El actual presidente argentino ha generado todo tipo de reacciones desde el inicio de sus intervenciones públicas, primero en TV, luego en el congreso y ahora en Casa Rosada.
Éstas van desde las que ven en Milei al representante del bien moral hasta quienes lo consideran el mal mayúsculo. Pero necesitamos una impresión más allá de la fascinación o la repulsión.
No me enfocaré en su desempeño en la presidencia porque es muy pronto para evaluar. Pero me quedo con la reflexión de Iván Werning, el economista argentino más prestigioso en el mundo en los últimos 10 años y profesor del prestigioso MIT, que señala que “las cosas van mejor de lo que esperaba, por una simple razón… y no se trata de shock vs gradualismo… veo una verdadera ambición de hacer cambios profundos hacia la eficiencia, no retoques.”
Me concentraré en el discurso que dio en el Foro Económico Mundial en Davos (Suiza), donde marcó algunas posiciones específicas que merecen mayor atención.
Comienzo por los errores de forma y fondo. El primero es que Milei habló más para él y quienes lo apoyan que para los asistentes. Si bien su posición fue firme, dudo mucho que haya sido apropiada para tener más adeptos a las ideas de la libertad.
Es más, la revisión de la prensa seria nos muestra que la reacción fue más bien de estupor y de sorpresa. De hecho, una investigación periodística de La Nación muestra que fue similar a una exposición que dio unos años antes a un público distinto.
Mi punto es que, desde la perspectiva de “evangelización”, es mejor buscar puntos de contacto, como sí lo hizo al final donde destacó el heroico rol de los empresarios, que eran la mayoría de los asistentes.
Otro punto que debo destacar es que si bien fue una buena y concisa exposición de la visión libertaria (qué es, por qué es mejor y cuáles son sus pilares), no fue adecuada para su posición de presidente del vecino país.
Como varios otros analistas desapasionados, creo que desaprovechó la ocasión para atraer más interés genuino en Argentina, algo que sí logró su equipo económico en las reuniones privadas en el Davos.
El tercero tiene que ver con la innecesaria discusión sobre paradigmas económicos en este evento. Atacó duramente al consenso neoclásico, pese a que quienes componen su equipo económico comparten, enseñan y/o escriben libros sobre esa visión.
Es paradójico ver en el escritorio de Milei el libro de su asesor (y excelente economista) Federico Sturzenegger, donde se expone (y muy bien) la concepción neoclásica de la macroeconomía.
Por último, aunque ligado al anterior, mezcló la intervención estatal con las fallas de mercado, que son las situaciones en las cuales el mercado no genera los resultados óptimos de eficiencia y bienestar: monopolios (poca competencia), externalidades (contaminación mala o investigación buena), asimetría de información (no todos los participantes saben qué pasa en el mercado) y bienes públicos (como la defensa nacional).
Coincido de que un fallo de mercado no debe ser la excusa para la intervención estatal. Es más, en el caso de bajas capacidades estatales su papel es mucho más dañino, como nos muestran varios casos que hemos visto en Latinoamérica y Bolivia.
Pero no podemos negar un problema porque sea usado de pretexto para una solución más dañina. Lo correcto es adoptar la solución correcta; y existen criterios técnicos fundamentados para hacerlo.
En cuanto a los aciertos, destaco uno y muy relevante. Ha permitido la discusión abierta de temas que antes eran tabú y que son muy necesarios: disciplina fiscal, remoción de regulaciones innecesarias, la reivindicación del rol empresarial, la defensa de la propiedad privada y de la libertad individual, entre otros.
Ese ha sido su mérito más grande, porque sin él todo sería una contienda sorda entre los ideales neoliberales y socialistas, en lugar de la discusión de fondo que sí ha generado a su alrededor.
Fuente de esta noticia Diario El Deber Bolivia.
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