¿Hay alguien ahí?
Si pudiera elegir un deseo no dudaría un instante, conocer y reportear a un extraterreste. Para que se cumpla lo primero es confirmar que existen; segundo aguardar que aterrizen cerca. La reflexión del gran divulgador científico Carl Sagan es ambigua al respecto. “A veces creo que hay vida en otros planetas, a veces creo que no. En cualquiera de los dos casos, la conclusión es asombrosa”.
Suponiendo que lleguen de un planeta lejano, desciendan cerca nuestro y podamos verlos de cerca y tratar de comunicarnos. No imagino la apariencia exterior de un alien, pero desde que vi la película de Steven Spielberg, el vacío lo lleno con la imagen de aquella criatura que ilustra la crónica y nos emocionó hasta las lágrimas.
Incógnitas y preguntas tengo al por mayor. ¿Cómo se comunicarán con nosotros? ¿Será a través de sonidos audibles o vía telepática, conectados a través de un bluetooth imaginario de última generación? ¿Respirarán? ¿Dependerán del oxígeno? ¿Se desplazarán a la clásica, con movimiento de piernas? ¿Dispondrán de brazos articulados? ¿Ofrecerán la mano para saludar? ¿Cuántos ojos, uno, dos, más? ¿Funcionarán tracción a sangre con un corazón que regula el sistema circulatorio? ¿Tienen alma? ¿Qué saben del paraíso y el infierno? ¿Son eternos o como nosotros tienen fecha de vencimiento?
Una certeza, provienen de una civilización superior a la nuestra y llegan con la bandera de la paz, sin afán conquistador, a contrapelo del cine de ciencia ficción que siempre los estigmatizó como los malos de la película.
Otras preguntas que reservaría para el primer encuentro cercano. ¿Llegaron bien? ¿De dónde vienen? ¿Cuántos años luz recorrieron? ¿Por qué eligieron visitar este lugar perdido en la vía Láctea?
En algún momento me interesó la astrobiología porque procuraba respuestas que aún no encuentro a preguntas que siempre nos desvelaron. La ciencia es escéptica, no ha logrado evidencias de vida extraterrestre. En cuatro mil doscientos millones de años de historia del universo ―para alimentar el ego humano―, hasta hoy seríamos los únicos seres vivos.
Según los expertos, nuestras posibilidades tecnológicas para enviar señales y explorar el cosmos son muy limitadas, lo mismo que la capacidad para captar las provenientes del espacio interestelar.
El poderoso telescopio James Webb observa y analiza el comportamiento de los exoplanetas, que son los que están fuera de nuestro sistema solar. Hasta ahora ha logrado identificar casi seis mil orbitando alrededor de más de cuatro mil estrellas.
Para reafirmar lo minúsculo que somos y lo poco que conocemos, se calcula que la vía Láctea podría albergar hasta seis mil millones de planetas terrestres y de ellos, unos trescientos millones serían habitables. Los más cercanos a la tierra ―que en distancias astronómicas es estar a no más de cincuenta años luz―, serían alrededor de mil quinientos, de los cuales apenas el diez por ciento se han logrado observar.
Datos poco alentadores sobre posibilidad de vida extraterrestre y encuentros cercanos, pero dos inviernos atrás renació una esperanza. Recuerdo porque anoté la fecha: 14 de julio de 2022. Ese día se publicó que científicos reconocidos habían detectado una extraña señal de radio que latía como un corazón y provenía del espacio profundo. A estas sorprendentes emisiones o sonidos intergalácticos los investigadores las bautizaron con un nombre propio de científicos: FRB 20191221ª.
El informe confirmaba que no solo fue una señal muy larga, de unos tres segundos de duración, sino que tuvo picos periódicos que fueron notablemente precisos, emitiendo cada fracción de segundo como el latido de un corazón. La primera vez que la señal fue periódica y se detectó además una ráfaga de radio rápida proveniente del interior de la vía Láctea.
Exultante, por un momento pensé que estábamos en el umbral de lo que sería la noticia más impactante en la historia de la humanidad. ¿Cómo titularían los diarios del mundo si estos sonidos con cadencia de latido de corazón confirmaran que hay vida extraterrestre?
Unos párrafos más adelante la esperanza se desvaneció. La causa del fenómeno fue un tipo de estrellas de neutrones responsables de emitir sonidos que simulaban el latido de un corazón.
Borrón y cuenta nueva, volver a empezar. De todos modos sigo convencido que existen, mantengo viva la esperanza que algún día vendrán. Y supongo que prefieren aguardar tiempo mejores para presentarse en sociedad.
Mientras tanto se mantienen camuflados, siguen siendo objetos no identificados. Es entendible, entre los efectos del cambio climático y los conflictos bélicos la tierra está caliente. El horno no está para bollos, prefieren desensillar hasta que aclare.
Aquí el tiempo no se detiene, la función diaria de la vida en la tierra continua y a los extraterrestres los seguimos esperando.
Fuente de esta noticia: https://www.lanueva.com/nota/2024-6-19-5-0-3-hay-alguien-ahi
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