Aunque ómicron sigue siendo una variante en estudio, sus características particulares han motivado a algunos a afirmar que con ella llegará el fin de la pandemia. El empresario Bill Gates, por ejemplo, se atrevió a vaticinar que posterior a su circulación, el contexto de emergencia mundial terminaría en 2022 porque el virus ha tendido a ser más contagioso, pero menos letal.
¿Qué tan posible es esto? La nueva variante ha demostrado ser mucho más transmisible y menos virulenta que las demás, es decir, pese a que se contagia con mayor facilidad, no parece tener una incidencia significativa en el incremento de muertes y casos graves (es entre un 50 y un 70 % menos probable ser hospitalizado, según estudios hechos en Reino Unido hasta el momento).
Ahora bien, ¿transmitirse mucho y matar poco es “conveniente” para el propio virus? Podría pensarse que sí, que al ser menos letal garantiza su permanencia pues, al no matar a su huésped (a los humanos), tiene más oportunidad de contagiar a otras personas, que son su vehículo. Contrario a esto, está por ejemplo el Ébola, que mata mucho y es un poco menos eficiente para transmitirse, por eso sería difícilmente exitoso causando una pandemia: si mata a todos sus huéspedes, no tendría dónde replicarse (o “reproducirse”).
Las expectativas son altas, sin embargo, sigue siendo pronto para generalizar porque faltan estudios y elementos de análisis. El proceso de evolución viral es mucho más interesante.
De los más veloces
Para los seres humanos evolucionar tardó cerca de 25 millones de años: un primate que deja de caminar en cuatro patas para hacerlo en sus dos piernas y usar su pulgar oponible. Fue un tránsito largo y lento, como suele serlo el de cualquier especie animal y vegetal para sobrevivir.
Los virus evolucionan, microscópicos y diminutos, pero con una velocidad sin igual, su tasa es entre 100.000 y 1 millón de veces más alta.
Así como usted y como yo, estos “seres” almacenan información en su material genético y, “tener un ácido nucleico (ADN o ARN) como genoma implica que cada descendiente de, por ejemplo, un ‘virus parental’ herede una copia” de esa información, explica Jose A. Usme-Ciro, virólogo y docente titular de la Universidad Cooperativa de Colombia.
Los que usan ARN para replicarse evolucionan mucho más rápido, continúa Francisco Javier Díaz, virólogo y docente de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia. “Son la gran mayoría: VIH, dengue, coronavirus… Uno puede verlos evolucionar casi en tiempo real”.
Para replicarse los virus necesitan de la maquinaria de la célula de un ser vivo y una enzima responsable de copiar el genoma viral. En el caso de los de ARN la encargada es la ARN polimerasa, muy propensa a cometer errores que dan lugar a mutaciones (de ahí que haya tantas variantes: beta, gamma, ómicron, alpha, etc).
Así, continúa Usme, “el resultado natural de la replicación viral es la generación de una población de virus con genomas cercanamente idénticos (cuasiespecie viral) que contienen mutaciones (cambios) producto de dicha tasa de error”.
Lo fascinante es que las mutaciones o errores son la materia prima para la evolución viral y, “al contar con un ‘arsenal de mutantes’, los virus pueden enfrentarse de forma exitosa a los ambientes cambiantes impuestos por el hospedero”, finaliza el docente.
Imagen cortesía
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