NY Times.- Esta es una de las conclusiones más conocidas de la pandemia: los hombres mueren de COVID-19 con mayor frecuencia que las mujeres.
Al principio, algunos científicos sospecharon que la razón era principalmente biológica, y que los tratamientos basados en el sexo para los hombres —como inyecciones de estrógeno o bloqueadores de andrógenos— podrían ayudar a reducir el riesgo de muerto.
Pero un nuevo estudio que analiza las diferencias de sexo en las muertes por COVID-19 en Estados Unidos a lo largo del tiempo sugiere que el panorama es mucho más complicado.
Si bien los hombres en general murieron a una tasa más alta que las mujeres, el estudio reveló que las tendencias variaron ampliamente con el tiempo y según el estado. Eso sugiere que los factores sociales —como tipos de trabajo, patrones de comportamiento y problemas de salud subyacentes— jugaron un papel fundamental en las aparentes diferencias de sexo, dijeron los investigadores.
“No existe una sola versión sobre las disparidades sexuales durante esta pandemia, incluso dentro de Estados Unidos”, dijo Sarah Richardson, directora del Laboratorio de Ciencias de Género en la Universidad de Harvard, que estudia el modo en que el sexo biológico interactúa con las influencias culturales en la sociedad.
Desde el comienzo de la pandemia, el equipo de Richardson comenzó a recopilar datos relativos al sexo en casos y muertes por COVID-19, antes de que los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades comenzaran a recopilar y compartir esta información. Su grupo de investigación se conectaba cada lunes por la mañana y verificaba los datos de cada estado, y los ponían en un rastreador en el sitio web del laboratorio. El rastreador, que abarca desde abril de 2020 hasta diciembre de 2021, es la única fuente de datos semanales de COVID-19 basada en el sexo y desglosada por estados.
Esos datos permitieron a los investigadores analizar los índices de casos y muertes de COVID-19 en los 50 estados y Washington D.C., durante un período de 55 semanas.
A nivel nacional, no encontraron diferencias significativas en las tasas de casos entre hombres y mujeres. Pero las tasas de mortalidad —el número de muertes entre hombres o mujeres dividido entre la población total del estado de cada sexo— fueron a menudo más altas entre los hombres que entre las mujeres.
El grado de aumento dependía del estado y de la fecha. Por ejemplo, en Texas los hombres murieron en tasas más elevadas en todas las semanas analizadas por el grupo de investigación. En Nueva York, los hombres murieron a una tasa más elevada que las mujeres, pero la brecha no fue tan grande como en Texas, en todas las semanas excepto tres. Pero en Connecticut, las mujeres murieron más que los hombres en las 22 semanas analizadas.
“Puede haber estados que colindan, como Connecticut y Nueva York, que tienen un patrón totalmente diferente, pero que, sin embargo, experimentaron la misma ola”, dijo Richardson.
De forma acumulativa durante 55 semanas, las tasas de mortalidad fueron un poco más altas para las mujeres en dos estados, Rhode Island y Massachusetts. En nueve estados, incluido Connecticut, las tasas fueron casi iguales. En el resto del país, las tasas de mortalidad fueron más altas para los hombres.
Es poco probable que las diferencias sexuales en los genes, las hormonas o las respuestas inmunes expliquen estas diferencias, dijeron los investigadores.
“No habría ninguna razón para que la biología fuera esa variable en el tiempo y el espacio”, dijo Katharine Lee, antropóloga biológica e ingeniera de la Universidad de Washington, campus San Luis y autora del nuevo estudio.
Pero según los investigadores, los factores sociales y de comportamiento podrían ayudan a explicar muchos de estos patrones.
Por ejemplo, es más probable que los hombres tengan trabajos en el área de transporte, fábricas, plantas empacadoras de carne, agricultura y construcción, ocupaciones con tasas más altas de exposición y muertes por COVID-19. Los hombres también tienen más probabilidades de ser encarcelados y vivir en situación de calle, lo que aumenta su riesgo de exposición al virus.
Las mujeres son más propensas que los hombres a reportar lavado de manos, uso de cubrebocas y el cumplimiento de las restricciones de distanciamiento social, lo que puede reducir el riesgo de contraer el virus. Además, las mujeres son más propensas a vacunarse.
