Su madre, su primera novia y Kelly Preston, su mujer por treinta años y madre de sus tres hijos, murieron a causa del cáncer de mama. Con Preston había atravesado antes el dolor más tremendo, la muerte de su hijo Jett, en 2009. Cómo enfrentó las tragedias, su devoción por la Cienciología y los rumores sobre su sexualidad. Cómo aquel chico malo que se hizo famoso bailando la coreografía de Stayin’ Alive -y que hoy cumple 68 años- tuvo que aferrarse a ese mantra para seguir adelante.
Creció como un típico hijo de los suburbios neoyorquinos de New Jersey: mitad italiano, mitad irlandés. John Joseph Travolta lleva esa mezcla en las facciones, y también en el espíritu: el porte latino, y los ojos azules y profundos; la gracia y el baile, y también el conservadurismo religioso. Su padre, Salvatore, pertenecía a la segunda generación de sicilianos en América, era un jugador amateur de fútbol americano y tenía una gomería. Su madre, hija de irlandeses, Helen Burke, era actriz y cantante, actuaba en la radio y daba clases de teatro en una secundaria. Todos sus hijos estaban llamados a seguir sus pasos, y lo hicieron.
El menor de seis hermanos, John nació el 18 de febrero de 1954 y fue educado como católico, pero para 1975, cuando rodó su primer gran papel en el cine como el bully de Sissy Spacek en Carrie (1976), ya se había convertido a la Cienciología. Los comienzos habían sido en Broadway, en la versión teatral del musical Grease con el que más tarde consolidaría su estrellato. Con esa obra llegó a Los Ángeles y se instaló ahí en busca de oportunidades. Las obtuvo
También en 1975 consiguió notoriedad como Vinnie Barbarino en la serie estudiantil Welcome back, Kotter, donde desplegó sus raíces italianas. En esa época, Travolta apostaba también a su carrera de cantante: un año más tarde llegaría al Top 10 del Billboard con el hit Let her in. Era 1976 y ya se perfilaba como el galán joven del momento: además de en Carrie, actuó en el drama televisivo El chico de la burbuja de plástico.
Pero el gran éxito y la prueba de su versatilidad sin límites se la daría Fiebre de Sábado por la Noche (1977), donde puso en juego todos los recursos que traía en la sangre: Tony Manero era un chico italo-americano como su padre, pero bailaba como su madre, que obtuvo un pequeño papel en la película de John Badham. Sería el último de su vida. Murió en 1978 de cáncer de mama. Esa enfermedad sería su karma y su desgracia: perdió a las tres mujeres más importantes de su vida de esa manera.
Conoció a Diana Hyland mientras rodaba El chico de la burbuja de plástico. Ella hacía de su madre y la atracción fue instantánea. Ella le llevaba 18 años y tenía un hijo de tres años fruto de una relación anterior. Él se enamoró del paquete completo, adoraba a Zachary. Pero en 1977 le diagnosticaron cáncer de mama, y aunque se sometió a una doble mastectomía, no pudo superarlo.
Todo se dio al mismo tiempo. John estaba feliz y excitado por su primer protagónico en el cine y había entrenado durante cinco meses con el coreógrafo Deney Terrio, uno de los pioneros del disco, que le enseñó el mítico pasito en el que señala con el índice en Stayin’ Alive. Entonces llegó el diagnóstico de Diana, demoledor e irreversible, y cambió todo su mundo de un día para el otro y sentó un precedente: la felicidad iba a costarle siempre.
Wensley Clarkson, su biógrafo, cuenta que Travolta se repartía entre el rodaje y los cuidados a la mujer que amaba. En el set, escribe Clarkson, el actor luchaba para contener sus emociones: “Tenía que pasar de ser la pareja atenta de alguien que se estaba muriendo, al chico arrogante y callejero de Fiebre de Sábado por la Noche”.
Diana Hyland murió en Los Ángeles el 27 de marzo de 1977, mientras John estaba en plena filmación de la película que le baldía sus primeras nominaciones como Mejor Actor en los Golden Globes y los Oscars con sólo 24 años. “Murió en sus brazos, e inmediatamente él voló de regreso al set en Nueva York, casi como si nada hubiera pasado”, dice Clarkson. Entre las tomas, el propio Badham decía que John estaba roto, “era un zombie”.
Hace unos años, él mismo lo contó a The Daily Beast: “Cuando hice Fiebre del Sábado por la Noche, mi novia acababa de morir y yo no me daba cuenta de que usaba ese dolor para actuar. Pero hay una escena en la que la chica me besa en la mejilla y yo me largo a llorar. Cuánto de eso tenía que ver con mi vida personal, no lo sé; actuar siempre es una mezcla de lo que traés con vos como ser humano y la literalidad del guión”.
Pero pese a su dolor, su carrera ya había despegado por completo. En 1978, Grease llegó finalmente al cine, y Travolta apareció como el protagonista natural. Dany Zuko también era un chico malo, pero sensible que desplegaba todos los trucos de baile que había aprendido de su madre. Fue un éxito que como Fiebre de Sábado por la Noche, pasaría a la historia como un clásico. Después llegaría otro hit de taquilla: Urban Cowboy, con Debra Winger.
