El ministro de Defensa brasileño dijo que las Fuerzas Armadas de su país podrían intervenir en territorio venezolano si su embajada, la de Argentina o la de Perú se ven amenazadas. Además, crece la inestabilidad en la extensa frontera con Venezuela.
El ministro de Defensa brasileño, José Múcio, afirmó que las Fuerzas Armadas del gigante latinoamericano están preparadas para desplazarse rápidamente a Venezuela para proteger las embajadas si la situación empeora. Además de su propia sede diplomática en Caracas, Brasil también gestiona las de Argentina y Perú, tras la expulsión de su respectivo personal diplomático por parte del régimen de Maduro. Según Múcio, hace días que un avión con material y tripulación de la Fuerza Aérea está listo para despegar en caso de que sea necesaria una intervención en Venezuela.
“He avisado al ministro de Exteriores, Mauro Vieira, de que ya tenemos nuestro personal listo, disponible, junto con el avión, para ir a reforzar la seguridad de nuestra embajada y de nuestra embajadora”, dijo el ministro, que también relató cómo la situación de hora en hora en Venezuela se está complicando. “Luego surgió el problema de que también teníamos que ir a custodiar la embajada de Argentina. Después llegó la noticia de la protección de la embajada de Perú. Estamos listos para poner todo el personal necesario en el avión, pero aún no he recibido la orden de partir”, dijo Múcio.
El ministro no dio detalles sobre cómo podría llevarse a cabo esta operación. Si otros opositores venezolanos se refugiaran en las embajadas, las maniobras militares podrían complicarse, ya que Maduro difícilmente autorizaría el desembarco de fuerzas brasileñas en esa situación. Además, según informa el diario Folha de São Paulo, la bandera brasileña izada en la embajada argentina también fue retirada inmediatamente después por presiones del régimen de Caracas.
Mientras tanto, la diplomacia brasileña continúa en su limbo. Más de una semana después de la disputada votación venezolana, Brasil no ha reconocido pero tampoco impugnado la autoproclamada elección de Maduro como presidente electo de Venezuela. Después de que el resultado fuera reafirmado el viernes por el Consejo Electoral venezolano (CNE) sin que se presentaran las actas electorales, la oficina presidencial de Planalto emitió un escueto comunicado. “El gobierno brasileño no tiene nuevas manifestaciones”, reza el texto.
Sin embargo, junto con Colombia y México ha dado una semana más al gobierno de Maduro para presentar la documentación electoral y estudia enviar a sus cancilleres a Venezuela para iniciar negociaciones. Para desconcierto general, la propuesta de diálogo de Brasil, Colombia y México no incluye la participación del símbolo mismo de estas elecciones, es decir, María Corina Machado, la primera candidata de la coalición opositora Piattaforma Unitaria Democrática (PUD), declarada inelegible por el régimen el pasado mes de marzo. Lula, el presidente de Colombia, Gustavo Petro y su homólogo mexicano Andrés Manuel López Obrador (AMLO) justifican esta decisión alegando que Machado dificultaría las negociaciones con Maduro.
También se espera que Lula tenga una llamada telefónica con Maduro en los próximos días; la última, de la que se ha dado información pública, tuvo lugar hace quince días. Precisamente a Lula y a Petro se han dirigido en los últimos días 28 ex presidentes latinoamericanos y los ex primeros ministros españoles Mariano Rajoy y José María Aznar, todos ellos miembros de la organización no gubernamental Iniciativa Democrática de España y las Américas (Grupo IDEA), para pedirles que reconozcan al candidato opositor Edmundo González Urrutia. “Venezuela”, dicen, “podría sentar un peligroso precedente para la democracia en la región”.
Sin embargo, los largos plazos que la diplomacia brasileña ha elegido respecto a la urgencia de la crisis -a diferencia de otros países que no reconocieron a Maduro casi de inmediato- corren el riesgo de costarle caro a Brasil, tanto a corto como a largo plazo.
