NY Times.— En medio de su política de riesgo calculado en Ucrania, el presidente Vladimir Putin también ha estado ocupado intentando expandir la influencia de Rusia a miles de kilómetros de distancia, en América Latina.
Habló con Daniel Ortega, el presidente autoritario de Nicaragua, por primera vez desde 2014. También llamó a los líderes de Venezuela y Cuba. Recibió al presidente de Argentina, Alberto Fernández, quien durante la visita al Kremlin prometió reducir la dependencia de su país con Estados Unidos.
Y el miércoles, el mismo día que funcionarios estadounidenses dijeron que podría empezar una invasión rusa, Putin tiene previsto reunirse con el presidente brasileño Jair Bolsonaro. El mandatario volará a Moscú, a pesar de que en las últimas semanas los funcionarios estadounidenses le han suplicado varias veces que posponga su viaje mientras Estados Unidos y sus aliados se apresuran a presionar a Putin por el tema de Ucrania.
El frenesí de diplomacia personal dirigida hacia América Latina por parte de Putin durante el periodo de más alto riesgo de su mandato reafirma lazos que datan de la Guerra Fría y da cuenta de la naturaleza global de sus ambiciones: ejercer influencia incluso en regiones lejanas. Está intensificando la interacción y creando lazos hacia un territorio cada vez mayor del hemisferio occidental que incluye países que tradicionalmente han sido cercanos a Washington, como Brasil y Argentina.
La intensificación de las relaciones sucede cuando Putin ha amenazado con tomar “medidas técnico militares” no especificadas si no consigue las garantías de seguridad en Europa del Este que les exige a Estados Unidos y a la OTAN. Los funcionarios del Kremlin han deslizado pistas insinuando que dichas medidas podrían involucrar despliegues militares en el hemisferio occidental, lo que ha ocasionado que analistas y los medios controlados por el Estado especulen que las movidas podrían incluir pasos audaces, como enviar misiles nucleares a países amigos en América Latina, algo que los funcionarios rusos no han descartado.
Como es habitual, las verdaderas intenciones de Putin son difíciles de descifrar. Su campaña hacia América Latina podría ser un amago, un modo de complicar la respuesta de Occidente a su invasión amenazada de Ucrania. Al mismo tiempo, los líderes latinoamericanos tienen sus propias agendas políticas y podrían estar usando a Putin para ganar influencia con Estados Unidos que, junto con China, aún dispone de una mayor influencia general en la región.
Pero la reciente diplomacia latinoamericana es un recordatorio de que para Putin, hay un objetivo primordial en su política exterior: devolverle a Rusia su estatus de gran potencia capaz de desafiar a Estados Unidos.
“Vladimir Putin ve a América Latina como un zona que aún es importante para Estados Unidos”, dijo Vladimir Rouvinski, profesor en la Universidad Icesi en Cali, Colombia, que estudia la relación de Rusia con América Latina. “Así que esto es en reciprocidad por lo que está pasando en Ucrania”.
El cortejo de Putin hacia América Latina se ha estado preparando desde hace años. El presidente ruso ha logrado aprovechar los lazos establecidos en la era soviética, los resentimientos locales hacia Estados Unidos y los caprichos de algunos líderes. Durante la pandemia, cuando los países ricos acapararon las vacunas para la COVID-19, el Kremlin aprovechó una oportunidad: en al menos cinco países latinoamericanos —Argentina, Bolivia, Nicaragua, Paraguay y Venezuela— la vacuna rusa Sputnik V fue la primera en llegar.
“Fue muy importante el apoyo que ustedes le dieron a la Argentina cuando las vacunas escaseaban”, le dijo Fernández a Putin en el Kremlin, el mes pasado, “Estuvieron a nuestro lado cuando el resto del mundo no estaba”.
El Ministerio de Exteriores de Rusia respondió por escrito a preguntas que se le plantearon e indicó que América Latina “fue y sigue siendo para nosotros una región de buena voluntad política, oportunidades económicas, cercanía cultural y una mentalidad similar”.
“Rusia nunca participó en la colonización de la región, en la explotación de la gente que la habita ni en ningún conflicto, guerras u otros usos de la fuerza”, dijo el ministerio.
Un hombre recibía la vacuna Sputnik V en Quilmes, provincia de Buenos Aires, el año pasado. La vacuna Sputnik V fue la primera que llegó a cinco países de América Latina.
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A pesar de los esfuerzos de Rusia, Estados Unidos y China tienen vínculos económicos mucho mayores con la región. En 2019, por ejemplo, Sudamérica exportó 5000 millones de dólares a Rusia, en comparación con 66.000 millones de dólares a Estados Unidos y 119.000 a China, según datos recopilados por la Universidad de Harvard.
En particular, la influencia de China ha crecido gracias al financiamiento de decenas de miles de millones de dólares en proyectos de infraestructura en toda América Latina, desde un metro elevado en Colombia hasta una estación espacial en Argentina. Esa influencia económica podría decirse que ha puesto su poderío diplomático en la región a la par que el de Estados Unidos.
La especialidad de Rusia en la región ha sido el apoyo político a países que se están quedando aislados del escenario global. Putin ha sido un salvavidas diplomático para los líderes autoritarios de Venezuela, Cuba y Nicaragua. Y a Bolsonaro, que critica duramente a China y cuestiona la victoria electoral del presidente Joe Biden, Putin le ha extendido una invitación cuando parecía que muchos otros países no estarían dispuestos a hacerlo.
