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Jue. Nov 21st, 2024
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Con las clases virtuales, el silencio invade los pasillos, que solo se interrumpe por las alarmas de alerta de bombardeos.

En medio de los ataques rusos, las clases se mantienen a través de plataformas virtuales, pero se teme que docentes y estudiantes no vuelvan a su lugar de residencia.

Leópolis. La mayoría de las universidades ucranianas sigue dando clases ‘online’ y muchas de ellas se han convertido también en focos de apoyo a las fuerzas armadas. Sin embargo, una parte importante de los profesores se ha ido del país, aumentando el miedo de rectores como el de la Universidad de Leópolis, Volodymyr Melnyk, quien menciona una fuga de talentos y el temor de que los mejores ya nunca vuelvan.

Volodymyr Melnyk estima que el 25% del profesorado de su universidad se ha ido. “Somos conscientes de que en otros países como Polonia los salarios son más altos y nuestros trabajadores están muy bien formados. Es lógico que se los quieran quedar”, explica a Efe.

Pero por otro lado, apunta, los docentes tienen su casa en Ucrania y confía en que eso les haga volver, aunque no con mucho optimismo. “Todo dependerá de la duración de la guerra. Si acaba pronto, regresarán. Si se alarga mucho es posible que se queden fuera”.

Leópolis es la ciudad ucraniana más cercana a la frontera con Polonia y la más alejada al frente de guerra, con lo cual esa misma situación se está dando en el resto de universidades, pese a que los hombres de entre 18 y 65 años no pueden salir del país salvo por circunstancias especiales.

Ante esto, numerosas universidades europeas o instituciones ya preparan programas para emplear a refugiados.

En la última semana de abril de 2022, un profesor de la Universidad de Leópolis (Ucrania) era de los pocos que acudían aún a su despacho.

Pasillos vacíos

Volodymyr Melnyk es de los pocos que aún va a trabajar cada día a su despacho, ubicado en un edificio imponente de estilo imperial en el que no se oye ni un alma. Incluso el Consejo Universitario se celebra de forma virtual.

Sin embargo, la universidad no ha cesado su actividad en los dos meses de guerra, del mismo modo que siguen en marcha casi todas las del país, excepto las que están en las zonas de combate.

“Algunas fueron completamente destruidas como las de Mariúpol y Jarkiv”, lamenta el rector, que dice que en Mariúpol es tal el desastre que nadie sabe dónde están los profesores, pero que incluso en Jarkiv se siguen con las clases ‘online’.

“Necesitamos que los estudiantes continúen y se gradúen para integrarse en el mercado de trabajo”, remarca.

Facilidades y complicaciones para estudiantes

En la Universidad de Leópolis tienen localizados a los estudiantes que colaboran como voluntarios con las fuerzas armadas, a los que dan más flexibilidad para realizar sus tareas, mientras que los que están en el frente de combate tienen la posibilidad de rendir sus exámenes más adelante, el año que viene si quieren, sin pagar costos extra.

“Ya veníamos entrenados por la pandemia y hemos decidido continuar con las clases ‘online’. Muchos estudiantes se fueron al extranjero cuando la guerra empezó, sobre todo a Polonia, pero siguen estudiando desde allí”, explica el rector.

Agrega sí hubo dos semanas de parón de clases al inicio de la guerra, en las cuales hubo que reemplazar a algunos profesores que decidieron no seguir.

En total, hay 24.000 universitarios dependientes solo de ese centro, a los que se suman otros 8.000 que cursan estudios superiores no universitarios de carácter más práctico.

En su caso, la enseñanza virtual sí es más problemática, según reconoce el rector, por la naturaleza de su aprendizaje. “Quizás la calidad no sea la mejor porque no pueden utilizar los laboratorios, pero hemos decidido seguir”.

Alumnos como Christina, quien estudia informática, dice a Efe que ya está acostumbrada a la enseñanza ‘online’ porque durante la pandemia de COVID-19 así fue, aunque lamenta haberse perdido la parte de sociabilización de esta etapa de su vida.

Maria, por otra parte, estudia Derecho en la Universidad de Odesa y allí vivía en un apartamento hasta que empezó la guerra, cuando se mudó a la casa de sus padres en el oeste del país, en Ivano-Frankivsk, para estar a salvo de la guerra.

Desde allí se conecta a sus clases, aunque reconoce que es difícil seguirlas. “Cuando suenan las alarmas de bombas cierro el ordenador y me voy al refugio. Después lo profesores me mandan tareas adicionales. Pero cuando la sirena suena en el pueblo de los profesores, las clases se suspenden y hay que retomarla otro día”.

Mientras no hay clases, grupos de personas usan las universidades para hacer redes de camuflaje para la defensa territorial, entre otros insumos para el Ejército ucraniano.

Ayudan a los militares

Pero que las aulas estén cerradas no significa que no haya otro tipo de actividad. De hecho, entre alumnos y profesores han surgido varios grupos de apoyo al ejército ucraniano. Por ejemplo, con la ayuda de una máquina de última generación, en una sala de la universidad se realizan vendas para los militares.

Por otra parte, la Casa de Los Estudiantes se ha convertido ahora en un taller en el que universitarios y civiles realizan telas de camuflaje para el ejército, con cortinas, sábanas o cualquier tela de gran tamaño que sirva para ser pintada de verde, negro o color arena.

Además, con unas impresoras de tres dimensiones han sido capaces de crear arneses para los soldados.


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