Imagen Las2Orillas

Tal vez el miedo a quedar en el mismo escenario que hace cuatro años –el de elegir entre el de Uribe y Petro– ha hecho que la gente voltee a ver al ingeniero y lo considere como una opción de cambio y un voto de castigo a la política tradicional y a las maquinarias, aunque eso no sea cierto.
Hernández, que tiene como bandera un discurso anticorrupción, está imputado por interés indebido en la celebración de contratos por el caso de Vitalogic. Sin embargo, cada vez que se le pregunta o se menciona el tema, responde diciendo que es víctima de los politiqueros que lo quieren sacar de la contienda. No es extraño que el exalcalde salga con evasivas, groserías e insultos cuando lo cuestionan, ese fue el común denominador durante su alcaldía.
Tan lleno de incoherencias está que aunque pregona a los cuatro vientos no hacer alianzas porque, según él, esos acuerdos son para definir “qué se roba usted y qué me robo yo”, está apoyado por políticos cuestionados y hasta con condenas encima, tal y como lo conté en esta columna.

De eso tampoco se le puede preguntar, cuando logré hacerlo su respuesta fue que él no podía evitar que se sumaran a su campaña, casi la misma respuesta que dio Íngrid Betancourt –que se le adhirió recientemente en otra de sus jugadas oportunistas– en una entrevista en W Fin de Semana al preguntarle por qué fue tan radical con la Coalición de la Esperanza y no con Rodolfo Hernández. ¡Cuánto cinismo el de ese par!

Imagen Cortesía

Su última jugada, al verse favorecido en las encuestas, fue decir que no asistirá a los debates con el argumento de que “son un espectáculo de egos y ataques”, todos tienen su estrategia y es válida, lo cierto es que el ingeniero no tiene cómo defender sus propuestas populistas y sin piso. También ha cambiado su postura frente a temas como el fracking, el uso del glifosato, la legalización de la marihuana y el aborto, pues al inicio de la campaña había dicho que se oponía y esta semana dijo todo lo contrario. Aunque una voltereta parecida dio Fico Gutiérrez –preocupado porque se le están bajando de la ‘Ficoneta’– al decir que ahora sí está abierto al diálogo con el ELN, la adopción de parejas del mismo sexo y el acuerdo de Escazú.

Acá nadie se salva. Petro, que en su discurso de cierre de campaña llamó a Hernández “millonario, corrupto y uribista”, no supo qué decir cuando este reveló que hace dos años le había propuesto la Vicepresidencia para vencer a los corruptos. A propósito, el senador también se ha quedado callado con el apoyo a su candidatura de la parapolítica Zulema Jattin y su grupo.

Los del centro tampoco se quedaron atrás con el revolcón rodolfista, el mismo Sergio Fajardo contempló una alianza que luego desestimó cuando se vio en desventaja en las encuestas, pero los políticos, ávidos de poder y viendo que el barco de La Esperanza se hunde como el Titanic, empezaron a saltar sin siquiera esperar al domingo. El exgobernador Carlos Amaya aterrizó en cuerpo ajeno en la campaña del ingeniero con la suma de sus congresistas electos en Boyacá. No son los únicos, figuras de esta coalición que antes lo criticaron por su populismo, llegando a compararlo con Donald Trump, hoy lo consideran una opción válida.

Sé que el cansancio de las peleas, las mentiras, los ataques entre candidatos por encima de las propuestas, la indiferencia y la mezquindad nos empujan a querer cambiar todo lo que representa más de lo mismo, pero no es Rodolfo Hernández quien encarna eso. No caigamos en el juego de votar con miedo, rabia o rencor. No sigamos repitiendo la historia.

Pregunta suelta: ¿De qué tamaño es el ego de Iván Duque para afirmar que si estuviera en la pelea por la Presidencia saldría reelecto?

Johana Fuentes- Revista Cambio