En el Día Mundial del Parkinson, expertos explicaron los alcances de esta enfermedad. Farmacológicas, quirúrgicas y complementarias: cuáles son las terapias que se aplican.
El Parkinson es una enfermedad progresiva del sistema nervioso que afecta el movimiento. Los síntomas comienzan gradualmente. A veces, comienza con un temblor apenas perceptible en una sola mano. Los temblores son habituales, aunque la enfermedad también suele causar rigidez o disminución del movimiento.
“Se trata de una afección del sistema nervioso central causada por la pérdida de células productoras de dopamina en el cerebro. Se la considera una condición neurodegenerativa, porque las células nerviosas (neuronas) en el cerebro que controlan el movimiento se deterioran y se pierden. El faltante de dopamina genera que los mensajes cerebrales no sean transmitan de la forma adecuada, lo que da como resultado que los movimientos, coordinación, tono muscular y el equilibrio se vean afectados drásticamente, entre otras cosas. También es considerada una enfermedad progresiva, lo que significa que los síntomas aparecen gradualmente y empeoran lentamente”, explicó el doctor Carlos Alberto Ciraolo especialista en neurocirugía (MN 70.603), jefe de la sección neurocirugía funcional y estereotáctica adulta y pediátrica del Hospital Italiano de Buenos Aires.
En las etapas iniciales de la enfermedad de Parkinson, el rostro puede tener una expresión leve o nula. Es posible que los brazos no se balanceen cuando caminas. El habla puede volverse suave o incomprensible. Los síntomas de la enfermedad de Parkinson se agravan a medida que esta progresa con el tiempo.
En Argentina, se estima que padecen Parkinson alrededor de 120 mil personas, en mayor proporción los adultos mayores de 65 años – aproximadamente la sobrelleva el 1-2% de este grupo poblacional-, y se trata de la segunda enfermedad neurodegenerativa crónica y progresiva más frecuente en el mundo.
“La enfermedad de Parkinson se manifiesta con síntomas motores y no motores. Los principales síntomas motores son la lentitud o bradicinesia, la rigidez y el temblor. En estadíos más avanzados pueden existir alteraciones posturales, del equilibrio y de la marcha. También se pueden presentar alteraciones sensoriales (pérdida del olfato, dolores diversos), gastrointestinales (constipación), del estado de ánimo (depresión, ansiedad, etc.), del sueño (insomnio, sueños vívidos o actuados) o autonómicas (trastornos urinarios). En estadíos más avanzados también puede verse afectada la cognición. Estos cuadros suelen comenzar luego de los 60 años, pero existe un 5% de menores de 40 que también son afectados. Se estima que 1 de cada 100 individuos mayores de 60 años padece la enfermedad de Parkinson”, agregó el especialista.
¿Cómo se diagnostica?
Al no haber una prueba específica para la condición, la Enfermedad de Parkinson es difícil de diagnosticar. Los síntomas varían de persona a persona y varias enfermedades presentan síntomas similares. Por eso, algunas veces se hacen diagnósticos incorrectos.
Cuando una persona sospecha que presenta la enfermedad, es importante que asista pronto con un neurólogo especialista en trastornos del movimiento, el cual le solicitará una serie de pruebas de imagen, laboratorio o genéticas que permitan tener un diagnóstico. Lo más importante es buscar el consejo médico tan pronto como sea posible para tener así una detección temprana.
Los síntomas de la Enfermedad de Parkinson incluyen aquellos que afectan el movimiento: temblor, rigidez muscular y lentitud. Pero también incluyen síntomas que comienzan en un lado del cuerpo: cambio en la expresión facial (mirada fija, ausencia de parpadeo), falla en balancear un brazo cuando camina, posición encorvada (flexión), hombro congelado, con dolor, cojera o arrastre de una pierna, adormecimiento, hormigueo, dolor o incomodidad en el cuello o las extremidades, voz suave, escritura pequeña, sensación de temblor interno, pérdida del sentido del olfato, depresión o ansiedad.
Tratamientos para la enfermedad
Actualmente no se cuenta con tratamientos curativos para el Parkinson, pero existen distintas opciones para el tratamiento de la enfermedad. Es importante comprender que cada paciente es diferente, por eso es necesario analizar y comprender las necesidades de cada uno, de forma individual a la hora de seleccionar una opción.
-Tratamientos farmacológicos: Existen varios medicamentos usados para tratar los síntomas motores de la enfermedad. Estos medicamentos son útiles en las primeras etapas de la enfermedad, pero su efectividad generalmente disminuye con el tiempo; así mismo es posible que con el tiempo requiera mayores dosis de medicamento para obtener control de los síntomas motrices, lo que a futuro podría ocasionar efectos secundarios.