Los investigadores especularon que los estados con más restricciones de salud pública podrían ver menores diferencias por sexo. En Nueva York, donde se registraron cantidades significativamente más elevadas de muertes masculinas en las primeras seis semanas de la pandemia, las tasas de mortalidad se atenuaron una vez que entraron en vigor las restricciones. Las diferencias observadas en Nueva York también podrían explicarse en parte por una mejor recopilación de datos, así como por el subregistro de muertes en asilos de cuidado a largo plazo, donde la mayoría de los residentes son mujeres.
El grupo de investigación de Richardson no tuvo acceso a datos de edad para cada sexo, un factor importante, ya que las personas mayores tienen más probabilidades de morir de covid y los diferentes estados tienen diferentes distribuciones de edad. Incluso antes de la covid, los hombres tenían una menor esperanza de vida, posiblemente debido a tasas más altas de ciertas afecciones crónicas, comportamientos más arriesgados y trabajos más peligrosos. Esa “brecha de mortalidad preexistente”, podría ayudar a explicar la disparidad con covid en lugar de una vulnerabilidad masculina específica al virus, dijo Richardson.
Sin embargo, expertos independientes afirmaron que los nuevos hallazgos no deberían llevar a los investigadores a descartar por completo el aspecto biológico.
“No se pueden atribuir observaciones sobre cosas como la mortalidad por una enfermedad compleja como la COVID-19 y afirmar que todo es por la biología”, dijo Sabra Klein, microbióloga y codirectora del Centro Johns Hopkins para la Investigación de la Salud, el Sexo y el Género de la Mujer. “Pero tampoco creo que se pueda decir que todo es social y conductual”.
Al utilizar los registros de salud electrónicos de los hospitales Johns Hopkins en Maryland y Washington D.C., Klein descubrió que los hombres tenían tasas más altas de enfermedad grave y muerte por COVID-19. Pero un modelo bioestadístico mostró que esta disparidad podría explicarse sustancialmente por las mayores respuestas inflamatorias entre los hombres, lo que sugiere una diferencia biológica.
Además, en experimentos que analizan los efectos de la COVID-19 en los hámsteres por sexo, que pueden ser útiles porque no incluyen los factores sociales presentes en los humanos, el grupo de Klein mostró que a los machos les fue peor. Otros estudios también han demostrado que las mujeres producen una respuesta inmune más fuerte que los hombres.
Otros expertos dijeron que tener acceso a datos más detallados —sobre factores como la raza, los ingresos y el nivel de educación— les permitiría a los investigadores tener una visión más matizada de las variaciones observadas en las diferencias de sexo.
“Creo que están haciendo mucho con poco”, dijo Derek Griffith, psicólogo de salud pública y codirector del Instituto de Justicia Racial de la Universidad de Georgetown.
“Las fuentes de datos que documentan estas diferencias por lo general no tienen la capacidad de ayudar a explicarlas”, dijo, señalando los efectos en la salud que genera el estrés, las cargas financieras y la discriminación, que podrían sustentar diferencias raciales o de género en los resultados de salud, pero que son difíciles de cuantificar.
Griffith dijo que las diferencias raciales en los desenlaces de la covid eran igualmente complejos. En las primeras etapas de la pandemia, los científicos especularon que las personas negras tenían un menor riesgo de contraer el virus y que tal vez contaban con alguna protección biológica, dijo Griffith. Pero luego los datos empezaron a mostrar que las personas negras en Estados Unidos tenían un mayor riesgo de morir de COVID-19 que las personas blancas y el péndulo se inclinó en sentido contrario y algunos científicos especularon de la existencia de diferencias genéticas innatas.
Ahora, dijo Griffith, hay un mayor reconocimiento de la influencia de muchos factores socioeconómicos en las disparidades de salud. “Aun así, en ambos casos, tanto con el sexo como con la raza, se supone de buenas a primeras que la causa debe ser biológica”.
El grupo de Richardson en Harvard espera que otros investigadores empleen su conjunto de datos para analizar los impactos de las distintas políticas de salud pública en los estados.
Pero sigue habiendo lagunas de información: por ejemplo, los estudios han mostrado que la covid prolongada afecta desproporcionadamente a las mujeres y, sin embargo, la enfermedad no se monitorea a nivel estado de manera consistente. Los investigadores tampoco tienen información sobre pacientes de covid transgénero o de género no conforme.
“No son tan ricos en datos como nos gustaría para caracterizar el impacto de género completo de la pandemia de covid”, dijo Richardson.
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