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Dom. Nov 24th, 2024
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Que la fe no debe de reducirse a una mera experiencia de duración indefinida pero finita y generalmente breve no impide que uno pueda servirse de la experiencia personal en su sentido más amplio, en base al modesto llamado de apostolado que tenemos los laicos.

Este es un asunto de diversidad circunstancial, que no se reduce a un patrón único, sino a un fin y destino muy concretos. Tengamos en cuenta que hay muchos caminos para acercarse a Dios, concebido como fin último, bajo esa libertad de encuentro que se nos es conferida por medio de la creación.

Así pues, hablaré de la cuestión que gira en torno al Patrón de las Españas y del viejo reino cristiano de GaliciaSantiago el Mayor, quien se encargó de las primeras labores de predicación en los territorios galaicos de la Península Ibérica y era invocado en la Reconquista contra la opresión, contra el Islam.

No me refiero a su festividad, como tal, celebrada hace unos días. Más bien a algo que, dado el interés en encontrarse con la tumba del Apóstol, contribuyó al desarrollo de nuevas rutas, comunidades y negocios, bajo el pretexto inicial de la peregrinación.

Hablamos de esas peregrinaciones que, bajo distintas rutas y ramificaciones se conocen como el Camino de Santiago, que bajo la penitencia, el sacrificio y la reflexión viene a suponer un recordatorio de las conexiones que existen entre el cristianismo y el judaísmo.

La cuestión, una vez enunciado todo lo anterior, es que quien redacta estas modestas líneas ha podido llegar, recientemente, a la compostelana Plaza del Obradoiro, por sus propios pies. Eso sí, no a modo de paseo breve, sino con una considerable cantidad de kilómetros a sus espaldas.

Puede decirse que “se ha hecho el Camino” (aunque no en su completud, si uno tiene en cuenta la extensa red de tramo del mapa jacobeo). En concreto, los tramos del Camino Francés que quedan, a partir de la localidad lucense de Sarria (un total de cientoquince kilómetros a pie).

No se sabe en qué devendrán posibles experiencias futuras. Uno deja todo en manos del Espíritu Santo, el mismo al que se le debe la que será una experiencia personal que marque el presente Año del Señor 2024. Ahora bien, hay puntos generales que se pueden extraer, en base a lo sentido y vivido en esta ocasión.

Universalidad y patrones diversos

Uno ha de saber que la universalidad es intrínseca al concepto del catolicismo. No tiene nada que ver esto con esas premisas, según las cuales, uno sería “ciudadano del mundo” o un sujeto plenamente igual a los demás (con el “mediante” y no con el “ante”).

Todos somos hijos de Dios, creados a imagen y semejanza suya, lo cual no quiere decir que tengamos que pensar y obrar de una manera uniforme. Una cosa es la igualdad en dignidad y otra el pretexto contranatural del igualitarismo, que no respeta ninguna clase de dignidad.

Sabemos además que es totalmente imposible que la acción humana quede sujeta a un único patrón común. Ahora bien, ¿qué tiene que ver toda esta síntesis filosófico-teórica con una mera peregrinación de meta final en la que, en soledad o en compañía, se entra en contacto con lo natural y lo rural?

Cuando uno iba caminando, a su ritmo, para sí, podría encontrarse un montón de gente. Uno puede decir que esto es lo mismo que ocurre en las grandes arterias de cualquier metrópoli. Es cierto, pero tan cierto como que en muchos albergues y posadas uno podía encontrarse símbolos foráneos (banderas, billetes, postales…).

Ahora bien, a diferencia de lo que pasa en otros ambientes dinámicos más cotidianos, aquí todos tenían el mismo propósito físico: llegar caminando, con kilómetros y kilómetros a sus espaldas, a la tumba del apóstol. Pero eso no quita que todos estuvieran pensando en lo mismo.

El poder y el deberse de hacer estos trayectos al ritmo de cada cual no solo es una cuestión de evitar malas distracciones y facilitar la reflexión interna, esa misma que también puede convenir en cierta clase de retiros y seminarios de vida en el espíritu.

También es esa posibilidad mencionada en el párrafo anterior una evidencia de que los propósitos no siempre son los mismos, aún pudiendo estar guiados bajo cierta conciencia espiritual o aprecio creyente a Dios. Cada cual tiene su propia justificación, que no tiene por qué ser ilegítima (puede haber un aliciente de esperanza ante adversidades sanitarias o sociales).

Esto no sugiere que se deba de dar oportunidad de mala tentación y perturbación a los malos espíritus. Pero tampoco resta esperanzas, pues hay ocasiones en las que, inconscientemente, en un plazo posterior, pueden ocurrir sucesos que, por ejemplo, ayuden a uno a su libre acercamiento con Dios.

El esfuerzo físico

La cuestión jacobea une las distintas sensibilidades sanas que existen en el seno de la fe católica. Por ejemplo, la dicotomía existente entre los ascéticos y los místicos. Estos discrepan sobre la autodisciplina, las mortificaciones y otra serie de sacrificios diversos.

Empero, no se niega que una peregrinación espiritual dista mucho de ser un trazado automovilístico que responda a la afición conductora vial o el mero posible deseo turístico. La peregrinación requiere que se camine y se haga cierto esfuerzo físico hasta llegar el punto de referencia espiritual que sea destino final.

Así pues, yo sostengo que es más factible beneficiarse de los efectos psíquicos, reflexivos y espirituales de la causa peregrina mediante el ejercicio del tren inferior y la posición de las plantas de los pies sobre distintos terrenos, durante un tiempo considerable.

Con el correspondiente combinado de protecciones, se puede decir que un esfuerzo físico (que no una irresponsable autolesión) es un pequeño sacrificio responsable que, a conciencia, puede ser un correcto reflejo de la entrega espiritual que aumente la probabilidad de sentir ciertos efectos.

Pensemos que, en su momento, hubo cuestiones peores como la crucifixión de Cristo. Nada de esto tiene que ver con las cruces que cada cual tenga que llevar ni con la conveniencia de sentir la pasión de un Cristo que nos amaba, como se suele prescribir en Semana Santa.

Una vez dicho todo esto, puede decirse que aún a día de hoy, la experiencia jacobea puede ser una fuente de valores. Además, ante las actuales fases de los procesos revolucionarios, con una censura e intimidación en auge, peregrinar conscientemente puede ser un acto heroico, de sana rebeldía.

Libertad, Ley Natural y Tradición
Fuente de esta noticia: https://www.religionenlibertad.com/blog/830690707/Lo-que-transmite-el-Camino-de-Santiago.html

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