Durante la presidencia de Trump, Estados Unidos y Brasil se acercaron como nunca en décadas. Pero cuando el presidente Biden llegó a la Casa Blanca, no buscó a Bolsonaro, que había cuestionado en público su victoria en la elección de 2020 y llevaba a cabo su propio intento de socavar la votación brasileña que está por celebrarse.
Eventualmente, Bolsonaro empezó a pedirle a funcionarios estadounidenses una invitación a Washington o al menos una llamada telefónica con el nuevo presidente, según dos altos oficiales de Estados Unidos que insistieron en conservar el anonimato porque no tenían autorización para hacer declaraciones en público. Bolsonaro advirtió que si no tenía noticias de Biden buscaría una cumbre con otra potencia mundial, dijeron los funcionarios.
Al mismo tiempo, Putin hacía insinuaciones más intensas a Bolsonaro. Los dos presidentes discutieron una posible extensión comercial y a los acuerdos de ciencia y seguridad, dijeron los funcionarios de Estados Unidos.
Luego, en diciembre, sin que Biden llamara por teléfono y en medio de las tensiones en Europa del Este, Bolsonaro aceptó la invitación de Putin a Moscú. La Casa Blanca no estaba contenta. En dos ocasiones, altos funcionarios de Estados Unidos contactaron al gobierno de Bolsonaro para transmitir su preocupación de que era un mal momento para viajar a Moscú, dadas las negociaciones por Ucrania.
Al preguntársele recientemente sobre la falta de contacto entre Biden y Bolsonaro, la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Jen Psaki, refirió las conversaciones entre el secretario de Estado Antony Blinken y su contraparte brasileña, y enfatizó “la necesidad de una respuesta fuerte y unida ante mayores agresiones rusas contra Ucrania”.
Bolsonaro le dijo a la prensa brasileña que la cumbre con Rusia era importante para su gobierno y que no tocaría el tema de Ucrania. Sin embargo, Bolsonaro ha enfrentado intensas críticas por el viaje, también por parte de algunos aliados. En un comunicado, su gobierno dijo que dada la relación entre Brasil y Rusia, el diálogo continuo “es más que lo esperado, es necesario”.
“Creo que de muchas formas está equivocado”, dijo Ernesto Araújo, ministro de exteriores de Bolsonaro hasta el año pasado. “En otras circunstancias está bien. Pero no con la crisis inminente”.
La medida más provocadora que Putin podría tomar sería brindar apoyo militar o despliegue de armas en la región. Cuando a mediados de enero se le preguntó sobre la posibilidad de que Rusia instalara infraestructura militar en Venezuela o en Cuba, un viceministro de exteriores ruso dijo que no descartaba nada. Días después, Putin sostuvo conversaciones telefónicas con los líderes de Venezuela, Cuba y Nicaragua que, según dijo el Kremlin, reafirmaron la “asociación estratégica” de esos países con Rusia.
El Departamento de Estado desestimó como “fanfarronada” la mención de posibles despliegues rusos.
“Si vemos cualquier movimiento en esa dirección responderemos de forma decisiva y veloz”, dijo a los reporteros el vocero del departamento, Ned Price.
Los analistas en América Latina se muestran escépticos ante la posibilidad de que Putin llegue a desplegar armamento en la región, en parte porque hacerlo podría destruir gran parte de la buena voluntad que Rusia ha ido creando en América Latina.
Sin embargo, Rusia ha sido clave para armar a sus aliados más cercanos en América Latina. Rusia ha vendido armas y tanques a Cuba y Nicaragua así como aviones y sistemas antimisiles a Venezuela. También ha llevado a cabo ejercicios militares bilaterales con Venezuela.
Funcionarios estadounidenses creen que Rusia apoya al ejército de Venezuela, además de usar al país para operaciones de inteligencia y lavado de dinero, según un alto funcionario de Estados Unidos.
A Estados Unidos también le preocupan los intentos de Rusia por interferir en la elección de Colombia en mayo y posiblemente apoyar al candidato líder de la izquierda, que resultaría un aliado de negociación más amigable que el actual gobierno de derecha. En el pasado, los funcionarios estadounidenses han observado operaciones de influencia rusa en internet que han intentado sembrar agitación en Sudamérica.
Pero en el corto plazo, según los analistas, la ganancia más importante que Rusia puede obtener en América Latina probablemente sea apoyo diplomático.
A principios de febrero, el presidente Fernández visitó Moscú y China en una gira que en parte tenía como objetivo buscar nuevos benefactores. Argentina le debe al Fondo Monetario Internacional más de 40.000 millones de dólares y se ha quedado marginada de los mercados internacionales de capital. Previo a su visita, Fernández le dio una entrevista exclusiva a RT, la red televisiva financiada por el Kremlin, que cada semana llega a unos 20 millones de televidentes en América Latina.
“Estoy empecinado en que la Argentina tiene que dejar de tener esa dependencia tan grande que tiene con el Fondo y Estados Unidos” le dijo Fernández a Putin, “tiene que abrirse camino hacia otros lados y ahí Rusia tiene un lugar muy importante”.
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