Aunque en general no está muy bien visto, el sarcasmo es una herramienta muy versátil que la gente empieza a dominar con el paso del tiempo y el desarrollo de las habilidades.
En la popular serie de televisión ‘Bojack Horseman’, hay un pequeño ‘sketch’ en el que, de modo humorístico, se explica la diferencia entre dos arquetipos clásicos de la vida: la Zelda y la Zöe. Las personas que son “una Zelda”, son extrovertidas, optimistas y muy alegres. “Las Zöe”, en cambio, son cínicas, sarcásticas e inteligentes. En las ‘sitcom’ (es decir, en las series de televisión con risas enlatadas o miradas perplejas a la cámara) se necesitan estos dos arquetipos, así como también son necesarios en la vida. Alguien tiene que proponer ir a ese bar que han abierto nuevo, mientras que otra persona alza los ojos al cielo y exclama algún comentario ingenioso.
Si hay un arquetipo clásico en la vida diaria y en la televisión, ese es el adolescente sarcástico y enfurruñado. Seguro que has conocido a más de uno, has tenido que convivir con él o incluso ha estado en tu propia piel. Nadie niega que la adolescencia es una etapa difícil, y muchos niños que durante su infancia fueron dóciles y obedientes, pasan una mala racha cuando llega el momento en que las hormonas se disparan. Sin embargo, ser un adolescente sarcástico, por mucho que pueda molestar a los mayores, podría ser en realidad un rasgo de inteligencia, según los estudios.
El sarcasmo requiere una prueba de madurez, ya que el cerebro de un niño tarda años en comprenderlo y dominarlo por completo
Según un reciente artículo publicado en ‘BBC‘, se ha descubierto que el sarcasmo requiere que el cerebro ‘salte a través de varios aros’ (por decirlo de alguna manera) para llegar a una interpretación correcta, lo que requiere más capacidad intelectual. Y aunque a menudo se habla de ese sarcasmo juvenil, en realidad requiere una prueba de madurez, ya que el cerebro de un niño tarda años en comprenderlo y dominarlo por completo.
El sarcasmo agrega un poco de sal a nuestras interacciones, y hay evidencias de que incluso nos prepara para ser más creativos o ayuda a alejarse un poco de las emociones negativas cuando nos sentimos deprimidos. De hecho, según la psicolingüista Penny Pexman, es tan importante que ha comenzado a diseñar programas de capacitación para ayudar a aquellos con un sentido desarrollado de la ironía sarcástica.
Los niños menores de cinco años son incapaces de detectar la ironía y tienden a tomar las declaraciones literalmente, y lo desarrollan conforme van creciendo, lo que nos da algunas pistas acerca de la complejidad del sarcasmo. Conforme nos vamos haciendo mayores, nos vamos dando cuenta de que algunas palabras tienen un significado oculto, pero hay dificultades para comprender los matices. La comprensión del uso del sarcasmo como una forma de burla es lo último, y se desarrolla alrededor de los nueve o 10 años.
Los últimos estudios también han demostrado que el entorno familiar de un niño puede influir fuertemente en el uso y comprensión del sarcasmo
Esto coincide con la llamada teoría de la mente: la capacidad de un niño para entender intenciones se vuelve más sofisticada con la edad. También hay que tener en cuenta que la capacidad de captar las señales sutiles podría estar relacionada con el vocabulario y la gramática, y la experiencia podría ayudarnos en estas situaciones sociales. Los últimos estudios también han demostrado que el entorno familiar de un niño puede influir fuertemente en el uso y comprensión del sarcasmo (es decir, que si tus padres son sarcásticos es más probable que el niño desarrolle tal habilidad).
El sarcasmo es complejo porque se debe comprender la creencia real del hablante y las maneras en que pretende que la otra persona interprete sus palabras: un proceso de dos pasos que lleva tiempo para que un niño lo domine. Cuando llegan a la adolescencia se da el punto álgido: muchos dominan estas habilidades complejas, y no es sorprendente que decidan experimentar con ellas, prueben sus efectos y las disfruten.
El sarcasmo es complejo porque el niño debe comprender la creencia real del hablante y las maneras en que pretende que la otra persona interprete sus palabras
El estudio del sarcasmo ha llevado a comprender que desencadena una mayor actividad en las redes semánticas involucradas en el proceso general del lenguaje y las regiones del cerebro involucradas con el humor: es un desafío averiguar si la otra persona está tratando de ser mala o divertida con lo que dice. Ese entrenamiento mental puede ofrecer muchos beneficios: un estudio realizado en Fontainebleau (Francia) demostró que expresar, recibir o recordar comentarios sarcásticos puede ayudar a catalizar el pensamiento creativo.
Además, también puede ayudar a lidiar con la frustración y el estrés: un estudio de la Universidad de Carolina del Este en Greenville, Carolina del Norte, llegó a la conclusión de que el uso del sarcasmo por parte de las personas deprimidas y ansiosas aumentó durante la pandemia, lo que podría reflejar que se trata de un mecanismo para afrontar momentos difíciles. Aunque los estudios se realizaron con adultos, parece probable que los adolescentes experimenten sensaciones similares cuando hacen uso de él.
El problema es que en primera instancia el sarcasmo, visto por los adultos, parece una señal de cinismo que puede chocar un poco con la inocencia juvenil que suelen suponer que tienen sus hijos. Pero no hay que defenestrar una herramienta tan versátil, si los adolescentes se enriquecen usándola, pues se trata de una habilidad vital que les servirá durante su vida. Pese a la mala reputación del sarcasmo, hay que apreciar un poco su complejidad y sofisticación teniendo en cuenta que se tiene en todos los idiomas. Y no es ironía.
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