Durante dos años, entre 1915 y 1916, la tripulación del navío quedó a la deriva en los helados mares del Atlántico Sur, pero gracias a un rescate épico lograron sobrevivir. Pero los restos del barco jamás pudieron ser encontrados hasta hoy.
Hace poco días partió desde Sudáfrica una expedición que se propone alcanzar la historia. Su misión es llegar hasta el helado mar de Weddel y encontrar entre su casi impenetrable capa de hielo los restos del Endurance, un legendario buque hundido hace más de 100 años en la Antártida, que nunca ha podido ser encontrado.
Esta será la última de una serie de misiones fallidas para dar con la ubicación y los restos del naufragio del Endurance, una ambiciosa empresa que por su nivel de dificultad ha transformado este barco en uno de los tesoros más codiciados de los exploradores e investigadores arqueológicos marinos de todo el mundo.
La expedición se denomina Endurance22, y se hará a bordo del buque sudafricano de investigación polar Agulhas II, el cual zarpó el sábado 5 de febrero de Ciudad del Cabo con una tripulación de 65 miembros, un par de submarinos robóticos, perforadoras de hielo, un helicóptero y otros equipos especializados que esperan dar por fin con el legendario navío.
Agulhas II pretende triunfar donde otros han fracasado y no solo llegar al lugar exacto donde el barco comandado por el capitán Ernest Shackleton se hundió en 1915, sino entender mejor cómo pudo ser posible el épico viaje de supervivencia que llevó a los 28 tripulantes del Endurance de regreso a casa para contar su historia.
Explorando lo desconocido
El 8 de agosto de 1914 el Endurance comenzó su insólita travesía. El barco de Shackleton zarpó del puerto de Plymouth en sureste de Inglaterra con rumbo a Buenos Aires (Argentina), donde el resto de la tripulación subiría a bordo.
El destino final de la expedición era la Antártida, y el objetivo era ser los primeros seres humanos en atravesar a pie el continente helado, pasando incluso por una zona que hasta ese momento era totalmente desconocida para los criptógrafos.
Para ese entonces Ernest Shackleton ya era un reconocido explorador anglo irlandés, una de las figuras más prominentes en la carrera por la conquista de la Antártida, empresa que interesaba mucho a las potencias de la época, en especial a Reino Unido que para entonces era quizá la más prominente de todas.
Shackleton viajó por primera vez a la Antártida a principios del siglo pasado, como tercer oficial de la Expedición Discovery (1901-1904) liderada por el capitán Robert Falcon Scott, de la que tuvo que regresar de forma prematura por una afectación de salud.
Determinado a resarcirse, regresó al continente helado pero ahora como líder de la Expedición Nimrod, entre 1907 y 1909. Ese último año y junto con otros tres compañeros, hicieron una marcha que les llevó al punto más alto meridional jamás hollado por el hombre en la Antártida, la latitud 88° 23′ S, a unos 190 km del Polo Sur.
Esta expedición lo graduó de héroe y le valió ser condecorado como “sir” (caballero) por el rey Eduardo VII. Pero finalmente, Shackleton perdió la carrera por conquistar el Polo Sur frente a una expedición noruega liderada por Roald Amundsen, por lo que se determinó por alcanzar la siguiente gran hazaña: cruzar la Antártida de costa a costa.
El explorador logró convencer a la corona británica de su aventura transantártica. Estaba determinado a navegar por el mar de Weddell, desembarcar cerca de la bahía de Vahsel y comenzar una marcha transcontinental hacia el mar de Ross, atravesando el polo sur.
La expedición fue financiada por la Sociedad Real de Geografía británica y tras pasar por Argentina y hacer una parada en las islas de Georgia del Sur (territorio británico al sur del Océano Atlántico) partió finalmente con ese rumbo fijo el 5 de diciembre de 1914.
La resistencia del Endurance
El Endurance era un rompehielos ultramoderno para su época. Tenía 44 m de largo, 7,6 m de manga y pesaba 348 toneladas brutas. Originalmente fue nombrado como Polaris (en referencia a la Estrella del Norte) y su propósito inicial era servir de alojamiento para pequeños grupos de turistas y cazadores de ballenas en expediciones al Ártico.