Pero la suerte en la pantalla grande terminó en los 80, con una serie de películas que pasaron sin pena ni gloria, salvo por Stayin Alive, la secuela de su primer gran suceso, que arrasó en salas, pero fue denostada por la crítica. Su carrera recién recuperó el visto bueno del público con Mirá quién habla, en 1989, junto a Kirstie Alley. El film tenía una particularidad: descubría su pasión por los aviones y su habilidad para pilotear, que había desarrollado en paralelo a sus trabajos cinematográficos, convirtiéndose en piloto privado. Antes de eso rechazó papeles que catapultaron a varios de sus colegas, como American Gigolo (1980), con Richard Gere, y Splash (1984), con Tom Hanks.
En 1988 había conocido a la bella actriz australiana Kelly Preston mientras coprotagonizaban Los Expertos. Fue amor a primera vista. Cuando se cruzaron por primera vez, Kelly estaba apenas separada de su marido, Kevin Gage. “De repente lo vi caminar hacia mí con actitud y con sus dos perros, y me enamoré”, confesaría ella. Pero el noviazgo, al principio, no prosperó: antes de casarse con Travolta en París, en 1991, Preston salió con George Clooney y hasta estuvo a punto de casarse con Charlie Sheen. A su vez, él tuvo muchos romances; entre otros, uno muy publicitado con Catherine Deneuve.
Cuando se reencontraron, él le propuso casamiento casi enseguida, durante una escapada a Suiza. La ceremonia fue en el Ritz parisino ante un ministro de la Cienciología; luego la refrendarían en Daytona Beach, en La Florida, donde se instalaron con la familia que formaron tan pronto como el matrimonio estuvo sellado. Tuvieron tres hijos: el mayor, Jett, nació en 1992, y le seguirían Ella Bleu (2000) y Benjamin (2010). No tardaron en convertirse en una de las parejas más sólidas de Hollywood. Su secreto, según aseguraban, era asistir regularmente a terapia de pareja, aunque en verdad se tratara de una exigencia de la Cienciología, a la que también se unió la actriz.
Mirá quién habla y sus secuelas lo devolvieron al podio taquillero de Grease. Pero fue su Vincent Vega en Pulp Fiction, de la mano de Quentin Tarantino, el que revivió su carrera. Y, por supuesto, lo hizo bailando, con un twist inolvidable junto a la Mia Wallace de Uma Thurman. Por esa actuación volvió a ser nominado al Oscar y volvió a recibir ofertas en el cine de Clase A. Get Shorty (1995), Contracara (1997), Colores primarios (1998) y La hija del General (1999), fueron sólo algunas de las películas que filmó en esos años.
Desde el 2000 en adelante, Travolta ya no paró de actuar. Protagonizó, entre otras, Swordfish (2001), Escalera 49 (2004), y Hairspray (2007), su primer musical verdadero desde Grease.
En el 2000 volvió a actuar junto a su mujer en Campo de batalla: la Tierra. Era la adaptación de una novela de Ron Hubbard, el gurú y fundador de la Cienciología, basada en la creencia de que los humanos somos seres espirituales e inmortales con vidas pasadas que se remontan a los extraterrestres.
El 2 de enero de 2009, la tragedia lo sacudió de nuevo cuando su primogénito, Jett, murió en unas vacaciones de Navidad en las Bahamas. Tenía apenas 16 años, y la causa del fallecimiento, según el acta de Bahamas, indicaba un ataque de epilepsia por el que se golpeó y quedó inconsciente en la bañera. Sufría de epilepsia desde que era un bebito y Travolta contaría después, bajo palabra, que su hijo padecía Síndrome de Kawasaki, era autista, y los ataques y las convulsiones le ocurrían de manera regular. Hubo dudas sobre su tratamiento: ¿acaso no se lo medicó lo suficiente para cumplir con los designios de la Cienciología?
Todo eso se hizo público durante el juicio por extorsión que inició el actor en Bahamas contra el paramédico que atendió a Jett y su abogado. Aseguraba que le habían pedido US$25 millones para no revelar información reservada sobre la muerte de su hijo adolescente. Pero en un punto de la investigación, Travolta levantó los cargos. Nada tenía sentido, ni nadie podía devolverle a su hijo, y el dolor de volver con Kelly y su familia para testificar en el lugar de la tragedia les resultaba insoportable.
En lugar de eso, la pareja creó la Jett Travolta Foundation, una organización sin fines de lucro que recauda fondos para chicos con necesidades especiales. También se volcaron más a la Cienciología, a la que John se había acercado por primera vez en México, durante la filmación de La lluvia del diablo (1975). “Nuestra Iglesia nos mantiene con los pies en la tierra. No sé qué hubiéramos hecho sin su apoyo”, diría Travolta más tarde.