De hecho, si el gobierno de Lula decide continuar con esta política pilatesca, o peor aún, no contribuye con los otros países al respecto de la voluntad popular expresada el 28 de julio, el primer gran impacto será la migración. Más de 7,7 millones de venezolanos ya han abandonado el país desde que Maduro asumió el poder en 2013. Según una reciente encuesta realizada en Venezuela por el centro de análisis Consultores ORC, el 18% de los venezolanos adultos, que representan más de 4 millones de personas, dijeron que planean emigrar si Maduro no dimite.
Brasil, recordemos, comparte una frontera de 2.199 km con Venezuela. Si hasta ahora el estado más presionado por los anteriores flujos migratorios venezolanos había sido Roraima, ahora el problema corre el riesgo de extenderse a una región más amplia, la Calha Norte, en el norte del país. Se trata de una zona estratégica y sensible precisamente por su proximidad a la frontera. Está compuesta no sólo por el estado de Roraima, sino también por los estados de Amapá, Pará y Amazonas. Y además de aumentar los cruces migratorios ilegales, el riesgo es que esta región, precisamente por su papel estratégico, se convierta en escenario de una guerra asimétrica llevada a cabo por actores malignos como Irán (y Hezbolá), China y Rusia, según denuncia un análisis publicado por el sitio web brasileño de geopolítica Defesanet.
Aunque el presidente Lula ha criticado a la prensa brasileña por tratar “como si fuera una tercera guerra mundial” la crisis en Venezuela, que según él “no tiene nada de grave, nada de preocupante”, la Venezuela de Maduro constituye una amenaza para los intereses brasileños tanto si el régimen se mantiene firme en el poder como si se derrumba. En primer lugar, no se puede olvidar el hecho de que las investigaciones del FBI y varias causas judiciales en EE UU acusan a Maduro y a otros miembros del régimen de estar implicados en narcotráfico y blanqueo de dinero. Este es un factor delictivo que podría tener su peso en los próximos meses para sacar clandestinamente activos (los que aún no se han llevado) de las actividades ilícitas del establishment gubernamental a Brasil en caso de colapso del régimen. Sin embargo, si Maduro se mantiene en el poder, la frontera con Brasil se convertirá en un lugar aún más estratégico para fortalecer su narcoestado.
La libre circulación del crimen organizado es una de las mayores amenazas en la región norte del gigante latinoamericano, como demuestran algunos datos inquietantes. En primer lugar, el cofundador de uno de los grupos criminales venezolanos más peligrosos, el Tren de Aragua, Larry Álvarez Núñez, también conocido como ‘Larry Changa’, detenido el pasado mes de julio en Colombia “mandaba plata con mucha frecuencia a Venezuela, Brasil y España”, como relata Ronna Rísquez en su importantísimo libro ‘El Tren de Aragua’.
Pero la revelación más importante de este volumen es que entre Venezuela y Brasil vive Yohan Jose Romero, más conocido con su alias, Johan Petrica, considerado uno de los principales líderes del Tren de Aragua. “No se sabe cuál es su estatus legal. Lo que sí sabemos es que se mueve con libertad entre Las Claritas (Bolívar), Boa Vista (Brasil) y Tocorón (Aragua), con zapatos Balenciaga y una decena de cadenas de oro colgadas al cuello”, escribe Rísquez. Petrica tiene un importante historial delictivo. Ha sido acusado de asesinato y tráfico de drogas y, según la policía federal brasileña, en 2022 fue interceptado en Brasil cuando intentaba inscribir en el registro civil local a su hijo de cuatro años, nacido en Boa Vista, en el estado de Roraima, fronterizo con el estado venezolano de Bolívar.