Contaba con 10 cabinas de pasajeros, un espacioso salón comedor y cocina (con alojamiento para dos cocineros), una sala para fumadores, un cuarto oscuro para que los pasajeros revelaran fotografías, iluminación eléctrica e incluso un pequeño baño. Era la nave perfecta para la ambiciosa expedición.
Sin embargo, el viaje probó ser más complicado de lo planeado. La gruesa capa de hielo que cubre el mar de Weddel impuso resistencia al Endurance y su capitán consideró en más de una ocasión atracar para comenzar la expedición a pie. Pero confiaba en su barco y mantuvo el rumbo, sobre todo porque sabían que la caminata para atravesar el Polo Sur sería increíblemente difícil.
Eventualmente el hielo se hizo impenetrable y el barco quedó atrapado en él antes de poder llegar a la bahía Vahsel. Era imposible moverlo, pese a los desesperados intentos de la tripulación.
Era febrero de 1915, en pleno invierno antártico, y los 28 tripulantes del Endurance estaban a la deriva, sin otra opción que esperar a que las condiciones climáticas mejoraran.
Por 10 meses flotaron a la deriva atrapados entre hielo marino, a la merced del helado viento polar y las corrientes marinas que movían la enorme masa de hielo donde estaban incrustados.
El fotógrafo australiano Frank Hurley, quien integraba la tripulación y fue responsable de dejar registro fotográfico del periplo que pasaron los hombres al mando del capitán Shackleton, describió en su diario lo duro que fueron esos meses.
“Terrible calamidad la que azota al barco que ha sido nuestro hogar por los últimos meses… no tenemos techo y estamos a la deriva sobre el hielo marino”, escribió.
Para octubre de 1915 la presión del hielo se volvió insoportable para el Endurance, y el agua empezó a entrar al barco, obligando a la tripulación a abandonarlo y a instalar un campamento en la superficie de agua congelada que tenían a su alrededor.
Fue una experiencia aterradora, estaban completamente en medio de la nada, rodeados por hielo y sin oportunidad de escape.
A causa de los cambios de temperaturas tenían que mover las tiendas de campaña hasta dos veces por noche. Escuchaban constantemente cómo el hielo se rompía a su alrededor y también podían oír el sufrimiento del barco, que como un animal herido, gemía ante la presión del hielo que trituraba sus entrañas.
Finalmente, el 21 de noviembre de 1915, el Endurance se hundió en las aguas del mar de Weddell, exactamente en las coordenadas 68°39′30.0″ Sur y 52°26′30.0″ Oeste, que fueron anotadas por Frank Worsley, uno de los oficiales a bordo.
Han pasado 106 años desde entonces, y el legendario Endurance nunca ha sido hallado. En ese lugar, el lecho marino cubre una zona de 8×15 kilómetros, y tiene una profundidad de unos 3,5 kilómetros.
La travesía para volver a casa
El campamento duró instalado unos meses más, pues intentaron arrastrar los tres botes salvavidas del Endurance sobre el hielo hasta encontrar agua donde navegar, pero pronto se dieron cuenta de que era imposible sin dañar los que podrían ser sus únicos vehículos de escape.
Así que esperaron hasta el nuevo año. Pero en abril de 1916 y con la amenaza de un nuevo invierno cerca decidieron aprovechar el rompimiento de la capa de hielo, subirse a los botes y navegar.
Fue un viaje traumático y complejo por miles de kilómetros hasta alcanzar una pequeña isla completamente desierta llamada Isla Elefante.
En este punto cabe recordar que para la época las comunicaciones de radio eran inexistentes y nadie sabía que el grupo de 28 marinos estaba extraviado, mucho menos que habían llegado a una remota y deshabitada isla en los confines del mundo conocido.
