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Sáb. Nov 23rd, 2024
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NY Times.— En Tonga hay en marcha una operación de limpieza y evacuación tras una erupción volcánica épica que desencadenó un tsunami. El gobierno de la nación isleña, tras días de silencio, relató un “desastre sin precedentes” y surgieron las primeras fotos aéreas mostrando las islas –habitualmente verdes y frondosas— cubiertas de cenizas y polvo gris.

Los esfuerzos internacionales para llevar ayuda se vieron obstaculizados el martes por una nube de ceniza sobre el principal aeropuerto del país, líneas de comunicación dañadas y una amenaza más sutil a largo plazo: el riesgo de que los extranjeros traigan la covid a un país sin el virus.

El vacío de comunicación de tres días después de la erupción de la noche del sábado ha dejado poca claridad sobre la extensión de los daños. Pero en el primer informe oficial la noche del martes, el gobierno de Tonga dijo que había empezado a evaluar el número de víctimas de la erupción y confirmó que tres personas fallecieron, entre ellos un ciudadano británico, una mujer de 65 años y un hombre de 49.

La erupción provocó “una columna de hongo volcánico” y olas de tsunami de hasta 15 metros que golpearon las costas occidentales de varias islas. Internet permaneció inactivo y las comunicaciones, que se cortaron debido a la erupción, quedaron limitadas en las islas, según el comunicado.

Los equipos de búsqueda y rescate empezaron a desplegarse la mañana del domingo, decía el comunicado, y casi todas las casas en algunas de las islas más afectadas, entre ellas Mango, Fonoifua y Nomuka, fueron dañadas o destruidas. El gobierno también indicó que había instalado centros de evacuación y que estaba proveyendo artículos de emergencia. La ceniza volcánica ha “afectado gravemente” las provisiones de agua potable.

Australia y Nueva Zelanda han movilizado la entrega de ayuda por mar y aire, tal como han hecho luego de ciclones y otros desastres naturales en la región. Cualquier esfuerzo por ayudar desde el exterior a Tonga, tendrá que sobreponerse a los desafíos logísticos y al mismo tiempo proteger su delicado estado de salud público. El país de alrededor de 100.000 habitantes cerró sus fronteras en 2020 y no las ha vuelto a abrir.

“El tema prioritario debe ser: ¿Cómo nos aseguramos al 100 por ciento que no llevaremos covid a este país?”, dijo Jonathan Pryke, director del Programa de Islas del Pacífico en el Instituto Lowy, un laboratorio independiente de pensamiento en Sídney. “Cualquier buena voluntad construida con la respuesta podría desbaratarse completamente si lleva covid a Tonga”.

Los gobiernos de Australia y Nueva Zelanda dicen que hay formas seguras de entregar ayuda. Aún así, desde que el volcán submarino entró en erupción, arrojando cenizas a 20 kilómetros de altura y desencadenando un tsunami hacia países de todo el Pacífico, los funcionarios y las familias tonganas en el extranjero han expresado su preocupación por el riesgo de que los trabajadores humanitarios internacionales provoquen un brote de covid.

Sus temores llevan el eco de un trauma del pasado. En la Polinesia, una región que comprende unas 1000 islas dispersas por el Pacífico Sur, hay una historia de cientos de años teñida por el tema de las enfermedades que traen los foráneos.

El contacto regular con las fuerzas colonizadoras de Europa llegó relativamente tarde a lugares como Tonga: el capitán James Cook recorrió el archipiélago en 1773, 15 años antes de que el primer grupo de británicos se estableciera en Australia, pero con un impacto devastador. Durante el siglo siguiente, epidemias de sarampión, disentería e influenza, acarreadas por los europeos, devastaron comunidades isleñas en todo el Pacífico Sur.

Un estudio histórico publicado en 2016 halló que en Hawái, Fiji, Tonga, Samoa y Rotuma (que depende de Fiji), hasta una cuarta parte de la población de todas las edades murió a causa del sarampión a principios del siglo XIX.

Y en Tonga, otra ola de muerte llegó en circunstancias incluso más dudosas con la gripe española. En noviembre de 1918, según Phyllis Herda, historiadora en la Universidad de Auckland en Nueva Zelanda, se cree que un buque de vapor llamado Taulane introdujo el virus porque su capitán, John Mawson, ocultó el riesgo luego de salir de Auckland.
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Cuando el barco llegó a la capital de Tonga, Nukualofa, con 71 pasajeros y tripulantes enfermos, el capitán supuestamente dio la orden de que todos a bordo “se vistieran y fingieran que no estaban enfermos”, para poder descargar el vapor. Casi 2000 tonganos murieron en el brote que siguió, alrededor del ocho por ciento de la población.

No es de extrañar que la covid sea vista tras el prisma de dicha experiencia. Tonga solo ha reportado un caso del virus, en octubre, y requiere que los viajeros que llegan al país hagan una cuarentena de 21 días. Alrededor del 60 por ciento de la población del país ha recibido dos dosis de alguna vacuna para la covid.

Curtis Tu’ihalangingie, el jefe de misión adjunto de la Alta Comisión de Tonga en Australia, dijo que los funcionarios de Tonga habían estado en comunicación con los gobiernos de Australia y Nueva Zelanda y los socios donantes sobre el modo seguro de entregar ayuda en un contexto de covid.

Funcionarios de ambos países han dicho que planean ser cuidados al extremo al entregar agua, alimento y artículos de construcción.

La primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, dijo en una conferencia de prensa que el gobierno era consciente de los riesgos de un brote en un ambiente que por lo demás está libre de covid.

“Todo nuestro personal de defensa de Nueva Zelanda está completamente vacunado y eso es para asegurarse que sean capaces de desplegarse de manera segura en cualquier momento”, dijo. “Estaremos trabajando con funcionarios en el terreno en Tonga para asegurar que cumplimos todas las expectativas y protocolos que ellos han establecido”.

Peeni Henare, ministro de Defensa, dijo que había otros modos de evitar la transmisión.

“Hemos realizado varias operaciones en el Pacífico en los últimos dos años que se han llevado a cabo sin contacto”, dijo y añadió que Nueva Zelanda colaboraría con sus vecinos en las islas del Pacífico para “asegurarnos que seguimos manteniéndolos a salvo”.

Los grupos de ayuda en Australia y en la región han dicho que están delegando a los gobiernos la mejor manera de brindar asistencia.

“No enviaremos a nadie a menos que se nos solicite, y entonces seguiremos la orientación como sea requerido”, dijo Katie Greenwood, quien dirige la oficina del Pacífico de la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja.

Añadió que la Cruz Roja tiene unos 70 voluntarios en Tonga y que disponen de acceso a suficientes artículos de ayuda para unos 1200 hogares y que estos incluyen lonas impermeables, kits de construcción de refugios y mantas. Aún es difícil saber si eso sería suficiente. Un vuelo de la Fuerza de Defensa de Nueva Zelanda, programado para el martes, fue demorado debido a las cenizas en la pista.

El cable de internet internacional de Tonga está desactivado y los teléfonos satelitales en las oficinas gubernamentales de Nueva Zelanda y Australia eran algunos de los únicos métodos de comunicación con la isla en un momento en que la comunidad de Tonga en el extranjero estaba desesperada por obtener información.

Tuihalangingie, el diplomático de Tonga en Australia, dijo que pasarían semanas antes de que se restablecieran por completo las conexiones telefónicas o de internet con el mundo exterior.

“Todavía tenemos acceso limitado a Tonga”, dijo a ABC Radio en Australia. “Aún no tenemos una comunicación directa con nuestro gobierno”.


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