-Tratamientos quirúrgicos: Cuando los medicamentos ya no funcionan tan bien para los síntomas motores de los pacientes, la cirugía de estimulación cerebral profunda (DBS) puede ser una opción para mejorar la calidad de estos pacientes. La terapia DBS es una forma de tratamiento que envía impulsos eléctricos a áreas específicas del cerebro que controlan los movimientos. Esto implica un procedimiento quirúrgico para implantar electrodos en el cerebro, conectados a un dispositivo neuroestimulador localizado debajo del pecho o el abdomen. El DBS es altamente efectivo en pacientes seleccionados adecuadamente.
-Terapias complementarias: En las primeras etapas de diagnóstico de Parkinson, su médico puede recomendar cambios en el estilo de vida y terapias que puedan mejorar algunos síntomas de la enfermedad, o puedan ayudarlo en su vida diaria. Algunas terapias complementarias comúnmente recomendadas son: Cambio en la dieta, Terapia de lenguaje, Fisioterapia y Terapia ocupacional.
“Entre los quirúrgicos, se destaca la Estimulación Cerebral Profunda, un procedimiento que se realiza en el país desde hace varios años y sobre el que ya existe cuantiosa experiencia. Una proporción seleccionada de pacientes con Parkinson podría beneficiarse con los resultados de esta tecnología médica, dependiendo de la edad, de las manifestaciones de la enfermedad y de la presencia o no de otras condiciones asociadas”, afirmó Ciraolo, médico de planta neurocirugía y neurocirugía pediátrica, y presidente de la Asociación Argentina de radiocirugía.
Y agregó: “Una de las terapias más avanzadas y reconocidas por su efectividad en minimizar los trastornos de movimiento propios de la enfermedad es la Estimulación Cerebral Profunda (DBS por sus siglas en inglés). Este tratamiento consiste en el implante de electrodos en la profundidad del cerebro que van conectados a un generador de pulsos o dispositivo eléctrico -similar a los marcapasos cardíacos- que se coloca en el tórax o el abdomen. Su mecanismo de acción se basa fundamentalmente en la capacidad de modificar el funcionamiento del sistema nervioso a través de estímulos eléctricos. El dispositivo es programado externamente a través de un software que define y regula los estímulos que recibe el paciente”.
Según el experto, el procedimiento del implante es un proceso multidisciplinario donde colaboran, entre otros, los neurólogos, los neurocirujanos y los bioingenieros. La precisión del implante se logra a través de diversos métodos, entre los cuales se destaca el registro de la actividad neuronal de ciertas regiones del cerebro durante la cirugía.
“La terapia de Estimulación Profunda busca controlar los síntomas motores de los pacientes, así como probables complicaciones y fluctuaciones que puedan desarrollar debido a la terapia farmacológica”, afirmó Ciraolo. “Cada caso debe analizarse con rigurosidad para asegurarse que sea la opción adecuada para el paciente, aunque esta terapia es una de las más avanzadas para tratar la condición. En estos casos, el objetivo siempre es mejorar la calidad de vida, el nivel de independencia y la funcionalidad de nuestros pacientes. La familia y el acompañamiento del paciente también juegan un rol fundamental”, agregó.
Por su parte, la paciente Graciela Chiale cuenta su experiencia cuando se enteró que tenía una enfermedad como el Parkinson: “Soy consciente de que hay que enfrentar las limitaciones que impone cuanto antes. Al ser progresiva y degenerativa, postergar implica empeorar”. “Mi doctora me envió a hablar con el neurocirujano, quien me dijo que yo era candidata a cirugía, que no es para todos. Era la alternativa que mejor se presentaba para mejorar la calidad de vida”, agregó Chiale, Licenciada en Sociología, quien hoy en día continúa escribiendo sobre su campo de estudio.
Algunas cifras de atención:
– Actualmente, 175.000 personas en el mundo reciben la terapia de Estimulación Cerebral Profunda (o DBS por sus siglas en inglés).
– La EP es una de las enfermedades neurodegenerativas más comunes relacionadas con la edad, afecta al 1% de los pacientes mayores de 60 años y al 0,3% de la población general, calculándose una prevalencia cercana al doble de la actual para el año 2030, de acuerdo a la Escuela de Medicina de la Universidad de Texas.
– Se calcula que en Argentina más de 90.000 personas conviven con esta enfermedad, según la Asociación Parkinson Argentina.
FUENTE INFOBAE
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