Por eso Shackleton, consciente de que enfrentaban su muerte, decidió tomar uno de los botes y junto con otros cinco miembros de la tripulación aventurarse de nuevo al mar para tratar de llegar a un lugar donde pudieran hacer contacto y pedir un rescate.
Su objetivo era alcanzar la isla de Georgia del Sur, que quedaba a una distancia aproximada de 1.300 kilómetros de Isla Elefante, donde dejaron a los otros 22 tripulantes del Endurance. Este quedaría en la historia como uno de los más difíciles y épicos viajes en botes pequeños conocidos, en especial por atravesar uno de los mares más duros y turbulentos del mundo. Toda una hazaña capitaneada por Worsley en el pequeño barco James Caird.
Cuando llegaron a la región este de Georgia del Sur estaban exhaustos, y tuvieron que dejar a tres hombres ahí. Los otros tres Shackleton, Worsley y otro marino apellido Crean, se dispusieron a atravesar otro gran obstáculo: las desconocidas montañas de Georgia del Sur, el único camino para llegar hasta la otra parte de la isla donde sabían que había una fábrica ballenera.
En sus espaldas estaba la vida de todos los marinos que esperaban rescate en Isla Elefante, una motivación que los mantuvo concentrados en lograr su objetivo.
La historia cuenta que llegaron a la estación, y de ahí consiguieron llegar a Inglaterra para planear el rescate, el cual probó no ser una tarea fácil, como todo en esta épica expedición.
Los primeros intentos fueron fallidos, el primero encabezado por un ballenero inglés, el segundo por un barco de arrastre uruguayo y el último por una goleta a vapor muy resistente, el Yelcho, comandada por un joven capitán chileno de nombre Luis Pardo.
Pese a su juventud, Pardo era un marino experimentado y conocía muy bien la región austral. Él tuvo una idea clave, esperar a que hubiera niebla para entrar al mar. Esto era una señal de un incremento en la temperatura, lo que facilitaba a su embarcación abrirse paso por las capas de hielo.
Su plan funcionó y tras dos años de la partida del Endurance hacia lo desconocido, el Yelcho atracó el 30 de agosto de 1916 en Isla Elefante, piloteado por Pardo junto con Shackleton.
El rescate fue rapidísimo, apenas pasó una hora desde que el bote tocó tierra cuando ya estaban zarpando con todos los marinos a bordo. Pardo era astuto y se percató que la niebla se disipaba, por lo que no había tiempo que perder, cada minuto contaba si no quería que un nuevo barco y aún más marinos quedarán náufragos en las heladas aguas.
Ese último viaje también los enfrentó al peligro pues un temporal de grandes proporciones les impidió volver por la ruta que usaron inicialmente, el Canal de Beagle, y los obligó a salir por el Atlántico Sur.
Increíblemente, la historia terminó con un final feliz. Pues el rescate fue un éxito y todos los 28 marineros sobrevivieron.
Una verdadera epopeya histórica que desde entonces ha sido irrepetible.
Al rescate del Endurance
Más de 100 años después, la historia del Endurance sigue inspirando a los aventureros de lo desconocido a fijar nuevas fronteras para la voluntad humana. No casualmente la nave de Space X que llevó a la primera tripulación a la Estación Espacial Internacional bajo el Programa de tripulación comercial de la NASA lleva este nombre.
Este legado está protegido por el Tratado Antártico Internacional, el cual impide recuperar los restos de la legendaria nave. Sin embargo, los arqueólogos marinos siguen interesados en llegar hasta ella.
La expedición actual del Agulhas II busca recrear a través de imágenes 3D los detalles del naufragio, y conocer cómo está actualmente el Endurance.
Los expertos han barajado muchas posibilidades, que van desde afirmar que algunas partes de la nave están intactas, hasta sostener que una de las razones por las que ha sido tan difícil encontrarlo es porque está completamente destrozado.
Sin importar cuál sea el caso, encontrar finalmente el Endurance sería un descubrimiento histórico, tanto o más que el épico periplo de Shackleton y su tripulación para regresar sanos y salvos a casa después de su naufragio.
INFOBAE
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