Según el diputado opositor venezolano Américo de Grazia, Petrica es el jefe de la minería ilegal en el estado de Bolívar por encargo de Diosdado Cabello, vicepresidente desde hace 13 años del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). Tanto si Maduro sigue en el poder como si cae, el riesgo de un transbordo masivo de estas actividades delictivas al frente brasileño, también caracterizado por una rica minería ilegal, es muy alto.
Además, el crimen organizado podría ser la puerta de entrada para toda una serie de otros actores malignos que ya están activos en Venezuela y que podrían utilizar aún más a Brasil para continuar su guerra asimétrica contra Occidente. No olvidemos que Venezuela ha adquirido grandes cantidades de armamento ruso y que desde 2017 están entrando en Brasil importantes cuantías de armas procedentes del estado de Bolívar. Un documento de la fiscalía brasileña en 2020 denunció una alianza entre el principal grupo criminal del país, el Primer Comando de la Capital (PCC), con matones venezolanos también en el tráfico de armas. En 2020, ya había 740 venezolanos afiliados al PCC en el estado brasileño de Roraima.
La inteligencia militar venezolana, representada principalmente por el Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (SEBIN) y la Dirección General de Contrainteligencia Militar (DGCIM), es conocida por sus sofisticadas tácticas y su capacidad para llevar a cabo operaciones encubiertas. Gracias al apoyo técnico y militar de países como Rusia, China e Irán, de los que depende para drenar su petróleo y satisfacer su constante necesidad de dinero, estos organismos se han fortalecido significativamente en los últimos años. Por no hablar de la inteligencia cubana, infiltrada en todas partes de Venezuela, incluso manejando los controles de pasaportes en el aeropuerto de Maiquetía, que sirve al área metropolitana de Caracas y es la principal puerta de entrada aérea al país.
En cuanto a Rusia, además de proporcionar sistemas avanzados de defensa antiaérea, Moscú ha transferido a Venezuela mucha tecnología para llevar a cabo la guerra cibernética, como el sistema Krasukha-4, diseñado para crear interferencias en las señales de radar y las comunicaciones y neutralizar los radares de las aeronaves y los sistemas de misiles. Rusia también ha contribuido y modernizado bases militares venezolanas, incluida la avanzada base aérea táctica Orinoco, también conocida como base aérea La Esmeralda, a unos 130 km de la frontera con Brasil. Como informa Defesanet, esta base “proporciona un acceso privilegiado a objetivos estratégicos como la tierra indígena Yanomani, Boa Vista, la capital de Roraima, y Manaus con su base aérea y la sede del Comando Militar del Amazonas”.
Además, como explica el ex diplomático argentino Roberto Lafforgue, otro cártel criminal venezolano, Los Soles, integrado por generales y militares de rango inferior del régimen de Maduro, sigue utilizando contenedores para depositar oro, dinero y otros bienes valiosos, fruto de sus tráficos ilícitos. “Estos contenedores se pueden ver en videos que muestran equipos eléctricos entrando en bases militares venezolanas, supuestamente para hacer frente a apagones. En realidad, los contenedores se utilizan para almacenar estos bienes ilícitos”, explica Lafforgue.
Los contenedores suelen estar equipados con GPS para poder ser rastreados, están protegidos con explosivos, escondidos en cuevas o enterrados bajo tierra. “Muchos están situados estratégicamente a la vista en puertos y bases militares junto con otros contenedores, lo que dificulta su detección”, afirma Lafforgue. Nadie sabe si algunos de estos contenedores llegaron a la frontera brasileña como parte de un plan de fuga de parte del establishment criminal del régimen preparado de antemano. Algunos de ellos, sin embargo, explica Lafforgue, fueron robados, lo que añade aún más imprevisibilidad a una situación inestable.
