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Vie. Nov 22nd, 2024
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En un territorio donde cada gota de agua tiene dueño, un pueblo nativo sufre las temperaturas más altas del planeta; la violencia y abusos del narco; y una sequía sin precedentes agravada por acuerdos históricos y la presente inacción del Gobierno.

Lucía Laguna lleva su destino tatuado en el rostro. De la comisura de los labios hasta la barbilla, líneas negras surcan su piel cobriza como las ondas de un río picado. Dice que, en vida, el tatuaje tribal honra a su pueblo, pero lo más importante sucederá después.

Luego de mi muerte va a guiarme hasta los ancestros. Con el tatuaje ellos van a reconocerme y podrán llevarme adonde están”, explica a las orillas del río Colorado.

Bajo un sol despiadado, Laguna, de 51 años, tiene la frente perlada de sudor mientras habla de los Cucapá, su pueblo indígena. A fines de abril, en Baja California la temperatura supera los 91 grados Fahrenheit (unos 33 centígrados), pero la sensación térmica es mucho mayor cerca del río, fangoso y verde, con algo de espuma entre la escasa vegetación a sus orillas.

Cucapá significa gente del río, por eso estamos luchando por él”, explica señalando un caudal cada año más mermado. “Nos aferramos al río y peleamos porque nos den agua para que lleguen los peces y podamos ganar nuestro sustento. Pero es una lucha que parece que nunca vamos a ganar”, dice con desaliento.

México experimenta la peor sequía en tres décadas. Imágenes del satélite Landsat 8 divulgadas hace días por la NASA mostraban los niveles extremadamente bajos de la presa Villa Victoria, uno de los principales reservorios de agua de la capital. Pero se trata de un problema nacional.

El servicio meteorológico asegura que tres cuartas partes del país sufre sequía; en 16 de los 32 estados afecta a todo su territorio. Así, 60 grandes embalses, sobre todo en el norte y centro, están por debajo del 25% de capacidad.

“En los últimos 70 años, la temperatura en México tiene una tendencia clara y concluyente de aumento. En la última década aumentó muy rápido y esa subida es incluso superior al promedio del planeta“, explica Jorge Zavala Hidalgo, coordinador general del Servicio Meteorológico Nacional.

Desde el 1 de octubre de 2020 hasta el 18 de abril de 2021 (durante la temporada seca), el país experimentó alrededor de un 20% menos de precipitaciones de la media, y varias áreas en el este, oeste y sureste alcanzaron temperaturas superiores a 95 grados Fahrenheit (35 centígrados). Debido al bajo suministro, muchos residentes se han quedado sin agua corriente en diversas regiones del país.

Las precipitaciones siempre han fluctuado, explica Zavala, pero ahora la lluvia se concentra en menos días. “Y eso es malo porque todos queremos que llueva”, explica, “pero nadie quiere que se inunde, sobre todo los agricultores, porque eso destruye las cosechas. Por eso estamos estudiando todo lo que está pasando”.

El aumento de la temperatura afecta especialmente a los bosques, que pasan de ser un paraíso de verdor a convertirse en bombas de tiempo para el fuego. Hasta mayo se han registrado 5,562 incendios forestales, un 27% más que en 2020. Y la superficie calcinada creció un 69%, hasta alcanzar casi 900,000 acres (360,000 hectáreas).

“Hay más sequía y por ende la vegetación está esperando a que alguien llegue, prenda una hoja y a partir de ahí empiece el incendio”, dice  César Robles, subgerente del Centro de Manejo del Fuego de la Comisión Nacional Forestal.

“La superficie afectada por incendios está directamente correlacionada con el aumento en la temperatura y la disminución de las precipitaciones”, agrega, “la sequía hace que los incendios sean más agresivos y que haya mayores superficies afectadas por incendio”.

Cada gota de agua tiene dueño

“A veces sentimos que nos estamos muriendo de sed. Aunque muchos lo nieguen, el clima sí ha cambiado”, dice Imelda Guerra Hurtado señalando los terrenos yermos de El Zanjón, un enclave árido, semidesértico que llega hasta las riberas del delta del río Colorado.

Guerra, de 43 años, recuerda cuando era una niña y su abuela la traía para que acompañara a todos sus familiares en la pesca. Caminar junto a ella es recorrer un territorio fantasma. Cada tanto se para, y señala: “El agua llegaba hasta allá”. Ahora sólo queda allí tierra polvorienta y agrietada.

“Siempre hemos vivido de los peces del río, desde que lo recuerdo. Ahora solo podemos pescar una vez al año y es nuestro principal sustento”, agrega.

Los Cucapá son una de las cinco tribus nativas de Baja California, y descienden del pueblo Yuman, que emigró a esa zona por el año 1000 a.C. Según datos oficiales, ahora solo quedan entre 350 y 400 miembros del pueblo Cucapá pero, en el siglo XIX, los colonizadores occidentales documentaron entre 5,000 y 6,000 nómadas que se organizaron en clanes.

“Hay que entender que ese pueblo indígena ve toda la región, tanto la parte de México como la de Estados Unidos, como su territorio. En sus tradiciones se recuerda que recibían muchísima agua y, poco a poco, se fueron quedando sin ese caudal”, afirma Osvel Hinojosa, director del Programa de Soluciones Costeras del Cornell Lab of Ornithology.

La historia del río Colorado, y los problemas que sufre en la actualidad, es una oda al progreso y a la ingeniería con la que se intentó domar a la naturaleza. Es el sistema hídrico más importante del noroeste de México y el suroeste de Estados Unidos; como sucede con el río Nilo en Egipto, es fundamental para cultivar en una región semidesértica.

FUENTE: Telemundo


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