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En 2019, el Festival de Eurovisión se trasladaba a la ciudad de Tel Aviv tras la victoria de la representante israelí, Netta, en su anterior edición. Las voces críticas no tardaron en hacerse oír, pidiendo incluso el boicot al evento, pero poco podía hacerse, la maquinaria propagandística del Gobierno israelí ya estaba en marcha.

Desde el comienzo de la emisión, se sucedieron imágenes de paisajes idílicos, bailes, risas, niños y adultos de todas las etnias con sonrisas de oreja a oreja y sobre todo, mucha presencia, del colectivo LGBTI. Este continuo bombardeo de positividad y defensa a ultranza del amor al prójimo tenía una intención clara: demostrar a los espectadores que Israel es el hogar de la más absoluta diversidad. 

El caso de Eurovisión es solo uno de los muchos ejemplos en los que utilizar la defensa de los derechos de las personas del colectivo LGTBI es muy rentable como campaña de marketing. Esta práctica –también conocida como pinkwashing– se enmarca dentro de una serie de políticas homonacionalistas que el Estado de Israel lleva promoviendo durante años como una forma más de tapar el colonialismo muchas veces criminal –Sudáfrica acaba de pedir a la Corte Internacional de Justicia de Justicia que actúe contra Israel por genocidio–que impone sobre Palestina.

Según explica a infoLibre Izat El Amoor, sociólogo experto en cuestiones LGBTQ en Palestina, “el homonacionalismo es el uso de la tolerancia hacia las personas LGBTQ –o la falta de ella–  como herramienta para evaluar y producir legitimidad y capacidad de soberanía nacional para un estado o un pueblo determinado”.

Israel “ha desplegado en su máximo esplendor” este tipo de técnicas, asegura Brigitte Vasallo, escritora y activista contra la islamofobia y el homonacionalismo. Esta estrategia busca mejorar la imagen del Estado hebreo y posicionarse internacionalmente como un “paraíso gay”. Utilizar el término “gay” en este caso, en lugar de otros más amplios como queer o directamente LGTBI, no es ningún accidente. Tal y como explica Vasallo, este es el público objetivo al que Israel busca llegar: “Hombres homosexuales con vidas capitalistas y alto poder adquisitivo”.

A través de estas campañas, el país utiliza cuestiones como la orientación sexual u otras como la participación de las mujeres en el ejército –que vende como un logro feminista–, como herramientas para justificar sus políticas colonización y agresión militar en Oriente Medio. “Estas son las estrategias que propician la violencia”, continúa Vasallo, y han logrado trascender las fronteras israelíes y convencer a gran parte del público internacional de que Israel es efectivamente el gran defensor de los derechos humanos y LGBTQ+ en Oriente Medio, cuando en realidad el único objetivo es desviar la atención de sus políticas más sangrientas. Sin embargo, como señala el politólogo Alberto López, “en el conflicto entre Israel y Hamás nada tienen que ver los derechos LGBTQ”.

La base del problema es, ni más ni menos, la islamofobia de las sociedades occidentales, que habrían encontrado en Israel a su gran aliado en Oriente Medio. Para El Amoor, “estas representaciones surgen en apoyo a la típica imagen de que los palestinos están asociados con el terrorismo, retratándolos como no aptos para la libertad y la autodeterminación”. La defensa de los derechos de las personas LGTBI no es, en este contexto, más que una moneda de cambio.

Pero estas prácticas no se ciñen únicamente al conflicto palestino-israelí, sino son una realidad extendida en las sociedades occidentales. En su artículo Instrumentalmente inclusivo: la psicología política del homonacionalismo, coescrito junto a Stuart J. Turnbull-Dugarte, López señala cómo el homonacionalismo se utiliza también en países como España o Reino Unido para crear una línea divisoria con los inmigrantes, especialmente los musulmanes, presentándolos como antiLGTBI.

Se  busca distanciar a la población de grupos no deseados, fomentando la polarización y la adhesión a ciertos valores nacionalistas y capitalistas. Este apoyo es “poco sólido y puede cambiar”, asegura López, ya que no se fundamenta en opiniones reales de los individuos, sino en un apoyo selectivo que sirve como mero mecanismo de defensa. “La población tiene mucho más claro quién son los grupos que le gustan y los que odian, que sus propios valores y cuáles son sus verdaderas posiciones”, afirma el experto.

Aunque estas mismas técnicas han intentado reproducirse utilizando otras luchas sociales como puede ser el feminismo, “nada funciona tan bien como el homonacionalismo”, asegura. Aunque la explicación a este fenómeno no tenga una única respuesta, López cree que podría basarse en una cuestión de presencia: “Mientras que a las mujeres se les acepta su existencia, aunque es muchas ocasiones de manera muy limitada, la población LGTBQ carece totalmente de existencia.”

Independientemente de la realidad a la que se enfrentan las personas LGTBI en Palestina por motivo de su género u orientación sexual, la deshumanización consecuencia de la violencia sistemática a la que se enfrenta el país hace que “no tenga ningún sentido analizar ninguna de las estructuras humanas”, afirma Vasallo. Además, El Amoor recuerda que, “mientras los palestinos vivan bajo ocupación y bajo un sistema militarizado de opresión, no tendrán una verdadera oportunidad de abrirse y comprometerse con los derechos queer” y añade que “los palestinos homosexuales ni siquiera piden ser salvados, no por el colonialismo militarizado que busca borrar a sus familias y a sus comunidades”.

Este fenómeno no solo afecta negativamente a las poblaciones musulmanas, sino que también tiene graves consecuencias para el colectivo LGBTI. De acuerdo con Daniel Valero, activista por los derechos del colectivo, este tipo de tácticas les despolitizan, creando una imagen unificada y asumible para la mayoría de la sociedad de lo que supone ser LGTBI. “Nos hace olvidar la lucha y las problemáticas que tenemos todavía delante a través de un chantaje en el que se te perdona que seas una persona disidente, pero solo si te unes a los valores nacionalistas, capitalistas e incluso a las acciones bélicas”, afirma. El homonacionalismo pone al colectivo “en una perspectiva en la cual van de la mano con el odio”.

Además, López advierte que caer en estas prácticas “hace que se baje la guardia en cuanto a la defensa de las personas LGBTQ”, ya que “el homonacionalismo edifica un apoyo al colectivo siempre condicionado a cuestiones antiinmigratorias”.

Fuente de esta noticia: https://www.infolibre.es/politica/palestina-bombas-son-color-arcoiris_1_1680209.html


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