La doctora en Física y jefa a cargo del departamento de Ciencias Instituto Antártico Argentino, Adriana Gulisano, explicó a Télam: “nuestro campo de investigación abarca todos los fenómenos registrables desde el suelo hasta el espacio. Por lo que es muy amplio y diverso”.
La presencia sobre el cielo antártico de nubes conformadas por compuestos nitrogenados, cloratos, bromatos y otros gases de origen industrial que capturan oxígeno e impiden la reposición del ozono destruido por los rayos solares en la estratósfera es apenas uno de los parámetros relevados por los investigadores del Instituto Antártico Argentino (IAA) y que son reconocidos a nivel internacional en las discusiones sobre el avance del cambio climático.
La doctora en Física, investigadora del Conicet y jefa a cargo del departamento de Ciencias de la Atmósfera del IAA, Adriana Gulisano, afirmó, en diálogo con Télam, que “nuestro campo de investigación abarca todos los fenómenos registrables desde el suelo hasta el espacio. Por lo que es muy amplio y diverso; hacemos tanto un monitoreo de la capa de ozono como meteorología espacial u observación del espacio”.
La investigadora sostuvo que, “además del monitoreo de la capa de ozono, realizamos el relevamiento de las nubes estratosféricas polares, que no están formadas siempre por agua o hielo, sino por ácido nítrico o ácido sulfúrico y presentan compuestos nitrogenados, cloratos o bromatos, que capturan el oxígeno atómico liberado cuando los rayos solares destruyen el ozono, impidiendo que este gas se vuelva a formar”.
En 2019 fue instalado en la base Marambio el Laboratorio Antártico Argentino de Meteorología del Espacio
Y advirtió: “Estos gases producidos en procesos industriales o los clorofluorcarbonatos (agentes que reducen la capa de ozono) de los aerosoles domésticos y otros compuestos halogenados son muy estables por lo que demoran mucho tiempo en liberar el oxígeno que capturan. Nosotros necesitamos que la tasa de combinación del oxígeno para crear ozono sea mayor que la destrucción de ese gas en la estratósfera, y estos gases ponen en riesgo ese equilibrio”.
Gulisano detalló que “para registrar lo que sucede con la capa de ozono en la Antártida nos valemos de espectrofotómetros Brewer, de globos con ozono sondas que recaban información hasta 30 kilómetros de altura, con un convenio de cooperación con la agencia espacial española INTA que dispone además de medios ópticos para registrar la presencia de estos gases”.
“Desde la Antártida también podemos recabar datos muy importantes para realizar meteorología espacial, con los magnetómetros instalados en distintas bases argentinas podemos registrar perturbaciones en la magnetósfera terrestre, y también disponemos de equipos ionosondadores para medir la ionización de la atmósfera causada por los rayos del sol, fenómeno que es utilizado para hacer rebotar las ondas de radio”, señaló.
La investigadora recordó que “en 2011 se creó el Laboratorio Argentino de Meteorología del Espacio (LAMP), un grupo interdisciplinario e interinstitucional formado por el Instituto de Astronomía y Física del Espacio (IAFE UBA-Conicet), el Instituto Antártico Argentino y el Departamento de Ciencias de la Atmósfera y los Océanos de la FCEyN de la UBA, dirigido por el Dr. Sergio Dasso”, cuya actividad puede consultarse en http://spaceweather.at.fcen.uba.ar/2/lamp/.
En 2019 fue instalado en la base Marambio el Laboratorio Antártico Argentino de Meteorología del Espacio que dispone entre otros instrumentos de un detector Cherenkov en agua para medir el flujo de rayos cósmicos; éste último instrumento forma parte de la colaboración LAGO (Latin American Giant Observatory, Observatorio Gigante Latinoamericano) con detectores desde México hasta la Antártida y del que la doctora Gulisano es la representante de nuestro país en la Colaboración.
“Las Líneas de investigación de Cambio Climático llevadas a cabo por el investigador Alfredo Costa que viene trabajando y haciendo análisis de series de datos sobre tendencias y anomalías en las temperaturas que se registran en las bases antárticas argentinas; podemos detectar como la península antártica se está calentando, mientras que el interior del continente se enfría, y eso ya está impactando en el comportamiento de todos los ecosistemas antárticos”, advirtió.
También el licenciado Costa está comenzando a trabajar en la propagación de microplásticos.
“El trabajo con las ciencias de la atmósfera en la Antártida no sólo tiene aplicaciones inmediatas como las mencionadas, sino que también aprendemos mucho en el desarrollo de las ciencias básicas”Adriana Gulisano-doctora en Física y jefa a cargo del departamento de Ciencias de la Atmósfera del IAA
Gulisano enfatizó que “Argentina es el único país que hace ciencia en la Antártida de manera permanente desde 1904, el resto vino después y durante mucho tiempo a través de expediciones que pasaban una temporada y se volvían, los registros constantes que nuestro país genera desde hace más de un siglo son un capital científico muy valioso, del mismo modo que la decisión de haber constituido el primer Instituto Antártico en el mundo”.
“Argentina siempre tiene un rol fundamental en la definición de zonas de conservación en la Antártida, y dentro del sistema del Tratado Antártico Argentina tiene un rol de liderazgo sudamericano a través de sus resultados científicos que son validados a través de referato de pares en las publicaciones científicas”, valoró.
La investigadora ponderó que “todos los datos que Argentina produce en la Antártida sobre meteorología espacial son muy demandados, por ejemplo, esta información es útil para la Organización Internacional de Aviación Civil (OACI) así los pilotos antes de despegar además de la información meteorológica habitual disponen de los datos de las condiciones de meteorología del espacio y los pronósticos de posibles alteraciones que puedan hacer fallar las telecomunicaciones o sus sistemas de posicionamiento global”.
“El trabajo con las ciencias de la atmósfera en la Antártida no sólo tiene aplicaciones inmediatas como las mencionadas, sino que también aprendemos mucho en el desarrollo de las ciencias básicas y comprobamos que por circulación global todos esos gases que generan las potencias industriales en el hemisferio norte también están afectando la vida en la Antártida”, completó Gulisano.
TELAM
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