En el plano militar, Venezuela también cuenta con el apoyo de Pekín. En particular, utiliza avanzados programas chinos de inteligencia y análisis de datos como Tiānyīng y Dǎoháng, que pueden integrar información satelital para proporcionar estrategias militares aún más detalladas. China, no lo olvidemos, lleva mucho tiempo con las manos en la Amazonía, de la que está interesada en extraer toda la información posible. Los datos proporcionados por el satélite que tiene Venezuela con China, el VRSS-2, “son valiosos para la vigilancia de regiones fronterizas y zonas estratégicas, permitiendo a Venezuela analizar y supervisar los movimientos militares y civiles de forma constantemente actualizada”, escribe Defesanet.
Por último, pero no por ello menos importante, sigue existiendo la peligrosa amenaza de Hezbollah como representante de Irán. Las fuentes dicen que los hombres del Partido de Dios están presentes en la frontera con Brasil, en el estado de Bolívar y en toda la parte venezolana de la selva amazónica. En cuanto a Irán, además del entrenamiento en guerra irregular, ha compartido con los batallones de la Milicia Nacional Bolivariana técnicas avanzadas para la fabricación de artefactos explosivos improvisados y métodos de guerrilla urbana.
“La colaboración iraní también se extiende a la creación de células durmientes que pueden ser activadas para llevar a cabo ataques de alta precisión u operaciones de sabotaje en infraestructuras críticas. La experiencia iraní en operaciones encubiertas permite a Venezuela llevar a cabo acciones que pueden socavar la seguridad de la región de Calha Norte de forma indirecta y difícil de rastrear. Estas operaciones a menudo implican el uso de explosivos para atacar instalaciones vitales como redes eléctricas y de comunicación, causando daños significativos y desestabilizando la región sin necesidad de una presencia militar directa”, advierte Defesanet.
Tampoco hay que olvidar el papel de los agentes cubanos. Según denuncia el Centro para una Cuba Libre (Center for a Free Cuba en inglés), una organización de derechos humanos con sede en Washington, en EEUU, “La Habana está ayudando a Maduro a robar las elecciones. El aparato de inteligencia y seguridad cubano se ha infiltrado en las fuerzas de seguridad y militares de Venezuela, ayudando a Nicolás Maduro a mantener el control sobre su pueblo mientras permite la actuación de organizaciones terroristas. El apoyo del gobierno cubano a los disidentes de las FARC y al ELN continúa más allá de las fronteras de Cuba, y el apoyo del régimen a Maduro ha creado un ambiente permisivo para que los terroristas internacionales vivan y prosperen dentro de Venezuela”, reza el comunicado.
Mientras tanto, no cesan los vuelos de Cuba a Venezuela repletos de militares, agentes y personal del régimen. En el pasado, agentes cubanos han sido interceptados en la frontera entre Colombia y Venezuela. Si la crisis se agrava, no se puede descartar que Cuba despliegue también a sus agentes en la frontera con Brasil.
Gracias a estos actores malignos, Venezuela ha desarrollado importantes capacidades de espionaje en los últimos años. Normalmente, el espionaje lo realizan agentes encubiertos que se hacen pasar por viajeros de paso, hombres de negocios, personas que buscan ayuda humanitaria o mediante la interceptación de comunicaciones utilizando tecnología de vigilancia avanzada”, escribe Defesanet. También forman parte de este grupo algunos venezolanos que han emigrado a Brasil y son utilizados por el régimen como fuentes de información o que han sido infiltrados por agentes encubiertos.
Estas redes de espionaje recopilan datos sobre infraestructuras, logística militar y movimientos políticos, proporcionando una sólida base de datos para futuras operaciones de desestabilización. “Venezuela ha explotado esta dinámica para desestabilizar zonas cercanas a sus fronteras, como la región fronteriza con Brasil, animando a grupos locales a oponerse al gobierno brasileño”, informa Defesanet. La infiltración de agentes venezolanos ha sido una táctica utilizada para organizar, entrenar y armar a las milicias locales. Grupos indígenas y comunidades marginadas fueron movilizados en una retórica antigubernamental porque, como señala Defesanet, “Venezuela pretende crear conflictos internos y generar inestabilidad en la región”.
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