Leones, águilas y un guanaco: zoología urbana

«Cristo es león porque reina y tiene la fuerza; águila porque, después de la resurrección, sube al cielo.» Isidoro de Sevilla, Etimologías.

En noviembre de 1933 un diario local publicó, en una sección titulada “Notas de la ciudad”, una curiosa descripción zoológica-edilicia, la cual incluye a un león, un águila y un guanaco ubicados en distintos edificios (no detalla sus ubicaciones) y reflexiona sobre la suerte que a cada uno le ha correspondido.

Comienza por el león, emblema de vigilancia, fuerza, justicia y valor. El animal que nunca cierra los ojos, que ahuyenta los malos espíritus y que en la Biblia es el elegido para representar al Creador. En el caso local, el papel asignado a su figura, según consigna la nota, se relaciona con la posibilidad de iluminar, en un trono protegido por un globo de vidrio.

“Un  león que llegó hace poco a esta ciudad, fue contratado para hacer de farola en un edificio de una calle céntrica. Debía estar en muy malas condiciones para aceptar funciones subalternas.

Creyó que, desde el pedestal donde lo colocaron, podría ejercer su regia potestad, más a poco debió convencerse que otros miembros de la fauna tenían igual o mejor posición que la suya. Quiso protestar pero ya le habían puesto en la boca una mordaza. Podría, soltando el globo de vidrio, saltar a la calzada y librarse del yugo, pero su orgullo ilusorio no se lo permitió y se conforma con un reinado ilusorio, con tal de  no abandonar el trono”.

El segundo animal es el águila, que en el Bestiario es sinónimo de fuerza y nobleza, de poder, fuerza y autoridad, un animal solar y celestial, que vuela mirando el Sol. Materializada en cemento, nunca pudo levantar vuelo.

“Un Águila, reina del espacio tuvo por juguete, un día, un mapamundi…Se afirmó sobre la esfera, con sus garras, se encontró bien y supuso que desde allí dominaría el orbe. Cuando advirtió que estaba demasiado cerca de la tierra, quiso levantar el vuelo que antes fuera majestuoso, pero no pudo. Las alas se le habían atrofiado y ahora permanece estática en la parodia de amenazadora contemplación”.

Una esquina con presencia

“El Guanaco es un molino de viento para extraer agua, provisto de grandes aspas montadas sobre una torre de metal. Era la marca más empleada en el campo desde principios del siglo XX”. De un folleto de la firma Drysdale

El tercer animal incluido en la nota no es bíblico ni guarda  simbolismo alguno. Es el guanaco, la llama salvaje de las pampas, el animal de la Patagonia. Tiene estirpe de camélido, emparentado con los camellos que recorren las calientes arenas de Asia y África. Su surte aquí quedó a atada a los emblemáticos molinos de la llanura, aspas que el viento mueve para conseguir el agua.

“Dos hermanos decidieron apresar un guanaco para entronizarlo también…Lo consiguieron y con mil engaños llegaron a convencerlo para que se dejara colocar sobre la ochava de un edificio.

Menos crueles que los dueños del águila y del león, pensaron que haciéndole creer al guanaco que reinaría por derecho propio podían dejarlo suelto y ahí está el que otrora fuera libre morador de las regiones patagónicas, convertido en simple marca de fábrica”.

Final

No detalla el agudo observador de 1933 a que edificios se refiere. No es complicado detectar al Guanaco, en Brandsen y San Martín, que en 1972 dejó la ciudad para pararse sobre un pedestal de cara al mar en Monte Hermoso.

Leones y Águilas se repiten en varios edificios. Cualquiera puede ser el protagonista de aquellas reflexiones. O también pueden ya no estar. Al sonar de las mazas, la ciudad que desaparece no respeta símbolo alguno.