A Ucrania han sido enviados a combatir también soldados rusos muy jóvenes sin ser informados de esta misión de guerra. Sus madres protestan enérgicamente porque no tienen noticias de sus hijos. Mientras tanto, el pueblo ucraniano intenta resistir al invasor: una lucha desigual para defender su libertad.
Sergio Centofanti – Vaticans News
Hay madres valientes en Rusia que no tienen miedo de protestar porque sus hijos fueron enviados a invadir Ucrania sin siquiera saberlo. Algunos son reclutas que acaban de cumplir la mayoría de edad, jóvenes soldados que no quieren luchar en una guerra ajena.
Hay madres que pueden estar de acuerdo con las razones de la guerra, porque hay mucha propaganda y desinformación, pero si tienes un hijo que ha sido engañado, utilizado y enviado al frente para matar y morir en lugar de vivir y dejar vivir, entonces la rebelión se hace más fuerte que cualquier miedo. No importa que ahora haya una ley que condene hasta 15 años de prisión si alguien habla de invasión. Si las madres se rebelan, un régimen tiene que preocuparse.
Hay madres rusas que han salido a la calle a manifestarse y han sido golpeadas y detenidas. Para las madres, un hijo lo es todo. Quieren saber dónde están sus hijos, enviados al frente como carne de cañón, y de los que no tienen noticias porque las autoridades no tienen interés en darlas.
Hay madres que tienen esperanza, porque su hijo capturado por los ucranianos ha podido llamar, llorando. Todavía está vivo. Hay otros jóvenes soldados que desertan y huyen. No entienden por qué deben morir por esta guerra.
En el otro lado está la valiente resistencia de un pueblo ucraniano libre que no quiere ser esclavizado por un régimen extranjero. Para los que creen o quieren creer la mentira de que el ejército ruso fue a liberar a un pueblo en manos de los nazis, basta con ver cómo muchos ucranianos de todo el mundo dejan sus afectos, su bienestar, su riqueza y su comodidad y vuelven a su patria para defenderla del invasor.
Basta con ver la cantidad de ancianos, mujeres y civiles ucranianos desarmados que salen a las calles ocupadas por los tanques enviados desde Moscú, gritando que salgan. Se trata de hechos de una evidencia obvia frente a los cuales las historias que ofrecen una narrativa contraria aparecen en toda su falsedad. He aquí un pueblo, el ucraniano, que quiere ser libre para decidir su propio futuro y resistirá hasta el final.
Por eso el ejército ruso dispara a los civiles y los mata de hambre, arrasa con todo, golpea casas, hospitales, escuelas, iglesias: porque Moscú sabe que puede ganar la batalla pero no la guerra contra un pueblo que quiere la libertad.
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