Imagen Comision de la Verdad
“Que alguien me diga si ha visto a mi esposo,
preguntaba la doña. Se llama Ernesto X, tiene 40 años,
trabaja de celador en un negocio de carros”
Rubén Blades
En un lugar donde el terror una vez imperó, ahora el viento susurra suavemente entre los árboles, llevando consigo los ecos distantes de los cantos de los pájaros del monte. En la Hacienda El Palmar, en los confines de San Onofre, Sucre, la soledad reina soberana. Pero detrás de esa aparente calma, yace una historia de horror y tragedia que aún se aferra a las raíces de aquellos árboles ancestrales.
Bolívar y Sucre, dos departamentos marcados por la desaparición forzada durante los días más oscuros del conflicto colombiano. Según las cifras del Observatorio de Memoria y Conflicto del Centro Nacional de Memoria Histórica, alrededor de 3.757 personas fueron víctimas de este flagelo, con Sucre contabilizando 945 casos. En el municipio de San Onofre, el dolor se hace palpable con 223 casos documentados, siendo el más alto en la región. Le siguen en dolor Sincelejo con 181 y Ovejas con 106. Mientras tanto, en Bolívar, los números cuentan una historia igualmente desgarradora: San Pablo registra 451 casos, El Carmen de Bolívar 367, y Cartagena 214. Cada cifra, un rostro perdido, una familia destrozada.
La Hacienda El Palmar, testigo mudo de atrocidades, es hoy un monumento a la memoria de aquellos que fueron sacrificados en sus tierras. Una cruz de madera, erguida en la arena, sirve como un recordatorio sombrío de la violencia que una vez la consumió. Cerca de un antiguo árbol de caucho, único testigo del horror, cientos de almas fueron torturadas, asesinadas y enterradas durante los días más oscuros del conflicto. Hoy, la hacienda yace abandonada, envuelta en la tristeza y la soledad que solo pueden nacer de una historia de horror.
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Pero entre la desolación, brota un rayo de esperanza. En el 2019, las víctimas de la barbarie que asoló San Onofre se reunieron en un emotivo abrazo, unidos en su dolor y su resiliencia. Acompañados por la Comisión de la Verdad, la Jurisdicción Especial para la Paz, la Unidad de Búsqueda de Personas Desaparecidas, el Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado y el Comité de Solidaridad de Presos Políticos, rindieron homenaje a aquellos que sufrieron la demencia del conflicto. Bajo la sombra de un árbol de caucho, sembraron la semilla de la justicia y la esperanza, un acto simbólico de resistencia contra el olvido.
La ceiba, árbol de la resistencia, ahora crece majestuosa en la plaza central de San Onofre, recordando a todos que el horror de El Palmar nunca debe repetirse. Mientras los líderes plantaban la semilla de la esperanza, un grupo de gaiteros entonaba una melodía melancólica, una canción de pérdida y memoria que resonaba en el silencio: “Se perdió, se perdió, y más nunca regresó”.
Así, en medio del silencio que ahora reina en la hacienda El Palmar, el eco de la memoria sigue resonando, recordándonos que detrás de cada desaparecido hay una historia que clama por justicia y verdad.
“¿A dónde van los desaparecidos?
Busca en el agua y en los matorrales
¿Y por qué es que se desaparecen?
Porque no todos somos iguales
¿Y cuándo vuelve el desaparecido?
Cada vez que los trae el pensamiento”
Rubén Blades
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