Durante años se dijo que tenía una relación homosexual oculta con Tom Cruise –casi un santo para la Cienciología–. Los primeros rumores sobre su supuesta homosexualidad salieron a la luz en 2006, cuando The National Enquirer publicó en tapa una foto en la que se lo veía besándose con un hombre en las escalinatas de un avión en Canadá. Sólo una vez se refirió al tema, durante el Festival de Cine de Cannes de 2014: “Este es el talón de Aquiles de todas las estrellas. Siempre se trata de gente que quiere sacarte plata. Y eso es todo. Pasa en muchos niveles”, respondió cuando le preguntaron por la demanda de uno de sus ex pilotos que aseguraba que había tenido una relación con él. De las acusaciones por supuesto abuso sexual contra dos masajistas, sólo habló por medio de sus abogados: “Es una completa ficción, todo fue fabricado”.
“No me importa demasiado –dijo también en Cannes–. Algunos reaccionan más que yo ante estas mentiras, pero yo prefiero dejar que los medios hagan su juego, porque no puedo controlarlo. Tal vez por eso sigan… Sólo me resultó ofensivo cuando se metieron con la muerte de mi hijo. Fue lo más bajo que me hicieron, en el momento más duro de mi vida. El sexo siempre va a ser interesante para alguien, pero aléjense de mi familia. Muchos medios cayeron demasiado bajo cuando debieron haber sido respetuosos”.
Ben, su tercer hijo con Preston, llegó para sanarlos, en 2010. “Creo que los dos intentamos llevar el dolor lo mejor que pudimos –contaría la actriz sobre cómo atravesaron el duelo por Jett–. Fue un momento en el que era muy difícil mirarnos el uno al otro, porque si uno estaba mal, el otro se caía. Pero la fuerza de nuestra relación nos ayudó”.
Cuando coprotagonizaron Gotti juntos, en 2018, con Travolta como el capomafia neoyorquino y Kelly como Victoria, el cine volvió a mezclarse con la vida: la pareja atravesaba frente a cámaras el dolor por la pérdida de un hijo. “Cuando te pasa algo así, la pareja se complica o te ayuda a salir adelante. No queda otra”, diría ella al presentar la película. Fuera de la ficción también habían hecho eso: unirse todavía más para salir adelante. Los amigos del actor no lo dudaban: “John tiene una total dependencia y devoción por Kelly”.
Pero la tragedia, y el cáncer de mama, volverían a golpearlo. Ese mismo año, Kelly fue diagnosticada con la misma enfermedad que se había llevado a su madre y a su primera novia. Moriría dos años más tarde, a los 57, y cuando Ben sólo tenía 9. El 12 de julio de 2020, Travolta envió un comunicado a la revista People: “En la mañana del domingo, Kelly Preston, adorada esposa y madre, ha fallecido tras una batalla de dos años contra el cáncer de mama. Ella eligió llevar su lucha en privado, y recibió tratamiento médico durante un tiempo, con el apoyo de su familia y amigos más cercanos. Era una persona bella, brillante y llena de amor que se implicaba a fondo con los demás y que llenaba de vida todo lo que tocaba. Su familia pide comprensión para la privacidad que necesitan en estos momentos”.
Llevaban 29 años de casados, y él anunció que se retiraría por un tiempo de la actuación para atender a sus hijos. “Mi bella esposa Kelly ha perdido su batalla de dos años contra el cáncer de mama. Luchó con valentía con el amor y el apoyo de mucha gente. La vida y el amor de Kelly siempre vivirán en nuestros recuerdos. Voy a tomarme algún tiempo para estar ahí para mis hijos que han perdido a su madre, así que perdónenme por anticipado si no saben nada de mí durante una temporada”, escribió Travolta en su cuenta de Instagram.
A casi dos años de esa pérdida que todavía lo atraviesa, el actor está listo para volver al cine. Su último papel aclamado fue como Robert Schapiro, el abogado de O.J. Simpson en la saga American Crime Story, que también produjo, en 2016. El regreso será con un film de acción y junto a su amigo Bruce Willis. No actúan juntos desde Pulp Fiction, y el reencuentro promete: parece mentira, pero pronto se cumplirán 30 años del estreno de ese clásico de culto. Paradise City se rodó el último septiembre en Hawaii, y tiene previsto su estreno para fines de este año.
Pero su rol principal, a los 68, sigue siendo como padre de sus dos hijos Ella y Ben. Hace poco contó en el show de Kevin Hart cómo habló con su hijo menor sobre la muerte de su madre, cuando el chiquito le preguntó, asustado, si también podía perderlo a él. “Le dije, ‘Bueno, es algo muy distinto’. Y le hablé de mi longevidad, pero le dije: ‘Ben, a vos siempre te gusta saber la verdad, y voy a decirte la verdad de la vida. Nadie sabe cuándo se va o cuándo y cuánto va a quedarse. Tu hermano nos dejó a los 16. Demasiado joven. Tu mamá a los 57. Eso también fue muy pronto. ¿Pero quién sabe? Podría morirme mañana y vos también, así que miremos esto como parte de la vida y hagamos lo mejor para vivir tanto como podamos’”.
Y es que al final, como en la canción que lo hizo famoso, sólo se trata de eso, de “mantenerse vivo”.
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