritos académicos.
El fallecimiento repentino de la escritora argentina de épica fantástica, Liliana Bodoc en 2018 interrumpió el final de Tiempo de dragones, una trilogía sobre humanos y dragones, ubicada en un tiempo y un espacio fantásticos. Fueron sus hijos, Romina y Galileo Bodoc, quienes abordaron el manuscrito inconcluso. Para ellos, el primer contacto con Tiempo de dragones III, publicado este año por la editorial Penguin Random House, significó “un enorme vacío” no solo “emocional” sino que también la interrupción del relato implicaba “una frontera inquebrantable, un punto final después del cual solamente había una historia que ya no iba a poder ser contada”.
“Teníamos arraigada la idea de que continuar una obra era asesinar al autor, una idea que tiene que ver con la concepción de la escritura como un ejercicio netamente individual, de la unidad indisociable de un autor y su obra, entonces tuvimos que romper un poco con estos discursos que nos hablan adentro y en cambio, retomar la voz de lo que siempre había predicado Liliana sobre la posibilidad de que el lenguaje sea multívoco y que la colaboración para las obras pueda ser múltiple”, concluye la hija de Bodoc.
Fuente: Télam S.E.
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