Hoy la ciudadanía tiene una cita con la democracia. Acude a las urnas, en segunda vuelta, para ejercer su derecho de elegir días mejores para el país en general y para cada individuo en particular. Por tanto, el sufragio, que también es un deber cívico, debe ser ejercido con responsabilidad.
Parte de esa responsabilidad, en el contexto de la pandemia de COVID-19, es precautelar la salud, un bien que ha cobrado relevancia entre nuestras prioridades, siendo importante observar las medidas de bioseguridad desde el momento que se sale de casa, durante los traslados, en la interacción en los recintos electorales y al retornar al hogar.
La protección que brinda el uso correcto de la mascarilla, cubriendo nariz y boca, es la principal recomendación de bioseguridad que se debe cumplir para evitar contagios. En segundo lugar, se debe guardar la distancia adecuada de dos metros entre personas para que se disipen las exhalaciones de otros concurrentes en un mismo espacio, así como evitar permanecer en ambientes cerrados. La desinfección de las manos con alcohol en gel o líquido es la tercera recomendación de bioseguridad a la que se le debe prestar atención. Y no tocarse la mascarilla ni la cara, en especial ojos, nariz, boca.
Se debe procurar llevar un bolígrafo azul propio y no formar parte de aglomeraciones. Luego de sufragar es preciso regresar a casa a la brevedad posible y seguir la acostumbrada rutina de desinfección para asegurarse de preservar la bioseguridad familiar.
El bienestar común depende de todos y de cada uno. Como sociedad, en la que cada individuo cumple un rol, la suma de todas las voluntades da como resultado un comportamiento que puede beneficiar o perjudicar a la colectividad. Contribuir desde la acción particular a la sanidad pública repercute en mejores condiciones para las familias y los individuos. Si cada ciudadano toma las precauciones para no contagiarse de COVID, estará evitando que los hospitales se llenen, lo que aminorará las medidas restrictivas.