Desde el 3 al 10 de enero de 2020, los funerales del general Qassem Soleimani, asesinado por un ataque estadounidense con drones en Bagdad, movilizaron a millones de personas en las principales ciudades de Irán. Cada año desde entonces, en el aniversario de su muerte, su tumba en el cementerio de la ciudad de Kerman, en el este de Irán, sigue atrayendo a decenas de miles de partidarios del régimen que acuden a honrar la memoria del que se considera artífice de muchos de sus éxitos en Oriente Próximo, principalmente en Siria e Irak.
Fue de camino a esta tumba, cerca de la mezquita Saheb Al-Zaman, donde se produjeron dos explosiones sucesivas este miércoles 3 de enero, en medio de una multitud que abarrotaba el área. Al menos 84 personas murieron y el jueves por la mañana se contabilizaron 284 heridas, algunas en estado crítico.
Según la agencia iraní Tasnim, próxima a los Pasdaran (Guardias de la Revolución), las explosiones fueron causadas por “bombas ocultas en dos bolsas” colocadas respectivamente a 700 metros y un kilómetro de la entrada del cementerio de Gulzar Shahadai y “activadas por control remoto”. La agencia Isna, citando al alcalde de Kerman, Said Tabrizi, explicó que las explosiones se produjeron con diez minutos de diferencia, y que la segunda causó más víctimas que la primera, matando o hiriendo sobre todo a los socorristas.
Los vídeos publicados en las redes sociales muestran a personas aterrorizadas y desorientadas. Al caer la noche, muchas personas regresaron al cementerio de Kerman coreando “Muerte a Israel” y “Muerte a Estados Unidos”.
En Teherán, miles de personas se reunieron para presentar sus respetos a Soleimani. El Líder Supremo de Irán, el ayatolá Alí Jamenei, prometió “una respuesta severa” al ataque, que fue condenado como un acto “odioso y cobarde” por el presidente Ebrahim Raissi. “Washington afirma que Estados Unidos e Israel no participaron en el atentado terrorista… ¿En serio? Un zorro primero olfatea su propia guarida. No se equivoquen. La responsabilidad de este crimen recae en los regímenes estadounidense y sionista, y el terrorismo no es más que su herramienta”, acusó su asesor, Mohammad Jamshidi.
El Gobierno iraní declaró el jueves 4 de enero “día de luto nacional en todo el país”.
A falta de reivindicaciones, la hipótesis más probable es que el doble atentado haya sido perpetrado por una organización yihadista suní, sobre todo teniendo en cuenta el modus operandi: la doble explosión con pocos minutos de diferencia.
O bien por el minúsculo grupo Estado Islámico en Jorasán (EI-K), procedente de Afganistán y establecido ahora en el este de Irán, donde lleva a cabo regularmente atentados contra el régimen –en 2017, combatientes del Estado Islámico atacaron simultáneamente el Parlamento de Teherán y el mausoleo del Guía Supremo Rouhollah Jomeini, matando a una veintena de personas–.
O por Jaish Al-Adl, un grupo de la también violenta provincia de Sistán-Baluchistán, que ha llevado a cabo regularmente operaciones contra las fuerzas de seguridad, sobre todo en diciembre. En 2019, mató a 27 soldados en un atentado suicida con coche bomba contra un autobús de los Pasdaran.
“Como Israel nunca ha ordenado ataques en Irán dirigidos indiscriminadamente contra civiles, parece poco probable que esté detrás de ellos”, afirma Jonathan Piron, historiador de Oriente Próximo y Medio y profesor de Relaciones Internacionales en la escuela HELMo de Lieja (Bélgica). Es más, no parece que hubiera objetivos militares en Kerman.
