A partir de la década del 90 diversos países industrializados comenzaron a estudiar los efectos de los materiales radiactivos naturales en los trabajadores de algunas industrias de manera especial en las petroleras. Particularmente se tuvo en cuenta la existencia de ciertos isótopos del radio en aguas de formación bajo la representación de sales de calcio, bario y estroncio y la presencia en cuencas gasíferas del gas radón que suele concentrarse, posteriormente, en las fracciones de algunos derivados del petróleo.
También se detectó radiaciones, en herramientas, recipientes, unidades de proceso y depósitos de desechos industriales; fueron especialmente analizados para evaluar tanto el impacto ambiental como las dosis recibidas por trabajadores y miembros del público debidas a irradiación externa e interna.
Estos estudios, que no se limitaron a yacimientos, sino que se extendieron también a plantas de tratamiento y destilarías de petróleo, dieron lugar a una serie de importantes recomendaciones. Entre ellas: monitoreo periódico de las radiaciones con instrumental especializado y clasificación de áreas según niveles de dosis; descontaminación de herramientas, materiales, recipientes, control del personal afectado, cálculos de impacto ambiental, efectos sobre el público. En esta parte el radón es un gas radiactivo que existe en la naturaleza formando fracciones de dichas cadenas radiactivas. Dado su característica gaseosa suele separarse de las mismas para fluir del suelo en todo el planeta constituyéndose así en la mayor fuente de radiaciones naturales o artificiales, a la que un ser humano peligrosamente está expuesto.
El radón es un gas radiactivo invisible y sin olor que se libera de forma natural de las rocas, la tierra y el agua. El radón puede entrar en las casas y edificaciones a través de pequeñas grietas o agujeros y acumularse en el aire. Con el tiempo, la inhalación de altos niveles de radón puede causar cáncer de pulmón. El radón emana fácilmente del suelo y pasa al aire, donde se desintegra y emite otras partículas radiactivas, alfa, beta y rayos gama.
Aparte de la propia corteza terrestre, otras fuentes de radón son los servicios domiciliarios o industriales de gas y agua, especialmente cuando esta última procede de capas muy profundas. En el caso particular de yacimientos, y principalmente en cuencas gasíferas, este gas suele concentrarse, posteriormente, en las fracciones de etano y propano, procedentes del petróleo.
El control periódico de la cantidad de radón presente en aire se ha transformado en una práctica corriente en Estados Unidos y otros países industrializados. Esta verificación resulta particularmente importante en ambientes cerrados debido a que la falta de renovación de aire dificulta la disminución de la concentración de radón generada a partir de las filtraciones del terreno y de ciertos materiales utilizados en la construcción.
Nuestro país, se encuentra en un área altamente volcánica cruzada por la cordillera de los Andes, con depósitos de material que contienen isotopos radioactivos entre otros el Radón que se descompone en fragmentos peligrosos que afectan a los seres vivos y que deben ser controlados e informados a la población. Por otro lado, ventajosamente nuestros yacimientos de petróleo en la amazonia no se encuentran en un lecho geológico con elementos radioactivos como en la serranía.
La Primicia
Fuente de esta noticia: https://laprimicia.ec/2024/05/22/radiaciones-peligrosas-dr-luis-reinoso-garzon/
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