“¿Tendría Israel los medios para animar a un grupo de la oposición a llevar a cabo un ataque de este tipo en este momento?”, se pregunta el historiador. “Tengo mis dudas, porque el riesgo de una conflagración es tal que Israel no tendría nada que ganar”, se responde. El régimen iraní ha “respetado las líneas rojas”; y no ha pasado de la fase de provocación, lo que Israel considera una clara infracción. En cambio, el Estado Islámico de Jorasán tiene más interés en aprovechar la situación actual para desestabilizar. Quizá también para crear dificultades al régimen talibán [contra el que está en guerra y con el que Teherán mantiene a menudo tensas relaciones – nota del editor]”.
Al parecer, el régimen iraní esperaba enfrentarse a un ataque de gran envergadura. “Las fuerzas de seguridad nunca han sido tan suspicaces como en este momento. Van a todas partes, citan a la gente, hacen muchas preguntas, intentan averiguar si tienes contactos en el extranjero, registran la memoria de tu ordenador… Mientras que, sorprendentemente, hacen muy poco para imponer el velo, salvo en el metro, donde hay una brigada especial”, nos contaba un residente en Teherán unos días antes del atentado.
El doble atentado fue inmediatamente objeto de acalorados debates en el seno del régimen. Según algunas fuentes, citadas por la web de noticias Amwaj, siempre bien informada sobre la política interior iraní, podría ser el resultado de luchas internas en el régimen, y una de ellas señaló que ninguna de las víctimas era una figura política o militar importante.
Dentro de los círculos más radicales, algunos piden que se ponga fin a la “paciencia estratégica” esgrimida a menudo por Teherán para justificar su falta de reacción ante los ataques israelíes. Mahdi Mohammadi, asesor del presidente del Majlis (Parlamento) Mohammad Baqer Qalibaf, ha pedido un cambio radical en la política del régimen como única forma de disuadir al Estado hebreo.
Sea como fuere, el doble atentado de Kerman es un golpe muy duro para el régimen. Demuestra que se enfrenta a una amenaza interna y le hace parecer mucho más vulnerable de lo que está dispuesto a admitir en un momento en que la tensión ha subido últimamente varios grados en todos los frentes abiertos entre el “eje de resistencia”; (Teherán y sus aliados) e Israel.
También afecta a la credibilidad del régimen en materia de seguridad: la tumba de Soleimani en Kerman se considera uno de los lugares más emblemáticos, por no decir sagrados, de la República Islámica, después del cementerio Behecht-e Zahra de Teherán, donde se encuentra el mausoleo del ayatolá Jomeini.
El difunto general Soleimani es considerado un héroe absoluto, sobre todo por su papel en la derrota del Estado Islámico en Irak y Siria. Número dos de facto del régimen, fue incluso consagrado “mártir viviente” por el Líder Supremo en vida.
La masacre se produce tras el asesinato en Damasco, el 25 de diciembre, de Seyyed Radhi Moussavi, uno de los asesores más experimentados de la fuerza Al-Quds, la división de intervención exterior e inteligencia de los Pasdaran. Una pérdida muy sensible para el régimen, que lo describía como “el jefe logístico del eje de la resistencia” en Siria.
Estrecho colaborador de Qassem Soleimani, se encargaba de la coordinación entre la fuerza Al-Quds y Damasco, facilitando la entrada de las fuerzas dirigidas por Irán en Siria y Líbano. Según la cadena de televisión qatarí Al Yazira, también era responsable de la transferencia y el transporte de armas desde Irán a Siria y Líbano, así como a Irak, Yemen y los territorios palestinos.
A ello se añade el asesinato, el martes 2 de enero en Beirut, de un alto responsable de Hamás, Saleh al-Arouri, considerado cercano tanto a Hezbolá como a Teherán. “El fracaso del sistema de seguridad iraní, por estar confiado únicamente a los verdugos, es más evidente que nunca”, concluye un antiguo político iraní refugiado en Francia.
Fuente de esta noticia: https://www.infolibre.es/mediapart/doble-atentado-precedentes-kerman-muestra-vulnerabilidad-regimen-irani_1_1679756.html
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